EN CONFIANZA
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Son las 08:00 horas en Arizona; las 17,00 horas en Galicia, la tierra de los antepasados de José Luis Gómez, donde aún vive su padre -en A Veiga, Carballeda de Avia-, y donde regresa cada año para disfrutar del “ritmo pausado” que para él tienen las horas en Galicia.
Tras el segundo tono de llamada, el tono cálido de José Luis Gómez cuando descuelga el teléfono sugiere que ya lleva un largo tiempo activo para afrontar otra jornada como director de la Tucson Symphony Orchestra, Arizona, con talante y energía positiva. Una energía que también tiene mucho que ver con las sensaciones y las emociones necesarias para llegar a ser un reconocido director de orquesta a nivel mundial. Interpretar y transmitir la visión musical de un compositor y de una pieza requiere práctica, planificación, ensayos, aprendizaje, técnica… pero también saber hacer llegar la emoción y calidad necesaria que logre que la obra sea interpretada correctamente por los músicos y que la pieza llegue al corazón del público. Y todo desde la máxima humildad y sencillez que transmite al narrar una vida llena de éxitos.
Pregunta.Tiene una trayectoria brillante basada en formación, trabajo y esfuerzo, pero ¿cuál diría que fue su primer contacto con el mundo de la música?
Respuesta.Tanto mi hermano Juan Carlos - violinista de la Orquesta Sinfónica de Tenerife- como yo somos músicos, tocamos el violín, y es gracias a mi padre Eulogio Gómez -flautista retirado-. Él emigró de A Veiga, Carballeda de Avia, a Caracas, y, una vez allí le ofrecieron la oportunidad de irse a Maracaibo para tocar como flautista solista en la Orquesta Sinfónica de Maracaibo. Así que allí nos fuimos.
P.Siendo así el camino a seguir era casi inevitable.
R.Fue todo muy natural, como aprender a hablar. Recuerdo que comenzamos a ir a las clases de iniciación a la música que había en el conservatorio de Maracaibo, el Kinder Musical, pero en ningún momento lo vimos como algo que había que descubrir. La música estuvo con nosotros desde siempre. Tampoco recuerdo el momento de aprender las notas musicales, supongo que se quedaron con nosotros en el día a día como un juego de infancia más.
P.Me decía que tocan el violín, ¿por qué eligieron este instrumento?
R.Fue una decisión de mi padre (risas). Un día llegamos a casa y allí teníamos dos violines para mi hermano y para mí. Yo creo que es un instrumento que a él siempre le había gustado, y yo con tan solo cinco años, comencé a tocarlo.
P.Con el paso de los años se siguió aferrando en esa pasión por la música.
R.Tanto mi hermano como yo, al estar vinculados a la música por mi padre, luego en el conservatorio infantil, sumado a que todo lo que nos rodeaba en la familia y en casa era muy musical, dejó su poso. Y lejos de suponernos un rechazo, nos hizo generar incluso más curiosidad y afinidad. Y lo que comenzó como un juego, como todo lo que haces de niño, vimos que la capacidad de aprender y tocar era lo que más nos gustaba. Con el tiempo también tuvimos la suerte de formar parte del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, tocando el violín en la orquesta de nuestra región desde muy jóvenes. Aprender a tocar el violín en una orquesta, con otros niños, resulta muy estimulante y gratificante al ponerte ante el público.
P.¿Cuándo llegó el momento de tomar la decisión de dedicarse profesionalmente a la música?
R.Después de tocar en las orquestas juveniles, como solista, con mi hermano… me hacía tener la ambición, y la certeza, de que lo que siempre había querido era dedicarme a la música. Así que al terminar mis estudios formativos de la escuela general, que había compaginado con el conservatorio, decidí, con la ayuda de mi padre y el Estado, ir a EE.UU. a estudiar en la Manhattan School of Music tutelado. Ahí, estar expuesto a un nivel tan exigente, con un entrenamiento de alto nivel, fue muy estimulante. Se puede decir que ahí fue mi salto a Europa, a audicionar con la Orquesta Sinfónica de Tenerife y obtener mi plaza.
