Opinión

Examen final

Manda narices que tenga que salir uno, tan limitado literariamente, a la palestra pública ourensana para reivindicar a un escritor de la tierra digno de admiración y al que reseñan en Babelia o el ‘Cultural’ de La Vanguardia tipos importantes en el mundo de las letras como Juan Goitysolo o Masoliver; manda narices que tenga que salir debido al silencio de otros. Sorprende que aquí, en nuestro Ourense común, el de Chesi, ustedes y yo, el de todos Nós, ningún cultureta oficial, bien de la ourensanía, bien columnista de pro, haya caído en la cuenta de tener entre nosotros a un tipo como Chesi, escritor maldito, perdón, quería decir magnífico. Cuando no lo tengamos (Dios quiera que falten milenios) vendrán nuevos culturillas o ladrones de palabras (como llama Oroza a algún fantasma de la prosa poética) a reivindicarlo como vecino del mismo modo que ahora hacen algunos con ‘otros grandes’ del pasado, que ‘entonces’ pasaron sin pena ni gloria inadvertidos para sus conciudadanos del momento. Siempre el mismo ninguneo cutre, ¿por envidia?, de ahí mi osadía de meterme en el mundo de la crítica literaria sin ser nada experto; pero es que no quiero ser cómplice del silencio malo ni de ningún tipo de enanismo, por lo que aquí proclamo públicamente mi admiración por el cercano escritor Chesi. Su última novela es, simplemente, ¡genial! ¡Ay, quien pudiera ser mecenas! para liberarlo de la Administración y así pudiera exprimir su talento a tiempo completo, dándonos más frases, oraciones, párrafos, capítulos, libros enteros. Visto lo visto, quiero animar a quien me lea a que compren esta novela y se den a su lectura para experimentar como entra la letra además de con sangre con verdadero placer. Con algo de sangre sí, claro, pues Examen Final exige un esfuerzo mínimo al lector no acostumbrado a la introspección y monólogo interior de corrido en párrafos sin demasiados puntos aparte, ni diálogos continuos o acción en la trama como debe escribir –me imagino- su antagonista de ficción Giner de los Ríos, claro triunfador del valor ‘a lo Belén E.’ de la narración.
Un personaje de la novela se pregunta de qué podía, de que debía hablar la literatura hoy. Lo tienes claro, del dolor, de tu dolor.  Mucho dolor que purga el autor con la lavativa inmejorable del humor, mucho humor, mucho reírse de uno mismo y las miserias de nuestra condición humana. En este sentido resultan insuperables ciertos episodios de la novela, como cuando el protagonista hace coger una curda mortal a la cucaracha Esther Morillo; o cuando cuenta la visita a la pensión del protagonista de un tal Aser con bandurria que hace sonar como un camión de recogida de basuras; o la recurrente llamada en las noches más estrelladas a teléfonos particulares como si fuera la funeraria Sol  Poniente, inexistente.
Desde luego, este Examen Final lo pasa Chesi con sobresaliente, no en vano son ciento treinta páginas curradas en las que a mi parecer no sobra ni una coma, ni una conjunción, adjetivo o nota, ciento treinta que se hacen cortas. Además, a mí me pasa con Chesi lo que no me pasa con otros, que ciertas frases reiterativas que asoman intencionadamente en distintas páginas, y que en cualquier otro podrían parecer de corta y pega, se hacen distintas según donde vayan a parar, frases repetidas que solo en él se leen como un mantra que sirve para mantener el mismo tono e hilo emocional de todo el libro. Emociona hasta el final, donde el destino incierto cabe en simple maleta y sigue camino el derrotado abandonando una roca cual mejillón hacia donde quiera que lo lleven veintisiete palabras que lo persiguen desde el inicio de la novela: ‘Confiésalo: te obsesiona esa imagen. No te ves caer: sólo tu cuerpo estrellado contra el capó del coche. Tu cadáver encima de un coche de color rojo.’
Confieso como lector de Chesi que siento siempre cierto temor que la siguiente novela me defraude un poco debido al listón alto que marcó la anterior, algo así como puede suponer superar el último record alcanzado en salto de altura, pero igual que en la disciplina deportiva resulta que viene otra y salta sobre la anterior, por lo que solo cabe aplauso y admiración. ¡Grande!

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