Opinión

Local canalla

Quedé sorprendido. Este hombre lleva cuarenta años recorriendo todos los caminos, diciendo sus versos ingeniosos y certeros. Y me lo encuentro en la sala probando sonido para su actuación: allí está en el escenario, nervioso, casi tembloroso. Vamos, como un novato, como si fuese su primera actuación. Tan vulnerable que daban ganas de abrazarlo.

Hablo de Javier Krahe, músico de culto, muy querido por la peña. Probablemente el último artista de su generación, al que podríamos llamar auténtico.

Miro el fondo del vaso mientras espero que termine. Recuerdo cuando le conocí. Era el 79, años convulsos en Madrid. Las calles presentían la fiesta que fue después la “movida”. En los garitos del foro comenzaron a actuar los cantautores. Ah, la tribu de extrema derecha quería tomar las calles. Salían en gavillas con camisas azules y bates de béisbol a la caza del “progre” y del “rojo”.

Hubo momentos en que las cosas se pusieron serias. Estallaron bombas y algunos locales, sobre todo en la calle Libertad, saltaron por los aires.

Allá, en la zona de Tirso de Molina, se abrió el primer local “canalla” de música en directo. Allí nació la leyenda de Javier Krahe, Joaquin Sabina y Alberto Pérez. Aquel mítico disco que hicieron los tres: “La Mandrágora”. Yo los vi actuar algunas noches, actuaron allí casi tres años. Andaba por el local otro artista olvidado: Chicho Sánchez Ferlosio, hermano del escritor.

Eran noches subversivas. Allí clamamos contra la OTAN y creímos en Tierno Galván.

Estoy en la barra con Javier Krahe. Le digo, siempre te negaste a ser una estrella. Me cuenta: “Quizás el destino. Mira, una noche en los 80 me dijo Joaquin Sabina: 'Yo quiero hacer un gran concierto y ser talonero de Bob Dylan'. Me quedé pensativo, le di un trago largo al vaso y respondí: 'A mí lo que me gusta es actuar en bares y locales como éste, el resto todo es vanidad, paso”.

(“¿Madrid, me preguntas? Ahora no me gusta nada, incluso huele mal. Tenemos una alcaldesa que nadie eligió. Bueno, es España entera la que no me gusta. Todos estos años han sido una tomadura de pelo”. Javier sonríe y canturrea: “No quiero ser cola de león/ ni cabeza de ratón./ Lo que quiero ser es diente de ajo”.

Le digo, estudiaste muchos años en el elitista colegio “El Pilar”, debes ser la oveja negra, todos han salido ministros y así. Se ríe Krahe: “¡Qué va!, salió uno que me supera con creces: el Jarabo”.

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