Desde Cuba, reservada en la vida, extrovertida en el arte
Dibuja Ariansis Reyes un retrato de sí misma mejor con los pinceles que claramente con palabras. Tímida a la hora de compartir lo cotidiano, proyecta lo contrario al hablar de su profesión como artista plástica
Integrante de una familia de artistas, Ariansis Maricel Reyes Jordán se hizo pintora apenas con veinte años. “Con veintiuno tuve a mi primer hijo, pero laboralmente ya estaba asentada”, comenta. Con su marido dejaron Granma, una provincia en la Cuba oriental y se fueron moviendo hacia la Habana. “Allí exponíamos en una galería en la calle donde se encuentra la Bodeguita del Medio”, informa, a la par que ubica perfectamente a cualquiera que haya visitado la isla caribeña.
Emerger del mutismo
“Mi línea de trabajo se llama ‘Emerger del mutismo’”, explica Ariansis que trabaja mucho desde la introspección, para poder exteriorizar sentimientos y vivencias. Aplica a sus obras unas telas cosidas por ella “a modo de refugio, arropando a las figuras humanas que representa”, y rompiendo con el tecnicismo de una pintura figurativa quizá más clásica.
Nos cuenta Ariansis que a veces se hace fotos ella misma, para poder retratar figuras a veces poco ortodoxas, pero que también echa mano del collage. “Los hago previamente, hay horas de estudio detrás de un proyecto”, concreta.
Los sentimientos que representa desde el cuerpo de la mujer parece que fueran suyos, por el modo en el que relata. “Un enfoque autorreferencial”, reza su biografía en redes. En el lienzo, en el ordenador, y también en su semblante, en su arte todo encaja.
Hace un año que se mudó a Ourense con su familia, arropados por la asociación Avante, tras una primera incursión en Polonia, donde le ofrecieron un contrato en una galería de arte. “Muchos de nuestros clientes en Cuba eran rusos, canadienses, holandeses…”, revela. “El covid detuvo la entrada de cruceros turísticos a la isla, y la venta de arte se vio perjudicada”, explica sobre el salto a Europa.
Su obra se puede admirar en el centro cultural Marcos Valcárcel, es un trabajo conjunto con su marido, también artista cubano.
La familia que dejó Ariansis del otro lado del charco es recordada entre lágrimas, al hilo de los recuerdos pasados. “Madre, padre, hermano y familia”, más o menos acomodados. “La hermana de mi madre también es pintora, y también tengo otras dos primas en el gremio, pero en este momento allá no hay materiales para trabajar”, comenta.
Sueña con colaborar en el desarrollo de la cultura en Ourense, crear un taller-galería y poder consolidarse en la terriña. Cuando no pinta o cose sus lienzos, se encarga de sus dos hijos, y cocina pequeñas delicias cubanas. “Carne de cerdo, o pechuga de pollo, le llamamos bistec”, explica. Cuenta Ariansis que allá es encebollado. “Yo le echo comino, limón y sal”, concreta. Para ignorancias, las de la que escribe, la receta suena a ceviche pero con animal de granja. “En nuestra familia gusta mucho, pero va sellado en la sartén”, dice dudando de sus virtudes a los fogones, claramente ruborizada.
De “facer” va la cosa cuando le examinamos sobre su conocimiento del idioma patrio. “Mi hijo mayor le dice a mi hijo pequeño ‘non se fai neno’”, comenta. Tiene el primero doce y el segundo un año.
“El que persevera triunfa”, piensa. Y claramente es una proyección sobre su vida en este lado. Está aún pendiente de su expediente en extranjería. “Mi padre es nieto de español de Tenerife, está intentando sacarse el pasaporte”, aclara.
Decía Aristóteles que el arte imita a la vida, que la naturaleza comete errores y ahí está la mano del hombre para enmendarlos. Así sea, y que también el arte ‘made in Cuba’ venga a llenar, con nuevos espacios, la escasez de museos que aqueja Ourense.
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