José Manuel Cancela, cinco Emmys y un tema para el OUFF
PORTADA DEL SUPLEMENTO VIDA
En la infancia de José Manuel Cancela queda el sonido de la gaita que despertó su frenesí por la música. En el camino, una brillante trayectoria que le llevó a recorrer el mundo como músico de gira de Celia Cruz. Más tarde, fueron Janet Jackson, U2 o Backstreet Boys los que contaron con su talento para formar parte del elenco musical. El 11-S y el destino de haberse quedado dormido en vez de coger el primer avión que se estrelló contra una de las Torres Gemelas le llevó a aparcar las giras y sumergirse en el mundo de la composición de bandas sonoras para películas, series, videojuegos y anuncios. Cinco Emmys avalan su trayectoria. Tras estos datos de vértigo, está la humildad, sencillez y agradecimiento de una gran persona que vio su sueño cumplido. Pronto lo veremos en la ciudad, presentando el tema que ha compuesto para el Ourense Film Festival y que interpretará la Xove Orquestra Ourensanía.
Pregunta. Su trayectoria profesional es de vértigo. Pero como todo tiene un principio, y a todos nos enamoran los principios de las historias, cuéntenos el suyo.
Respuesta. Yo nací en Hannover, Alemania, hijo de emigrantes gallegos, de A Coruña, pero cada verano regresábamos de vacaciones para ver a la familia y pasar un tiempo en el “fogar”. En una de esas ocasiones coincidió que en el pueblo de mi padre tocaba un grupo de gaitas. Cuando escuché ese sonido, tuve la sensación de como si metiese los dedos en un enchufe (risas). Sentí como una corriente recorrer mi cuerpo. Es difícil de explicar, pero fue como si aquello encendiese una llama dentro de mí y ya nunca más se apagó. Así que en ese momento comencé a insistir a mis padres, como lo haría cualquier niño ante el juguete más deseado, que quería tocar la gaita.
P. Y lo consiguió.
R. Bueno, yo de aquella tenía siete años y pensaron que, con mi edad, sería un capricho. Así que primero me compraron una gaita de juguete. De esas típicas que se venden en los puestos de “souvenirs” que rezan “Recuerdo de Galicia” (risas). Y con ella en el equipaje me volví a Hannover. Pero, eso no me valía, así que yo seguí insistiendo en la idea de que yo quería tocar la gaita.
P. Pero su insistencia tuvo recompensa y no tardó en comenzar a tocar la gaita. En Alemania.
R. En Hannover había un grupo gallego de gaitas y baile en el Centro Gallego y allí me planté un domingo. Era gente mucho más mayor que yo -siete años-, y cuando me vieron aparecer con la gaita de juguete… creo que les desperté una gran ternura. Así que Jaime Pardo y Ovidio Quintela, responsables del grupo Os da Ría, con toda su profesionalidad, me dieron una de las gaitas, de las “de verdad”. Recuerdo que era tres veces más grande que yo, que era más bien menudito. Pero decidieron que podía comenzar aprendiendo a tocar la flauta. Me enseñaron, y a las seis semanas estaba haciendo mi primera actuación.
P. Eso sí es tener un don.
R. Todo influye. Yo tenía el oído, las ganas y el ansia de aprender. Tanto es así que mis padres tuvieron que “soportar” horas y horas de ensayos en casa. No sé como no se volvieron locos con tanto “ruido” día y noche.
P. Es hasta cierto punto poético que fuese la gaita la que despertó su interés por la música. Y no una guitarra o el piano, por citar.
R. El poso de las raíces de la tierra. Nací en Alemania, pero llevo en todo mi ADN sangre gallega, así que supongo que no podría ser de otra manera.
