Opinión

Una rara historia

Una rara historia de Santiago de Compostela, contada por una especie de ¿Peter Jackson?, es lo que me pareció oír el otro día por la tele en la retransmisión de los Fuegos del Apóstol. Y aclaro que admiro a Peter Jackson, sus versiones cinematográficas de “El Señor de los Anillos” y “El Hobbit” me parecen fabulosas. Pero vale, no estuve allí ese día.

Como exaltación del espíritu ciudadano de Santiago y, por ende, de todos los gallegos, el espectáculo, actuaciones y demás, fuegos incluidos, me parecieron genial. Pero la historia de la ciudad que contó una preciosa voz en off mientras el Obradoiro se inundaba de luz me sonó rara, fantástica y disparatada. Los gallegos no somos hobbits; Rosalía no es Arwen; Fernando de Casas Novoa no levantó Minas Tirith; y nuestros bosques, estupendamente retratados por tantos en nuestra literatura, no son Fangorn. Aparte, ya puestos me hubiera gustado que me hubieran contado también quién era Saruman, quién el Señor Oscuro y quiénes los malditos orcos. Pero eso no lo hicieron.

Comprendo la necesidad de esos textos llamémoslos... "turísticos" para un espectáculo así, pero no que tengan que tomar al público por tonto. Yo he escrito muchos textos "turísticos" como publicitario y nunca me tomé al público por tonto. Para colmo la música que acompañaba la retransmisión, al menos por la tele, recordaba a veces demasiado a algunos temas de Howard Shore, precisamente el compositor de la maravillosa música de “El Señor de los Anillos” de Peter Jackson.

Supongo que habrá gallegos a los que les gustaría haber sido neozelandeses, o quizá habitantes de la Tierra Media ¿quién sabe? Una Tierra Media que conocerán por las películas y no por los libros. Yo prefiero ser gallego sin más. Simplemente. Es lo que diría un hobbit, creo. A mí me gusta mucho “El Señor de los Anillos” pero no quiero compararme, porque como decía Santa Teresa: ¡Ay, si me comparo!

En mi opinión Santiago Matamoros es tan grande como el rey Théoden; Gelmírez tan sabio como Gandalf; Valle Inclán tan poderoso como Elrond; y hasta en ese sueño loco Rosalía no sería Arwen, sino Galadriel, y el Maestro Mateo, como es lógico, el más grande de los enanos canteros de Moria. Y si no, vayamos a admirar otra vez el Pórtico de la Gloria: ¡Ay, si me comparo!

Por eso no entendí aquella historia impregnada de magia élfica, mitos y leyendas en los que no aparecía ni un ápice de religión (la esencia histórica de la ciudad, y mis lectores ya saben que yo de religioso no tengo nada) y que fue retransmitida con tanta alharaca, como si no tuviéramos con qué alimentarnos por nosotros mismos.

Yo creo en Tolkien, creo en Peter Jackson y creo en Santiago, pero no creo en lo que vi (oí, perdón) el otro día. Bien por el espectáculo pero, por favor, como decía Bilbo Bolsón: "No dejéis que vuestras cabezas se vuelvan más grandes que vuestros sombreros."

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