Opinión

Desenterrando memorias: Carlos Casares

Carlos Casares se presentó como diciendo «aquí estoy yo». Llegó a Providence a media mañana, acompañado de Alfredo Conde, de aquellas conselleiro de la Xunta. Llegaba en representación del Consello da Cultura Gallega y a propuesta de Ramón Piñeiro, quien le había sugerido su asistencia en el Segundo Congreso de la Asociación Internacional de Estudos Galegos, que tendría lugar en Brown University, noviembre,1988. Carlos clausuraba el congreso con una ponencia plenaria sobre Vicente Risco. Clara, lúcida y hasta amena.

E iniciaba sus andanzas por tierras del Este norteamericano, dispuesto a echar una mano a la recién fundada Asociación como director de la Editorial Galaxia, y de la revista Grial. El galleguismo de la zona en pleno. Y no menos la presencia de figuras de talla internacional. De la Universidad de St. Andrews, Catherine Davies, con una excelente monografía sobre Rosalía de Castro, Elvira Souto de Santiago de Compostela, María do Carmo Henríquez, de Ourense, José Luis Varela, de Texas, et alii. De aquellas, yo ocupaba la cátedra Duncan McMillan en Humanidades, de Brown, y la dirección del Department of Hispanic Studies. Y había iniciado un convenio de intercambio con la Universidad de Santiago de Compostela. 

Como hijo de Maestro Nacional, exseminarista, procedente de las tierras de Limia, Carlos era muy dado a recordar anécdotas vividas de la aldea. Coincidimos contándonos experiencias en común. En mi caso, también Maestro Nacional, también destinado en una aldea cercana a Villar de Barrio (1963), y a otra no lejos de Viana do Bolo, donde Carlos pasó una breve temporada como profesor. Y los dos orensanos con amigos en común. Uno de ellos, Antón Risco, hijo de Vicente Risco, con quien mantuve una activa correspondencia profesional. Terminó sus años en la Universidad de Laval, en Québec, Canadá. Coincidíamos en que una lengua y una cultura para que se mantenga muy activa en el tiempo, y adquiera prestigio internacional y como herramienta de investigación científica, debía tener el apoyo institucional y académico dentro y fuera de su ámbito espacial. 
Había un precedente. La North American Catalan Society que, en 1978 se funda en la Universidad de Illinois.

La avalan una cadena de coloquios: en Yale, (1980), Universidad de Toronto (1983), Berkeley (1993) e incluso Brown (2001). No solo lengua y cultura catalana; también historia, filosofía, artes escénicas, eran las disciplinas objeto de estudio. Otro gran impulso fue la Catalan Review: International Journal of Catalan Studies. Y sobre todo, la concesión del premio Ramón Llull del Institut d’Estudis Catalans. Y en 1998, la Cruz de Sant Jordi, fue el más alto reconocimiento. Y detrás un gran proyecto: traducir al inglés los textos canónicos de la literatura catalana. Al frente mi colega de Brown, Eric Bou.
En 1985, la norteamericana Kathleen March, apoyada por Ramón Piñeiro, presidente del Consello da Cultura Gallega y por Carlos Casares organizó el primer congreso de la Asociación de Estudos Galegos (Galician Studies Association), siendo elegida como presidenta. El siguiente congreso, celebrado en Brown, se amplía con el nombre de Asociación Internacional de Estudos Galegos. El objetivo era idéntico: promocionar e impulsar el estudio de la lengua y cultura gallega en el mundo académico anglosajón, con proyección internacional. Las Actas del congreso celebrado en Brown vieron la luz en la Editorial Galaxia. Le deben a Carlos Casares su inicial impulso. 

El tercer congreso de la Asociación Internacional de Estudos Galegos tuvo lugar en Nueva York, en Hunter College, con una presencia masiva de conferenciantes llegados de Santiago de Compostela. Xan González Millán, organizó el congreso con gran éxito. Lo clausuró Alonso Montero con una ponencia sobre el galleguismo transatlántico. Se publicaron las Actas y se planificó la publicación de una revista académica, de rigor científico, sólida: el Anuario de Estudos Literarios Galegos. Al frente Xan González Millán y Carlos Casares con la editorial Galaxia. El siguiente congreso en Oxford (1994) al frente de John Rutherford y de Benigno Fernández Salgado fue otro gran espaldarazo. Se publicaron sus actas (1997) y se estableció el Oxford Center for Galician Studies. Destaca de modo especial el celebrado en La Habana con una presencia máxima de ponentes becados por la Xunta, que se perdieron por La Habana, sin apenas asistir a las sesiones del congreso. Dada la gran afinidad cultural las autoridades académicas encargadas en la organización se volcaron en una esmerada atención. 

Mi último encuentro con Carlos Casares fue en la universidad de Valencia, en un congreso sobre nacionalidades literarias, invitado por Arcadio López Casanova. Teníamos un amigo en común: Carlos. Su muerte prematura me llegó como un jarro de agua fría. Y no menos la de Xan González Millán, con apenas cincuenta años, en un accidente de coche, con su mujer Esperanza Canedo al lado (2002). Su tesis doctoral sobre Álvaro Cunqueiro lo había consagrado como un gran galleguista. O Grove, de donde era natural, le dedicó un emocionante homenaje. Tanto la Asociación Internacional de Estudos Galegos como su Anuario quedaron heridos de entusiasmo ante la trágica ausencia de Carlos y Xan.
In memoriam. 

(Parada de Sil)

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