P.Cuéntenos cómo fue ese regreso a España.
R.Fue un paso más que casi teníamos que hacer, porque a pesar de haber nacido en Venezuela y crecido entre este país y EE.UU., nosotros somos españoles. Heredamos la nacionalidad en el sentido más estricto, pero también en el sentido más sentimental. El de la “morriña”. Cuando llegué a Canarias, en calidad de violinista de la orquesta fue muy interesante por la conexión de las islas con Venezuela, y eso hizo que la transición fuese muy cómoda. Y la Sinfónica de Tenerife es un referente de las orquestas españolas y fue un honor poder formar parte de ella con tan solo 20 años. Allí estuve hasta el año 2010, alrededor de 11 años.
P.Momento en el que da un paso más y decide ser director de orquesta.
R.Si busco entre mis recuerdos, cuando tocaba el violín en la Orquesta Juvenil de Maracaibo, el director de la misma en alguna ocasión me había dado la oportunidad de dirigir la orquesta. Aunque nunca me había interesado demasiado porque lo que me gustaba en aquel momento era el violín. Sí que una vez que llegué a Europa, la curiosidad y necesidad de mirar un poco más allá fue ganando más terreno. Así que con el poso de mis intereses y las sugerencias de colegas, comencé a recibir clases privadas de diferentes directores que había conocido a lo largo de mi trayectoria como violinista y que acabaron por despertar ese interés que estaba latente en mí.
P.Y lo suyo fue llegar y triunfar.
R.(Risas). Se puede decir que sí. Con poco tiempo de preparación, me presenté al Concurso Internacional de Dirección de Orquesta Sir Georg Solti en Frankfurt, Alemania, en 2010, donde gané con una poco frecuente decisión unánime del jurado. Hoy en día me siento muy orgulloso de este reconocimiento porque sigo siendo el único español que ha ganado ese concurso. Fue una bendición para mi carrera porque fue ponerme en el pódium de una carrera emergente y que me llevó a trabajar con la Orquesta de la Radio de Frankfurt, y su director titular en la época, Paavo Järvi. Él se convirtió en mi mentor y en la persona que desarrolló mi técnica direccional.
P.Actualmente dirige la orquesta de Tucson, compaginándolo con la dirección en diferentes formaciones de todo el mundo. ¿Cómo se logra la sintonía perfecta en diferentes idiomas, culturas y personalidades?
R.Sinceramente, es una de esas paradojas de la humanidad. A veces nos cuesta comunicarnos para llegar a acuerdos digamos más “diplomáticos” o a otros más “mundanos”. Pero la música es algo que nos unifica sin ningún tipo de problema. Sobre todo la orquestral. Al estar dentro de un grupo, se produce la también paradoja de la sociedad: sin tan siquiera hablar, te comunicas a través de un instrumento y te entiendes perfectamente para alcanzar un fin general, que es lo más importante. Que la pieza de música funcione y la audiencia reciba esa energía. Los músicos incluso podemos tener visiones diferentes, pero el bien común es lo que prevalece. Te pongo por ejemplo: estuve dos semanas trabajando con la Orquesta Sinfónica de Galicia y su sección juvenil, con dos programas diferentes, y nos entendimos todos perfectamente. Después de esos 15 días, me fui a Estonia, y sucedió lo mismo. Con otro repertorio y otro idioma. Y ahora estoy en Tucson. Y sucede lo mismo. Lo que el músico busca siempre es llegar a un acuerdo que hace que la música funcione lo mejor posible.
“Hay un momento mágico en cada concierto: cuando domina la música y puedes oír como la gente te escucha”
P.¿Qué es lo que hace que un director se considere excelente?
R.Lo fundamental para un director de orquesta es la formación, el conocimiento de la música, de lo que quieres hacer con esa pieza musical antes de presentarte frente a la orquesta. Así como de importante es la capacidad de comunicar con tus gestos esas ideas, detalles y matices musicales, que harán que la pieza suene única. De ahí que en la técnica de dirección de orquesta la gestualidad es esencial. Todos esos elementos van de la mano.
