Opinión

Vidal & Santeiro: entre cálidas viñas, parras y uvas

Vidal y Santeiro ofrecen desde hace unos días al público ourensano una cálida muestra pictórica de paisajes del vino, de nuestra geografía provincial, que se centra en las feraces tierras de Alongos, hacia el Miño, en las inmediaciones, concello de Toén, y Veiga, en el de Carballeda de Avia, en el Ribeiro central y pleno, espacio este enmarcado en la Denominación de Origen. Son una selección de motivos de este prodigioso cultivo que es la vid, que genera un paisaje cultural de gran riqueza, todavía pendiente de desarrollar, explicar e interpretar en nuestro pequeño mundo de Ourense.

La visión creada en la Galería Visol, calle de Santo Domingo, es de una potencia que subyuga, desde la entrada. En el pequeño escaparate, un bodegón con vino en el vaso, listo para tomar, de Vidal, y una ubérrima cepa de Santeiro, al lado, presentan la oferta plástica de la galería de arte de Maricarmen Vidal. Ambos artistas se dividen el espacio que, pese a sus exiguas dimensiones, ofrece suficiente abanico a sus pinceles. Desde el mismo título, de culta raigambre, se explicita el carácter de los dos, maestro y alumno que, tras la separación de los pasos de aquel Andrés González al que aleccionó viene firmando como Santeiro, en sus exposiciones, siendo así esta todo un espaldarazo personal.

La titulan ‘In vino veritas’, frase clásica debida al cálamo de Cayo Plinio Cecilio Segundo, más conocido como Plinio el viejo, quien en su ‘Naturalis historia’ la continúa ‘...in aqua sanitas’, así pues, en el vino está la verdad, en el agua la salud. En este tipo de referencias, más que en la técnica, son maestro y discípulo, sucediéndose las citas desde el acerbo cultural de occidente, como se aprecia en sus recientes exposiciones en las salas del Municipal: ‘Metamorfosis’ de Santeiro, en marzo de 2014, Vidal con ‘El clamor de tu presencia’, poco antes: aquel desde Ovidio, este desde del Salmo 119,‘Llegue mi clamor a tu presencia, Señor, instrúyeme con tu palabra’... 


Es Manuel Vidal, entre nosotros, un reconocido paisajista, de minucioso pincel, en un oficio aprendido con constancia de orfebre y racional cálculo del delineante que fue, y no olvida. En la pared de entrada cuelga sus obras, en la que descuella un espléndido racimo de negras uvas en la cepa, sobre fondo blanco, y un ameno valle otoñal inacabado, pese a la firma, algo inusual en su proceder.

Santeiro, con pincel y espátula, trabaja ex novo la muestra, que ideó convenciendo a Vidal, para exhibir su madurez compositiva, en unas viñas familiares, desde la elección de la entrada a modo de tríptico, con las uvas y la copa a los lados, al magnífico Bodegón con cuatro racimos de uvas, en el que vemos tanto un homenaje al gran Juan Fernández como una enérgica voluntad de superación. Para muchos pintores de naturalezas muertas la esencia de estas pinturas es la copia fiel de los motivos inanimados en el estudio, la habilidad en la descripción pictórica de las texturas. Así también hoy, mas con la fotografía sobre los lienzos.

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