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En estos tiempos en los que las sociedades cada vez parecen tender hacia una supuesta neutralidad cultural y religiosa, resulta preocupante observar cómo, bajo el pretexto de evitar ofender sensibilidades, se están adoptando medidas que amenazan con diluir y, en algunos casos, suprimir manifestaciones tradicionales profundamente arraigadas en nuestra cultura.
Uno de los ejemplos más claros de ello es la reciente decisión en algunas comunidades autónomas de eliminar el término “Navidad” del calendario escolar, sustituyéndolo por expresiones como “descanso del primer trimestre” o “descanso del segundo trimestre”. Y el periodo vacacional correspondiente a Semana Santa, como “descanso del segundo trimestre”.
Es cierto que la Navidad tiene sus raíces en una celebración religiosa católica, con un significado espiritual y doctrinal que, para muchos, es sagrado. Sin embargo, en el contexto actual, la celebración de la Navidad ha transcendido su dimensión estrictamente religiosa y se ha convertido en una tradición cultural, un elemento que forma parte de nuestra historia, nuestra identidad y nuestras costumbres. La Navidad, en muchos hogares y comunidades, es una época de encuentro, generosidad, reflexión y unión familiar, más allá de las creencias religiosas particulares.
No debemos permitir que el miedo a herir los sentimientos de unos pocos condicione nuestra memoria colectiva ni nuestra forma de celebrar. La cultura y las tradiciones forman parte de nuestro patrimonio y, en un Estado plural y democrático, deben respetarse y valorarse sin necesidad de renunciar a ellas en aras de una supuesta neutralidad.
La historia y la cultura no deben ser borradas por la sensibilidad de unos, sino entendidas y respetadas en su diversidad. La Navidad, como muchas otras tradiciones, es un reflejo de nuestra identidad cultural y social. Preservarla, en sus múltiples dimensiones, es un acto de respeto hacia nuestras raíces y hacia la pluralidad de nuestra sociedad.
No dejemos que la corrección política borre nuestra memoria ni que el miedo a ofender a unos pocos silencie expresiones que, en realidad, enriquecen nuestra cultura común. La Navidad es mucho más que una festividad religiosa; es un símbolo de unión y esperanza que merece ser reconocido y celebrado en toda su dimensión. Para cerrar esta carta recordaré una cita del escritor y político André-Georges Malraux: “La tradición no se hereda, se conquista.”
Rubén Garrido Rivero
(Ourense)
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