P. Y llegó la hora de la formación más reglada.
R. Unos meses después de esa primera actuación, el profesor de música del colegio al que iba citó a mis padres para tener una reunión. Les dijo que no había duda de que tenía un muy buen oído y que quizá era buena idea buscar un futuro por ese camino. Y ahí tengo que agradecer a mis padres, allá donde estén, de que me apoyasen al 1000%. Consiguieron un instrumento, pagaron las clases, fueron flexibles para que pudiese ensayar a todas horas, me llevaban a conciertos… todo para que me empapase de todo lo relativo a la música. Creo que ellos sabían muy bien que, si quieres triunfar en ese mundo, tienes que ser muy bueno. No bueno. Muy bueno. Hicieron un gran esfuerzo. Y esa fue la principal razón por la que yo avancé tan rápidamente.
Comencé a estudiar piano, el repertorio clásico de grandes maestros de la música, en especial compositores alemanes. Y, a los 17 años, comencé también, paralelamente, a estudiar jazz, y a tocar en un grupo de flamenco pop. Con ellos tocaba los fines de semana en diferentes ciudades y descubrí lo que era ser músico profesional.
Cuando estaba a punto de finalizar los estudios, mi profesor de piano les dijo a mis padres que él no podía enseñarme más, pero que valía la pena que siguiese mi camino en el mundo de la música. Que me quedaba mucho por aprender y que sería capaz de dar mucho más. Les propuso la idea de que me fuese a Boston, al pretigioso Berklee College of Music. En mi vida había oído hablar de ese lugar. Pero mi padre apostó por mí y por esa oportunidad. Así fue como en 1994 hice las maletas y comencé una nueva etapa como estudiante de Berklee.
P. ¡Menudo cambio!
R. Aquello fue increíble. ¡Imagínate! De repente me encontraba rodeado de gente que estaba igual de loca que yo por la música. ¡Era fascinante! Me esforcé muchísimo en terminar la carrera en tiempo récord.
P. Con tan solo 23 años, una llamada volvió a cambiar todo.
R. Yo estaba experimentando ritmos, buscando aquel estilo musical en el que me podría sentir más cómodo, cuando un amigo -catedrático de la música latina- me ofreció ir en su lugar a una prueba en Nueva York. Al preguntarle de qué era, me dijo que era música tropical. Yo de ese estilo tenía un conocimiento básico, pero lo que sí sabía era leer cualquier partitura por mi formación. Así que me lancé y fui a la prueba. Una vez realizada, el gerente de Sony me pidió que fuese a su despacho que había alguien que me quería conocer. Al cruzar la puerta me encuentro con un hombre cubano de más de 2 metros de altura, impecablemente vestido. No tenía ni idea de quien era. Me preguntó si quería trabajar, a lo que indudablemente dije que “¡claro!”. En ese momento también quiso saber si lo recocía.
Me dijo que era Pedro Knight. Yo seguía sin caer, como si me dijera cualquier otro nombre. “Igual sabe quién es mi mujer. Mi mujer es Celia Cruz”. Así que estaba ante el trompetista y manager de la “reina de la salsa”. Fue hacer la prueba y ya en aquel mismo fin de semana comencé a irme de gira por todo el mundo con Celia Cruz y su grupo.
P. Si uno nunca sabe…
R. Lo curioso es que, fíjate lo que son las cosas, cuando era pequeño y estaba en el “tacatá”, mi niñera preferida era el tocadiscos. Y lo que más sonaba eran un vinilo de Celia Cruz que tenían mis padres.
P. No sé si podría contarnos cómo fue trabajar con un mito cómo fue Celia Cruz.
R. Fui muy afortunado porque Celia Cruz fue una gran maestra para mí en todo. No solo en cómo ser un gran artista o cómo actuar, si no en cómo ser persona. Tener la humildad como una de las principales virtudes. Ella siempre era uno más de la manada. No destacaba. Era como cualquiera de nosotros. Y una fuente inagotable de alegría.
Me enseñó a ser un profesional, a subirnos al escenario aunque el mundo se hubiese desplomado ante tu cabeza, porque había gente que te estaba esperando para hacerle vivir un momento de alegría.
