Opinión

La casta y la caspa

Ese sesudo analista que recomienda dónde ponen la pasta los fondos de inversión tiene que flipar cuando sabanea la prensa para comprobar cómo anda el patio por estos pagos. La corrupción no da un respiro ni en las páginas de la sección de Deportes. Si el movimiento del mundo fuese lógico, en este país no invertiría ni el Tato porque parecemos una panda de mangantes. Políticos, banqueros, sindicalistas, empresarios, dirigentes de grandes equipos de fútbol, jugadores y sus padres, estudiantes como el pequeño Nicolás... Tenemos ejemplos a 'esgalla' para pensar que no somos mucho de fiar.

Sin embargo, la prima de riesgo ha dejado de ser una preocupación en la peluquería, la Bolsa practica el funambulismo en la cuerda de los 10.000 puntos y el Estado consigue financiación en los mercados sin grandes dificultades. Las previsiones macroeconómicas apuntan que nos estamos recuperando. El estudio sobre Galicia realizado por el BBVA estima un crecimiento del 2,2% para el próximo año e incluso se podría crear empleo a un ritmo del 2% en los próximos años, a una marcha un poco más corta que la media estatal. 

La situación de putrefacción generalizada no parece inquietar a los mercados. ¿Quién lo entiende? Sólo resulta comprensible porque lo que estamos viviendo es una historia que se repite desde que existe el mundo y el ser humano. Sucede que las cloacas de palacio rezuman mierda cuando la crisis lo anega todo. El PSOE de Felipe González tuvo que abandonar la Moncloa cuando era imposible desatascar los casos de corrupción y escándalos torrenciales. De la pana y la tortilla se pasó a la seda y al chuletón. Ahora también se sabe que en el PP del milagro económico de Aznar, en el que también estaba Rajoy, la financiación del partido se conseguía a oscuras. Las investigaciones del juez Ruz por el caso Bárcenas han pasado del tesorero al exsecretario general Ángel Acebes y el temor es que acaben salpicando a los presidentes Aznar y Rajoy.

Amainará la tormenta, quizá un nuevo partido como Podemos irrumpa con fuerza y permita soñar que hay otras maneras de hacer política, pero cuando baje la marea y se llenen algo las redes, podría volver la casta, aunque con otros nombres, con la caspa de la avaricia.

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