“Don Julio ha puesto esta comarca en el mapa”

La expectación por la posible llegada de Julio Iglesias a Piñor es máxima, pero lo que hay más allá de los muros sombreados por una fronda de adelfas, es un completo misterio. La puerta de doble hoja y los gruesos remaches decimonónicos son una muestra de la elegancia aliada a una fama ya superlativa. El propietario es nada menos que Julio Iglesias.

No son pocos los vecinos que pasan frente al inmueble, por descuido o a propósito, con tal de advertir algún movimiento. Pero aún nada, el ícono sigue sin aparecer. Lo que sí es vox populi es que dentro se llevan trabajos de reforma para poner la mansión a punto, teniendo en cuenta que el cantante tiene previsto pasar en ella temporadas veraniegas con su familia.

Hay, en esta elección de la celebridad, un trasfondo simbólico: conectar con la memoria de su padre, don Julio Iglesias Puga, médico oriundo de A Peroxa que realizó sus estudios en Madrid. Consultada sobre el impacto social que ha tenido la espera de tan ilustre “vecino” en la parroquia, una vecina mayor que paseaba por los alrededores, nos ha dicho: “A mí me tiene indiferente, no tengo la menor esperanza de verlo, porque no creo que baje nunca a jugar cartas al bar o a charlar simplemente”. Su pesimismo risueño nos arranca unas risas.

En cambio, un ciclista de la comarca nos atiende deteniendo la marcha. Es José, de sesenta años. “Don Julio ha puesto esta comarca en el mapa, será un honor tenerlo de vecino”, nos dice con una sonrisa llena de regocijo. Nos cuenta que es de los temas predilectos de la parroquia, una ilusión que llena de aires refrescantes el rutinario acontecer de Villarino en Piñor de O Carballiño. “Me he dado cuenta que han aumentado los curiosos, yo mismo no pierdo oportunidad de pasar por aquí, sé que un día lo veré y le estrecharé mano”, nos confiesa con un optimismo contagioso.

La casa la adquirió el cantante en junio de 2023. Se encuentra en una finca de unos 16.000 metros cuadrados y cuenta con otros 1.600 de área habitable. Justo en frente, hay un antiguo pazo del siglo XVII. Solo se oye el graznido solitario de algún cuervo, y muy cerca, el cencerro de unas robustas vacas que pastan al otro lado de la carretera. Es el lugar perfecto para escapar del “mundanal ruido”, esa búsqueda del sosiego tal y como lo definiera fray Luis de León.