Opinión

Está como una cabra

Tercera o enésima, ya no sé, entrega sobre lo mismo.

 El último comunicado desde Bruselas del destituido presidente de la Generalitat revela lo que sospechábamos: que está como una cabra, como aquellos locos de las antiguas comedias televisivas que se creían Napoleón. Claro que aquellos personajes no hacían daño a nadie, se limitaban a saludar cortésmente, afirmar que eran quien no eran y mantener la mano derecha dentro de la casaca para calmar el dolor de la úlcera gástrica que Napoleón padecía pero ellos no.

 El caso de Puigdemont es distinto, su locura consiste en creerse el presidente de la Generalitat, hacer el mayor daño posible a todos e intentar conseguir que la úlcera gástrica la tenga Rajoy, aunque mucho me temo que al final va a ser Rajoy el que le va a hacer tragar al expresident una sobredosis de Omeprazol de las buenas.

 Una sobredosis de las buenas es lo que tenemos todos los españoles y gran parte de los catalanes, solo que la nuestra es una sobredosis de información acerca de ese independentismo tan chiflado que defienden el expresident y sus secuaces. Yo ya he dejado de ver telediarios y especiales informativos en la tele sobre el tema. Me ponen mal del estómago. Ahora solo veo series tipo "Pasión de Gavilanes", "Yo soy Betty la fea" y "Amarte así, Frijolito", resultan mucho más instructivas y edificantes que las noticias.

 Además Puigdemont se está convirtiendo a toda velocidad en aquel personaje de chiste que va conduciendo por la autopista en dirección contraria, al que la policía se lo advierte por megafonía desde un helicóptero y el hombre protesta indignado: ¡joder, en dirección contraria van todos! El caso es que el tipo, me refiero al expresident, se la va a pegar y acabará matando a alguien. 

 No sé si se habrán dado cuenta ustedes pero los conductores suicidas de las autopistas nunca mueren ellos, siempre mueren los otros. Yo lo sé porque me fijo. Y me fijo porque hace años tuve un íntimo amigo que murió con otras cuatro personas de otros coches en uno de esos accidentes (!) en las proximidades de Valladolid. Pero el suicida salió ileso. Siempre salen ilesos. Son como esos salvajes asesinos que matan a su mujer y a los niños y acto seguido intentan suicidarse, pero nunca consiguen esto último. Es misterioso ¿no creen?

 Lo fascinante de Puigdemont es que él no pretende estrellarse contra unos pocos desconocidos en una autopista. Él pretende estrellarse, y lo va a conseguir, contra varios millones de catalanes y contra un número indeterminado pero bastante más alto de ciudadanos de otras comunidades autónomas de España, así que si los sumamos a todos serán unos cuarenta y tres millones de personas.

 Cuando empezó esto muchos articulistas emplearon la expresión "choque de trenes" como una metáfora de la situación. Pero esto no va a ser un choque de trenes, sino el choque del triciclo infantil de Puchi contra un Boeing 747.

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