Ourense se ha convertido en la única provincia en la que no se conjuga el verbo “furanchear”, que no es sino vender al público en propia casa el excedente de vino doméstico, acompañado de algunas viandas.
La realidad dista mucho de esa definición primigenia, porque en Bembrive, entidad local menor de Vigo (como Berán en Leiro), casi docena y media de furanchos han iniciado el calendario de esta actividad en Galicia, con el vino nuevo de 2022 y una oferta gastronómica que incluye zorza, oreja y otros platos propios de las cartas de los furanchos, pero también cocidos completos, con los que atraen a un numeroso público.
No tan cosmopolita como las luces led de las navidades de Abel Caballero pero sí muy fiel, ya que hay quienes llevan décadas cumpliendo con su presencia la tradición de asistir a las primeras fiestas del año, dedicadas a San Amaro, As Candelas y San Blas.
El período de apertura de estos furanchos es más efímero que el que seguirá, a partir del mes de marzo en el resto de Vigo, su área de influencia y ya entrados en Semana Santa, en el resto de la provincia de Pontevedra, en las zonas tradicionales de la de A Coruña, especialmente en el entorno de Betanzos, y desde hace poco tiempo, también en a Pobra de Brollón.
Allí, en Vilachá, se abrieron los primeros furanchos de la Ribeira Sacra, en los que buenos vinos, más tintos que blancos, y el entorno de bodegas familiares muy veteranas se ha convertido en un nuevo atractivo turístico en una zona que cada año gana más visitantes.
¿Llegarán los furanchos al Ribeiro, a Monterrei o a Valdeorras? Lo cierto es que nada lo impide y en el caso del Ribeiro tiene muy cerca los de sus vecinos de O Condado que abren sus alpendres al público cuando llega la primavera.
La temporada cierra el 31 de julio en los últimos furanchos de las Rías Baixas, con la excepción de Moaña, donde abren al público en noviembre para cumplir con San Martiño.
