La estafa del plátano

El mundo artístico que rodea la expresión pictórica se está degradando hasta un punto que da vergüenza ajena. Poner un plátano pegado a un lienzo con una cinta americana y añadirle un precio desorbitado de más de cien mil euros tiene un nombre: se llama estafa piramidal.

En primer lugar, para mí como amante del arte y pintor autodidacta, el supuesto artista del que me niego a mancharme la boca con su nombre se invalida a sí mismo como verdadero creador. Por mucho que se defienda diciendo que es una crítica a la propia política del arte actual. Si lo fuese no aceptaría un beneficio y en último caso lo donaría.

En segundo lugar, cualquier galería de arte que se presta a estas estupideces deja de tener credibilidad, y yo me niego rotundamente a entrar en ellas.

En tercer lugar, el que le puso el precio al cuadro no debe haber pisado nunca una frutería. El valor del arte es subjetivo a lo que se quiera pagar por él, pero si sumamos los costes del plátano, la cinta americana, y el lienzo, cualquiera puede tener en su casa esta “obra de arte”, y me pregunto; quién en su sano juicio la pondría en una pared de su casa. Por supuesto esta obra en concreto está firmada por el autor y eso en sí mismo le daría valor (en realidad no). Aunque el mejor pintor del mundo hiciese una “mierda literal” y la untase en un lienzo, no dejaría de ser una mierda; pero posiblemente una gran cantidad de alucinados pagarían por ella.

En cuarto lugar, las dos posibilidades: una que el comprador sea un listo con dinero que viendo el negocio se arriesgue; pensando que otro le pagara más (el cuadro después de su primera venta “dicen” que ya vale millones). El caso es cuál será el último mono que se tendrá que comer ese plátano. La segunda posibilidad se llama estafa y no me extrañaría que tanto el artista, la galería y el primer comprador estén compinchados para sacar beneficios de algún pardillo que se cree entendido en arte.