ÁGORA ECONÓMICA

¿Son los genéricos la solución para controlar el gasto farmacéutico?

birth control pills with euro coins over a white background

El control del gasto en medicamentos debe entenderse más allá de la aplicación de un copago a los consumidores. Como se ha señalado hace dos semanas en este mismo medio, la aplicación de un copago no es fácil y se deben explorar nuevas medidas, entre ellas, los medicamentos genéricos.

RENTA PRECIOS Y DEMOGRAFÍA

Sin duda, el aumento de la demanda de fármacos y el consiguiente efecto sobre las dotaciones presupuestarias, es uno de los problemas que se deben resolverse a nivel sanitario en general y farmacéutico en particular  ¿A qué responde este aumento de la demanda de asistencia farmacéutica? En líneas generales, este incremento se debe al aumento de la renta por habitante que ha permitido un mayor acceso privado a los fármacos, el desarrollo de nuevos hábitos sobre los medicamentos, que puede haber provocado que el medicamento se haya convertido un bien de consumo, la gratuidad parcial de las medicinas que puede suponer, en ciertas ocasiones,  un consumo poco responsable, y la introducción de nuevos fármacos a un precio cada vez mayor, que dispara notablemente el gasto en fármacos.

Además, del incremento de la demanda de productos farmacéuticos, la segunda causa que explica el aumento del gasto en medicamentos es la subida de su precio, en especial de aquellos de reciente implantación, que suelen ser mucho más caros. Los precios más elevados de los nuevos productos provocan que las cuentas públicas (y también las familiares) tengan que soportar anualmente un pago mayor de medicamentos, a pesar de la aplicación de medidas públicas que tratan de reducir el margen de beneficio de las farmacias y del sector farmacéutico.

Este aumento de los precios también encuentra su justificación en el tipo de producto que se fabrica. La mayor parte de los fármacos comercializados son monocomponentes, esto es, se trata de medicamentos con un único principio activo. Destaca, asimismo, que de todas las nuevas especialidades farmacéuticas, únicamente el 10% contenían nuevos principios activos y de estas, solo la mitad son calificadas por las autoridades sanitarias como fármacos innovadores.

El envejecimiento de la población es la tercera variable que está provocando dificultades para controlar el gasto farmacéutico, especialmente si tenemos en cuenta las proyecciones futuras realizadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE) para nuestro país. En base al Censo de Población y el Padrón de Habitantes del INE, España será el país desarrollado con una población más anciana en los próximos treinta años. Se espera que para la mitad del siglo XXI el 43% de la población en España sean personas mayores de 60 años, frente al 35% de Alemania o el 31% de Francia. Este proceso de envejecimiento demográfico ya se comienza a notar, pero los principales efectos, serán a partir del 2040, cuando se haya jubilado toda la generación del baby-boom.

En consecuencia,  el efecto demográfico tendrá una especial incidencia en el caso español. A partir de las proyecciones del INE resulta complicado establecer mecanismos de contención del gasto farmacéutico, especialmente cuando es el principal beneficiario del servicio de asistencia farmacéutica es el colectivo que más va a aumentar en los próximos años.    

Se podría pensar que para reducir la factura farmacéutica, tanto pública como privada, sería conveniente aumentar la liberalización del mercado farmacéutico, sin embargo, el sector farmacéutico español desaconseja cualquier medida en este sentido, ya que es de la opinión de que estimularía aún más el consumo de medicamentos. Por el contrario, las organizaciones de consumidores vienen defendiendo que una mayor liberalización del sistema de ventas de medicamentos, se traduciría un mayor nivel de competencia, con la consiguiente reducción de los precios. 

SUSTITUCIÓN POR “MARCAS BLANCAS”

La introducción de nuevos fármacos ha venido acompañada de un aumento de los precios, en parte por las mayores exigencias de la inversión en Investigación, Desarrollo e Innovación Tecnológica (I+D+IT) en la industria farmacéutica, que, como es natural, ha repercutido estos importes sobre los costes de producción. Algunas actuaciones públicas han tratado de frenar esta situación, en especial, la introducción de los medicamentos genéricos y los precios de referencia. 

Los medicamentos genéricos son conocidos popularmente como “marcas blancas” y pueden suponer un importante ahorro para el erario público y las familias. En España las patentes para fabricar medicamentos caducan a los 20 años, de forma que tras este período, cualquier laboratorio puede fabricar un producto similar, pero bajo otra denominación. El genérico se trata de un medicamento más barato, pero con la misma composición que otro fármaco similar. Para que funcione es necesario que toda la publicidad de un fármaco incluya su denominación genérica, con el objeto de facilitar la sustitución por una opción más económica. Además, hay que garantizar que la publicidad no debe implicar que el genérico sea de menor calidad que un medicamento de marca. Para ello es imprescindible demostrar la bioequivalencia entre estas dos posibilidades y, paralelamente, desarrollar listas sustituibles de fármacos.

