El estrés y la falta de tiempo: cómo afectan a nuestra salud mental y qué hacer al respecto
EFECTOS NEGATIVOS EN EL CEREBRO
El estrés derivado de la falta de tiempo afecta negativamente al cerebro, la salud mental y las relaciones, pero existen estrategias como la meditación, el ejercicio y el apoyo social para mejorar nuestra calidad de vida
En una sociedad moderna y acelerada, la falta de tiempo se ha convertido en un problema persistente. Las personas a menudo se sienten presionadas por listas interminables de tareas, lo que genera frustración y, en el peor de los casos, consecuencias significativas para la salud mental.
Según datos recientes del sindicato UGT, el estrés laboral y la presión del tiempo son factores claves en el aumento de las bajas laborales debido a problemas de salud mental. En 2023, se registraron más de 600.000 bajas laborales por trastornos mentales en España, un 17% más que en 2022. La Confederación de Salud Mental de España también resalta que el estrés es la segunda causa de baja laboral tras los problemas musculoesqueléticos.
El estrés laboral, aunque es el más común, no es el único factor. El estrés financiero y personal también afectan la salud mental. Un 24,7% de los pacientes en atención primaria presentan algún tipo de problema de salud mental, siendo la ansiedad (6,7%) y la depresión (4,1%) las más comunes, especialmente entre las mujeres y personas de bajos ingresos.
La perspectiva sociológica
Francesc Núñez, sociólogo de la UOC, explica que nuestra escasez de tiempo se puede entender a través del concepto de aceleración propuesto por el sociólogo alemán Hartmut Rosa. Según Rosa, en las sociedades contemporáneas, la cantidad de acciones que realizamos por unidad de tiempo ha aumentado, lo que genera la sensación de que el tiempo es cada vez más escaso. Aunque la tecnología ha supuesto avances, su impacto ha sido el contrario al esperado, ya que procesos como el correo electrónico en lugar de ahorrar tiempo, lo consumen de forma excesiva.
El sociólogo señala que el ritmo acelerado de la vida cotidiana, con trámites como comprar billetes o rellenar formularios, absorbe nuestro tiempo y crea una sobrecarga de información que no permite procesarla adecuadamente. Esta sobrecarga genera una pérdida de sentido en la vida cotidiana, lo que contribuye al aumento de los problemas de estrés y frustración. Además, a pesar de la comunicación electrónica constante, la soledad sigue siendo un problema creciente.
La neurociencia de la presión del tiempo
La neurocientífica Diego Emilia Redolar, profesora en la UOC, aporta una perspectiva neurocientífica sobre cómo la constante presión del tiempo afecta al cerebro. Explica que esta presión, combinada con una sensación de falta de control, activa tres áreas clave del cerebro: la amígdala, la corteza prefrontal y el hipocampo. La amígdala, responsable del procesamiento emocional, se activa excesivamente bajo estrés, lo que desencadena ansiedad. Además, el cortisol, la hormona del estrés, afecta negativamente a la corteza prefrontal, reduciendo la capacidad de tomar decisiones acertadas y de razonar de manera eficaz.
Sin embargo, los efectos más perjudiciales se dan en el hipocampo, que es clave para la memoria y el aprendizaje. El estrés crónico atrofia las neuronas en esta región, disminuyendo la capacidad de consolidar información y afectando la formación de nuevas neuronas. A pesar de que algunos de estos efectos pueden revertirse, el estrés tiene consecuencias a largo plazo para la salud cognitiva y mental.
Estrategias contra el estrés
Ambos expertos coinciden en que es necesario un cambio tanto social como individual para gestionar el estrés. Núñez sugiere una transformación en nuestra relación con el mundo, tal como propone Sherry Turkle en su libro "En defensa de la conversación". Turkle destaca la importancia de recuperar las conversaciones cara a cara, frente a los efectos negativos de la comunicación electrónica, que incluyen la pérdida de empatía y la dificultad para escuchar. También recomienda crear espacios libres de tecnología y fomentar la introspección.
Sin embargo, Núñez advierte que no existen soluciones mágicas para mejorar la calidad de vida. Actividades como delegar tareas o tomar vacaciones pueden ser útiles de forma temporal, pero no resuelven el problema subyacente de nuestra relación con el mundo. Para alcanzar una vida plena, es necesario cambiar nuestra perspectiva y aceptar la indisponibilidad de un mundo que nos desborda.
Por su parte, Redolar propone varias estrategias de gestión del estrés que incluyen ejercicio físico, meditación, mindfulness, terapia cognitivo-conductual y mantener una buena nutrición y hábitos saludables. También subraya la importancia de apoyo social, como el que proporcionan la familia y los amigos, y aprender a decir que no para gestionar mejor las demandas externas. Además, recomienda técnicas simples como elaborar listas de tareas para mejorar la percepción de control, lo que reduce el impacto del cortisol en el cerebro.
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