Y no puedo pasar por alto lo mucho que Celia Cruz cuidó de mí. Me refiero al aspecto de que yo no cayera en la parte más “oscura” del mundo de la música. Es un fino filo en el que en cualquier momento puedes tropezar y caer del lado malo. Cuando estás sobre el escenario, viendo a miles de personas vibrar contigo, tienes que tener la cabeza muy asentada para que, al bajarte, no desviarte y perder el norte. Me enseñó tantas tantas cosas…
P. Mil y un aprendizajes, y supongo que mil y una anécdotas.
R. Fueron tantos conciertos. Por citar alguno, recuerdo el estadio de Maracaná, Río de Janeiro, con más de 120.000 personas en el estadio. Habían declarado incluso el Estado de Emergencia en la ciudad y llamar al ejército. O en Japón, donde yo desconocía totalmente que Celia Cruz fuese tan adorada. En uno de los conciertos en ese país recuerdo que llamó al escenario a un joven, “a mi gran amigo Hiro, la voz de Cuba”. Así, vemos subir a un japonés, con los rasgos típicos nipones y, cuando coge el micrófono, escuchas cantar en un perfecto cubano. Como el más cubano de los cubanos (risas). Nos quedamos todos impresionados y descolocados. Era como cerrar los ojos y escuchar algo que, al ver, no te coincidía con la imagen. La explicación era que su padre era cubano y él había crecido en Cuba.
P. No fue solo músico de gira con Celia Cruz.
R. También toqué junto a artistas como U2, Backstreet Boys, Janet Jackson o Chick Corea.
P. Después de viajar por el mundo, dio un giro a su vida dedicándose a componer. ¿Qué le llevó a ello?
R. El 11-S. Esa fatídica fecha que no necesita más explicación. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas. Yo estaba de gira y tenía que coger un vuelo a Los Ángeles. Por razones que a día de hoy sigo sin entender, me quedé dormido. Me quedé dormido y no pude coger el avión. El avión que se estrelló contra una de las Torres Gemelas. Contra la primera torre. Pasaron cuatro horas durante las que la gente, mi gente, pensaba que estaba. Ese día murieron muchos de mis compañeros muerto -un relato que narra con un hilo de voz y la emoción aún latente-. Ese miedo, esa sensación de que el mundo estaba cambiando me hicieron ver que yo quería otra cosa.
Mi compañero de Berklee era compositor y en ese momento estaba trabajando en la banda sonora de una serie que iba de médicos, con algo de drama, comedia, amor… lo que acabó siendo “Anatomía de Grey”, y de tanto mirarlo a él, pude ir viendo cómo se trabajaba a la hora de componer para algo audiovisual.
P. ¿Cuál fue su primer trabajo como compositor?
R. Un spot publicitario para la marca “Gatorade”.
P. Entiendo que las sensaciones fueron buenas.
R. Me encontré muy cómodo y me enamoré del momento en el que la música y la imagen se dan la mano para caminar juntas, perfectamente compaginadas. Entonces decidí ahondar más y a estudiar composición para el audiovisual.
P. ¿Cómo definiría la importancia de la música en el audiovisual?
R. Creo que, personalmente, el actor puede decir mucho con su diálogo o una mirada o gesto; el cámara puede grabar perfectamente la dinámica, el paisaje, la acción… pero creo que los compositores, en cierto modo, tiramos de los hilos emocionales. Yo creo que si nosotros hacemos nuestro trabajo correctamente, hacemos que el espectador se pierda en la experiencia, olvide por un momento la realidad, y se deje llevar a esa historia que está viendo.
P. Ha puesto la banda sonora a series, películas, videojuegos, publicidad… ¿alguna que nos pueda indicar para tener de referencia?
