Seamos claros

Nadie ha dudado en condenar el atentado del 7 de octubre que los terroristas de Hamás cometieron, matando a más de mil israelitas.

De la misma forma que, en su día, todos los países condenaron los atentados de ETA, del IRA o de otros grupos violentos en diversos países. Pero una cosa debería quedar clara: ninguna nación que ha sufrido la violencia terrorista, reaccionó movilizando a su ejército para el “exterminio o eliminación de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad” (definición de genocidio según la RAE). Que cada uno saque sus propias conclusiones.

Habría que preguntarse, qué tal hubiera parecido si el ejército español o el británico arrasaran con todo el País Vasco, o Irlanda del Norte, para combatir a los grupos terroristas. Por ello, se debe condenar a quien usando su enorme poder militar, destruye viviendas, hospitales, escuelas, infraestructuras básicas, etcétera y elimina indiscriminadamente a seres humanos indefensos e inocentes, incluso en las colas del hambre.

La vía a utilizar debería ser la persecución selectiva de los terroristas, utilizando las fuerzas del orden o policiales, con la intervención del sistema judicial, con la participación popular y las vías de negociación políticas necesarias. Fórmulas utilizadas por los países mencionados anteriormente, y de cuyo resultado se disfruta actualmente, con una convivencia pacífica y democrática.

Algunos políticos osaron comparar el genocidio que sufre Palestina, con el atentado de Hamás. Deberían ser más prudentes con el uso de las palabras, dada la repercusión que éstas pueden tener.

Francisco Domínguez Martínez

(Ourense)