Patricia Quintero, cabeza de familia numerosa en la parroquia de Sanguñedo

LA NUEVA OURENSANÍA

Nieta de un vecino de A Verea más venezolano que de estas tierras, repuebla Patricia Quintero una aldea ourensana con su prole, y de paso cuida a algún que otro anciano. Combo perfecto en el rural: matriarcado, niños y abuelos.

Miriam Blanco | Marta Vázquez

Publicado: 29 abr 2025 - 13:00 Actualizado: 30 abr 2025 - 10:30

Patricia Quintero.
Patricia Quintero.

Una de los aproximadamente cuarenta miembros de su familia, que viven en A Verea, Patricia Quintero García llegó al municipio, desde el estado Mérida venezolano, hace cinco meses. “Un lugar turístico, montañoso, la capital tiene unos cincuenta mil habitantes”, explica sobre la ciudad que le vio nacer. Allí tenía un negocio de venta de ropa que hoy regenta su exmarido. Para aquí se vino con su prole, tres niños de nueve, diez y quince años. “Somos familia numerosa”, explica. En Outeiro, Sanguñedo, la pedanía donde tiene su casa, sus hijos son los más jóvenes y solo ellos constituyen un tercio de los residentes de la aldea. “Con mi mamá hacemos cinco de los quince vecinos”, concreta.

Origen cigarrosa

“Mi abuelo era de Cigarrosa”, revela Patricia, que cuenta además la historia de un joven que a los diecisiete años dejó el lugar de la parroquia de Albos y se puso el mundo por montera. “De ahí se fue a Brasil, después saltó a Caracas y finalmente Mérida, le llamaban ‘el cubanito’, era un excelente maestro de obra”, explica Digna Rosa, la madre de Patricia, con la que nos cruzamos también el día de la entrevista. ¡Cómo va a ser, si hay unos setenta Garcías de su familia esparcidos por toda España!, más de la mitad en ‘puebliños’ de A Verea.

En Outeiro tiene una casa modesta pero completa. “Tengo cuatro habitaciones, está amueblada, con butano, estufa de leña, radiadores”, comenta. “Pago ciento cincuenta euros de alquiler”, revela sin pudor. Saber que hay vecinos que hacen esto posible, dados los prohibitivos precios del mercado inmobiliario, provocan un aplauso entre las oyentes.

“La paz, la tranquilidad, los paisajes hermosos”, enumera Patricia las grandezas de estas tierras. Cuida a dos personas mayores en horario nocturno, y por el día con alguna siesta, se encarga de sus hijos. “Llego a trabajar a las nueve de la noche y por la mañana acompaño a mis hijos a esperar el transporte”, explica. “Después vuelvo a levantar a los abuelos”, detalla. El amor con el que lo dice revela aptitudes para la tarea.

Estuvo Patricia ahorrando durante tres años para poder mudarse a España en busca de un futuro para sus hijos

“Luchadora, sin miedo al cambio”, dice sobre sí misma. Cuenta que en aeropuerto en Venezuela le quitaron los documentos originales de los niños precisamente para dificultarle la salida. “No querían que los sacase”, comenta. Está Patricia con los trámites de obtención de la nacionalidad por la Ley de Memoria democrática, gracias a ese yayo de Cigarrosa, de nombre Víctor García.

Opina Patricia respecto a su país que el gobierno de Venezuela busca “la igualdad desde la ignorancia, haciendo a todo el mundo pobre”. Al hilo de lo cual, Rosa, la abuela de la casa, narra la famosa anécdota de Stalin y la gallina. “La desplumó y golpeó, pero luego le dio granos de maíz para demostrar a todos que pese a todo el ave iba a agradecerle la comida”, comenta.

Estuvo Patricia ahorrando durante tres años para poder mudarse a España. Es todo luz mientras habla de sus sueños, “la estabilidad de mis hijos, su bienestar, su educación, un techo propio en un futuro”, comenta.

“Xente”, piensa Patricia en nuestro idioma, se nota que está integrada y que recibe los cariños de los que pululan por el pueblo. Hay que decir también que ‘ser neta de’, en estas tierras hace bastante. “Mi abuelo hablaba gallego, pero a nosotros no”, confiesa. Méritos todos tuyos, Patricia, y en otro orden de asuntos, un aplauso también para los vecinos y la gestión inmobiliaria en A Verea.

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