Otras actuaciones para potenciar los genéricos, desde la óptica de la industria farmacéutica, sería la aplicación de menores impuestos para aquellas empresas que produzcan genéricos (por ejemplo, a través de una deducción fiscal) o la reducción de los tiempos y costes en los procesos de registro de fármacos para quienes apuesten por esta vía. Respecto al colectivo farmacéutico se podrían pensar en permitir a sustitución de un medicamento de marca, por otro genérico. En relación al colectivo médico, es vital concienciar a las asociaciones profesionales de la necesidad de la prescripción de genéricos. En relación al paciente hay que realizar campañas de concienciación sobre el uso y los beneficios de los medicamentos genéricos. Como se puede comprobar, hace falta una política integradora si realmente se quiere apostar por el genérico.

DIFICULTAD PARA FRENAR EL GASTO

Sin embargo y a pesar de las medidas llevadas a cabo para reducir el precio de los medicamentos, el Ministerio de Sanidad señala un encarecimiento continuo en el precio de los fármacos, que ni tan siquiera se ha podido frenar con los genéricos. Además, este aumento de los precios se ha producido especialmente entre los medicamentos más caros (entre 6 y 30 euros), mientras que los más económicos (inferior a los 3 euros) han reducido su crecimiento.

Aunque el objetivo de reducir los costes de fabricación, propio de los genéricos, es aceptado por los gobiernos, fabricantes y farmacéuticos, la utilización de fármacos genéricos en España sigue siendo reducida, si nos comparamos con otros países de nuestro entorno. Así, en 2008, el gasto en genéricos sobre el total del gasto en medicamentos fue del 8%, aunque mejoró este resultado para 2012, con un 18%. Aún con todo es una cifra muy alejada del 41% de Austria o el 37% de Alemania o del 24% de media de la UE-22.  

No debemos olvidar que el mercado de los genéricos se mueve en función de la caducidad de las patentes. Así, tras finalizar la vigencia de la patente cualquier otra empresa puede comercializar el producto bajo su nombre químico. Esto se traduce en un significativo ahorro de costes, especialmente de I+D+IT, lo que permite que el precio del genérico sea mucho menor que el comercializado bajo una determinada marca. 

En relación a otras alternativas, como las listas de exclusión, que suponen la no financiación púbica de cierto tipo de fármacos, los genéricos permiten la completa libertad de prescripción al colegiado, ya que no excluyen a ningún producto de la financiación pública. Esto supone también un importante ahorro para el paciente, que no debe pagar el importe total del medicamento de su bolsillo.

Sin embargo, optar por el genérico no siempre es viable. Por ejemplo, puede no ser posible la contención de los costes aunque haya caducado la patente del medicamento de marca, ya que sigue resultando muy cara la producción de ese medicamento. En otras ocasiones, el ahorro puede ser temporal. Otras veces es posible que este instrumento solo se aplique sobre una parte del mercado, que es la menos responsable del aumento del gasto farmacéutico, mientras que no se actúa sobre aquella otra parte que está provocando realmente el crecimiento del gasto. En tercer lugar, es probable que las empresas puedan responder con el aumento de precios de otros productos para los que no existe un medicamento genérico, lo que diluye el ahorro conseguido. En cuarto lugar, es posible que el sistema trate de controlar los precios, pero no consiga frenar el crecimiento del número de medicamentos genéricos prescriptos o la estructura del consumo, ya que se trata de una demanda inducida. Finalmente, el desarrollo inicial de un fármaco no es barato y hace necesario una fuerte inversión en I+D+IT, lo que dificulta la aparición de nuevos productos farmacéuticos, que con el paso del tiempo, pueden convertirse en genéricos, pero en algún momento hay que dar el primer paso en la creación del producto. Y si los costes son elevados, no habrá ni nuevo producto, ni un posterior genérico.

Por lo tanto, no existe, y nunca mejor dicho cuando se habla de medicamentos, una receta mágica para la contención del gasto en fármacos. Desde luego, los medicamentos genéricos pueden ayudar, y mucho, a la consecución de este objetivo, pero como cualquier medida económica, deben valorarse adecuadamente las ventajas y limitaciones de su aplicación.

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