Ourense no tempo | En otro tiempo

LEMBRANZA

Postal de la colección Ourense no tempo.
Postal de la colección Ourense no tempo.

En mi época de instituto, recuerdo haber estudiado lo que se llamaba: “La Quijotización de Sancho”, con el añorado Guillermo, profe de filosofía. Se trataba de identificar dentro del Quijote, cómo Sancho Panza poco a poco comenzaba a contagiarse de la locura de su amo.

Digo esto porque me parece que algo similar me ocurre a mí: en ocasiones, al ver estas imágenes, me parecen situaciones cotidianas o incluso un “Déjà vu”. No tendréis problemas en identificar los jardines de Obispo Cesáreo, pero son muchísimas las diferencias con la actualidad.

Ya he visitado con vosotros los jardines en otros tiempos, pero hoy vamos a intentar conocerla en profundidad.

Nació en tiempos remotos como Horta das Oliveiras, y aunque estaba próxima a lo que conocemos como plaza mayor, no lo estaba del edificio del ayuntamiento (este parece ser que estaba en el Padre Feijoo, las casas consistoriales); aun así, fue el lugar escogido para los “plenos” municipales. Su forma era irregular, ya que las propiedades de su parte norte mordían de manera importante la plaza, y desde Alfredo Romero a la Canella da Sinagoga, todos tenían su trozo.

Cierto es que cuando se propuso la remodelación, todos cedieron; la casa de los Oca Valladares, hoy liceo, fue quizás la que más perdió, ya que a lo que eran los jardines propios, se sumó una bella escalera que en forma redonda daba gran prestancia al jardín. El otro gran espacio lo cedieron los Zarauza (hoy Javier Domínguez). También se perdió una práctica fuente de las del Picho, que se encontraba en la esquina noreste de la plaza.

Con esa descripción, aunque no lo parezca, es la fotografía que hoy os muestro, pero si la observáis en detalle, podréis disfrutar alguna curiosidad más. Al fondo, entre los árboles, se ve el coche de las de Seijo, que Ático Noguerol calificaba de paveras. Eran tías de los Brasas, con lo cual eran familia de mi amigo Mani Moretón. Los Canedas, Rodríguez Rey y la de Leis también solían aparcar el carruaje en esa zona.

Otro detalle llamativo son los locales que hacían el cierre irregular de la plaza; en ellos estaba un herrero, situado inmejorablemente, ya que la mayoría de carruajes de la ciudad y provincia pasaban por la zona. Ese fue el motivo de que Andrés Perille y Constantino Álvarez construyeran en 1902 el bello kiosco que ahí tenéis, levantado con intención de servir para el despacho de billetes del coche de Verín, aunque finalmente fue el Kiosco de Moure. En el edificio de al lado estaba el veterinario Núñez.

Recordar también la presencia de la gran Concepción Arenal, quien desde 1898 se instaló allí con el bello pedestal que entre Parada Justel y Gulías habían diseñado. Por último, citar el cierre que en 1907 entregaba al concello la empresa Malingre en las dos alamedas; en esta no fue para siempre.

Vista la fotografía, permitidme con este esclarecedor dibujo de don Juan Xesta repasar la cronología y efemérides de este espacio imprescindible en nuestra Auria. Xesta lo realizó para su artículo en el Boletín del Museo Arqueológico en 1943, acompañado de interesantes explicaciones. Aprovecho para tener un recuerdo para Juan Carlos Rivas Fernández – Xesta.

Dibujo obra de Juan Xesta.
Dibujo obra de Juan Xesta.

No sé si recordaros que la calle del Progreso no se convirtió en principal hasta que se hizo el muro puente de la Burga, en sustitución del pequeño y rudimentario Puente Sulla del Rosal. Los jardines eran un espacio más de reunión y juegos que de tránsito. En el momento al que nos traslada Xesta, precisamente iban a comenzar las grandes transformaciones de esa zona, que yo situaría comenzando la segunda mitad del siglo XIX (circa 1855).

Por ello, en el dibujo de Xesta, en lugar del edificio episcopal, se puede ver un árbol centenario y el comienzo de la calle Esperanza, que desapareció con la remodelación del Seminario antes de 1888. Era una calle breve y de poca alcurnia, pero muy visitada, ya que en ella se hacían las mejores empanadas y bizcochos de la ciudad, en el horno panadero del Lobit. Allí estaba también una buena fonda regentada por Montón, que por ubicación se hacía inmejorable. Contaba la calle también con la administración del coche de Carballiño y Verín, y un trasquilador. Casi con toda seguridad, también estaba la Farmacia de Reinoso.

Vayamos a los datos y cronología: en 1895, la muerte del Obispo Cesáreo y el respeto ganado en la ciudad hicieron que se le dedicara la plaza.

De siempre tuvo este espacio interés para los empresarios, y aunque fuera de manera provisional, allí estuvieron numerosos fotógrafos, exhibidores cinematográficos, y llamó la atención en 1905 la instalación de una barraca que mostraba perros amaestrados y animales poco vistos en la ciudad. En diciembre de 1907 se detuvieron en la plaza dos cerdos escapados, y en 1911 supe de la amenaza del concejal encargado del mantenimiento de los jardines de “colocar morcilla” (cebos con veneno para perros sueltos).

Si lo pensáis, el entorno de Obispo Cesáreo eran todas calles estrechas: Paz, Tiendas, Arcedianos, Hermanos Villar, Rapagatos…, o pequeñas plazas, lo que hacía de ese conjunto de las dos alamedas un lugar perfecto para el descanso. A eso se sumaba la presencia de hoteles, colegios, seminario, cuartelillos militares, y casas de entretenimiento carnal en la calle de La Gloria. Tampoco olvidar que allí estuvo el hospital de San Roque, la casa del original Xan da Coba, y otros puntos importantes.

Por todo ello, fue durante muchos años centro de la ciudad.

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