R.Además, se le suma la capacidad de desarrollar la calidad del ensamble que tienes delante. Un director de orquesta siempre tiene que buscar sacar lo mejor de los músicos que tiene delante. El grupo orquestral tiene una cierta calidad que tú puedes potenciar. Al igual que un entrenador de fútbol. Él no está en el campo, pero de igual modo puede hacer que la calidad de los jugadores suba de nivel con una estrategia, con un impulso energético… al igual que un director de orquesta. Tiene que formar parte de esa simbiosis. No se trata de eliminar la voluntad de un músico es potenciarlo.
P.Personalmente, ¿qué es lo más gratificante?
R.Posiblemente el momento mágico que ocurre en un concierto cuando ya domina la música y hay conexión con el público. Se oye cuando la gente te está escuchando, aunque te parezca una frase ilógica (risas). Al igual que se siente cuando no hay esa conexión.
P.Echando la vista atrás, ¿se imaginaba esta trayectoria?
R.Sinceramente, nunca tuve límites. Desde la máxima humildad, siempre creí que podría llegar a donde yo quisiera en la forma positiva de ver la música. Con una ambición sana motivada por las ganas y el amor que siento por ella. De pequeño, puede que lo hubiese imaginado. Pero a día de hoy, lo sigo imaginando… No he perdido la ilusión de seguir haciendo lo que me gusta.
P.Si sigue con esa ilusión es que también hay proyectos por cumplir… ¿nos puede desvelar alguno?
R.Sigo soñando música. Y sigo soñando con dirigir orquestas en todo el mundo. También me hace ilusión seguir desarrollando mi repertorio, aunque hoy en día ya lo tengo bastante trabajado. Pero volver a “pulir” la superficie es algo que me hace mucha ilusión.
R.Seguiré en mi periplo en EE.UU. con la orquesta de Tucson y dirigiendo otras orquestas norteamericanos. Eso no quita la ilusión que me hace volver siempre a Europa, lugar que tampoco descarto como residencia de futuro, ya que fue ahí donde todo comenzó. En otro aspecto, me gustaría ahondar más en la ópera. Me gusta mucho y ya he hecho mis incursiones y puede que en un futuro gane más peso en mi profesión.
P.En estos tiempos ¿cree que la música envejece bien?
R.Envejece maravillosamente (risas). ¿Sabes por qué? Porque está más joven que nunca. Cuando sacas el arte, queda un enorme vacío. Pero nuestra misión no es esperar que la gente vaya hacia ti, sino que hay que acercar el arte a toda la gente. Hubo un tiempo en que la música clásica se veía como un “museo antiguo” y a un museo también hay que desempolvarlo, cuidarlo y darle vida. Pero hemos dado un paso firme y ha funcionado. Hoy por hoy hay mucha más curiosidad por las actividades artísticas y los artistas invierten mucho más tiempo en acercarse a la gente.
P.A modo de consejo ¿qué le diría a las personas que quieren dedicarse profesionalmente a la música?
R.Que hagan lo que hagan, que lo hagan con ilusión. Y si es la música, dedicarle el cariño y dedicación que te pones a ti mismo cuando te levantas cada mañana. Exigirse metas y objetivos, pero también disfrutar y ser amable con uno mismo.
P.Hemos hablado de medio mundo, pero hay un rincón de todo ese mundo que usted ha visitado que es muy especial: A Veiga, Carballeda de Avia.
R.A Veiga… ahí está mi padre que con 91 años ¡está mejor que yo! Siempre tuvimos conexión con el pueblo y pasamos muchos veranos en él con toda la familia. A día de hoy sigo regresando los veranos y para mí, Ourense es una joya. La joya de Galicia. Paisajes, gente, gastronomía, el vino… que, por cierto, mi padre aún cuida sus viñedos y elabora su propio vino. Y lo que más me gusta es el ritmo de la vida que está dictado por la naturaleza. Una naturaleza intensa, pero que también lleva un ritmo más lento que te deja saborear las cosas mucho mejor. Así que en agosto, allí nos vemos con un Ribeiro de por medio.
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