R. La oportunidad que me lanzó al mundo fue el documental “Rize” (2005) en el que muestra el fenómeno del “krumping”, un baile surgido en las calles de South Central en Los Ángeles. Estaba trabajando en él un amigo y yo me ofrecí a hacer la banda sonora porque me pareció algo tan humano. Ver a chavales, en una zona con altos índices de criminalidad, haciendo batallas de baile para combatir esa problemática.
Después de eso… para el programa “Gordon Ramsay: Fuera de carta”, del prestigioso chef que colabora para transformar negocios en crisis; la serie “Hanna Montana” de Miley Cyrus; las películas “Focus: Maestros de la estafa” protagonizada por Will Smith y Margot Robbie, “Creed: La leyenda de Rocky”; el documental “Hala Madrid”; para la serie documental “The Last Narc” sobre la muerte en 1985 del agente estadounidense de la DEA, Enrique Camarena; el videojuego “The Matrix: Path of Neo”…
P. Supongo que a nivel personal es muy satisfactorio.
R. Creo que los momentos en los que un creativo, un productor, un director, te dice, “lo dejo en tus manos. Haz la banda sonora para este proyecto”. En ese momento en el que te dejan probar y experimentar cosas, apelando a tu trayectoria, incluso pudiendo fracasar cuando ves la idea con la imagen, sabes que has hecho las cosas bien. Yo he trabajado con mucha gente que me ha dado esa libertad, esa oportunidad, esa posibilidad de buscar una perspectiva nueva de cómo enfocar las emociones del amor, de la tensión, del horror, del drama… de cualquier dinámica que se puede plasmar en el cine. Eso ha sido muy satisfactorio: poder trabajar en un lugar donde puedes aportar una perspectiva nueva.
P. Y llegaron los premios. Nada más y nada menos que cinco Emmys. ¡Quién se lo iba a decir al niño que se llevó una gaita de juguete de “souvenir” para mitigar su ansia de tocar!
R. Nunca me lo imaginé. Yo, como todos los artistas, sufro del “síndrome del impostor”. A veces me cuesta comprender cómo he llegado aquí. Creo que, en algún momento dado, debí de conseguir la melodía correcta, con el acompañamiento correcto, en el momento correcto, con el programa correcto, con la película correcta… y así fue mi trayectoria.
Entiendo perfectamente que existen compositores mucho mejores que yo y que no han tenido estas oportunidades. Así que, muchas veces pienso que es fruto de estar en el sitio correcto, en el momento correcto, con la gente correcta. Me considero muy afortunado.
P. ¿Qué es lo más complicado de componer?
R. Dar una perspectiva nueva a una emoción. Estamos atados a 12 notas musicales. Unas notas que llevan miles de años siendo las mismas. En nuestras manos está el interpretar algo con una perspectiva nueva, una melodía nueva, un acompañamiento nuevo, un estilo nuevo… Una nueva manera de enfocar temas que son más viejos que el tiempo. Tenemos que decir algo nuevo y fresco con algo que ya hay.
P. El proceso de creación debe ser muy intenso.
R. Son muchas horas de dedicación y trabajo. Así que tengo que aprovechar para agradecer el apoyo de dos personas muy importantes en mi trayectoria: mi pareja Begoña y mi hijo Mateu. Ellos son mis fuentes de inspiración y mis pilares. Es muy bonito contarlo de esta manera, ver la carrera, los premios, los éxitos… pero lo que la gente no ve es que el creativo, en mi opinión, vive en un triángulo entre la locura, la paranoia y el miedo. La locura de que se le acaba de ocurrir una idea y la tiene que inmortalizar inmediatamente. Aunque la comida esté en la mesa y los suegros estén esperando (risas); la paranoia, no vaya a ser que se me olvide la idea porque es buena, y el miedo de “a ver si mañana me despierto y la idea es una tontería”. Y eso un día tras otro. Y la gente no ve el caos que la gente que convive con nosotros tiene que soportar. Así que tengo que agradecer a mi pareja y a mi hijo que estén ahí con su infinita paciencia.
P. ¿En sus creaciones deja entrever el ADN gallego?
R. Yo si veo un huequito, rápidamente meto el sonido gallego donde sea (risas). La pandereta, la gaita, la concha de la vieira -dice. cogiendo una concha que tiene a mano en su estudio de Los Ángeles-. Reconozco que muchas veces incluyo los sonidos sin que la gente sea totalmente consciente de ello.
La gente siempre se queda impresionado por esos instrumentos “raros”, que no suelen ver en el día a día. Y yo les digo que es “el ingrediente secreto”. A veces me preguntan qué instrumento es ese, y yo les digo, “no te preocupes, está bien ahí donde está” (risas).
P. ¿Cuándo está finalizada una composición para usted?
R. ¡Nunca! (risas). Lo que me salva son los plazos de entrega, si no daría vueltas eternamente. Soy muy perfeccionista. Pero lo bonito de la música es que siempre está evolucionando. Y lo que un día compuse, hace 20 años, ahora me doy cuenta que lo haría de otra manera.
P. Hablando de creaciones, y acercándonos a Ourense, está la composición este año del tema del Ourense Film Festival.
R. Tenía contacto con Óscar Doviso y Marcos Vázquez director artístico y técnico, respectivamente, del OUFF por un proyecto anterior. En el momento en que asumieron la dirección del Festival me propusieron la creación de un tema principal nuevo. Y no lo dudé.
Ellos me dieron unas pautas muy claras y detalladas a la hora de trasmitirme su visión. Querían una obra que recordara al cine de toda la vida. Esas experiencias en el cine de cuándo éramos niños y disfrutábamos en una sala de la experiencia de ver una película en la pantalla grande, sin distracciones. Con esa idea compuse el tema y ahora solo queda esperar al estreno.
P. El día 28 de septiembre lo descubriremos.
R. Ese día dirigiré a la Xove Orquestra Ourensanía para interpretar el tema en el Auditorio. Eso sí, habrá un pequeño adelanto en la sesión inaugural, el viernes, día 26.
P. Una buena excusa para acercarse a Galicia y a Ourense.
R. ¡Muy buena! Aunque no hay año en que no hagamos escapada a Galicia. Vivir en Los Ángeles es como vivir en “quinta marcha”. Llegar a Galicia es bajar a “segunda”. Y creo que es algo muy necesario. Disfrutar del tiempo con calma, con una buena charla, una comida con una larga sobremesa, saludar a los vecinos, visitar lugares sin mirar el reloj… Creo que es mucho más sano para cuerpo y mente. Vivir algo más despacio.
P. ¿Nos puede desvelar algún proyecto a corto plazo?
R. Estoy trabajando en la banda sonora de una comedia romántica que se va a rodar en Oaxaca, México. Será mi primera comedia romántica en la que tendré que fusionar la música tradicional del país azteca con la Orquesta Sinfónica de Galicia. Un reto.
P. Finalmente, porque es necesario poner un punto final a la entrevista, ¿qué enseñanza transmitiría fruto de su trayectoria y experiencia?
R. Si tienes un sueño, ten la valentía de luchar por el. No importa el sueño que sea. A lo mejor eres el próximo Messi. O el nuevo Salvador Dalí. O la sucesora de Isabel Allende. El siguiente Alberto Iglesias. No importa el sueño. Pero ten la valentía de luchar y aceptar los sacrificios y altos y bajos que estés viviendo para poder llegar a el. Esa ha sido la gran lección que he aprendido a lo largo de mi vida y que pienso transmitir en mi tercera parte de la vida: la primera fue aprendizaje, la segunda ejecutar y, la tercera, devolver. Y ese es uno de mis sueños. Devolver todo lo que he aprendido a mi “terriña” y a mi país para que, una vez yo no esté, la música y los compositores españoles sigan dejando huella.
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