Sit tibi terra levis Pepe Mujica

“En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio porque aprendí una dura lección que me impuso la vida: que el odio termina estupidizando, porque nos hace perder objetividad frente a las cosas”

(Pepe Mújica, en su discurso de renuncia al cargo de Senador, octubre 2020).

No por conocida su enfermedad terminal, su fallecimiento es una noticia que me sobrecoge el espíritu. No encuentro palabras para dedicárselas a quien nos ha legado una lección de un político honesto hacia su pueblo y al mundo entero. Y no las logro encontrarlas adicionalmente a las que remití a “La Región”, “La impronta moral de Pepe Mujica”, publicada generosamente el 6 de febrero de este mismo año.

Hoy he escogido un párrafo suyo con el que he iniciado el texto porque incide en estos momentos de crispación, germinadora de odios, que se da en la escena política de nuestro país. A diferencia de Pepe Mujica, aquí la rectificación no ha lugar, se persiste en la estulticia. Nuestra clase política afectada de miopía, que les impide ver el bosque de árboles, cuyas raíces se nutren de las límpidas ética y moral.

Inmersos en una sociedad consumista nuestros políticos son mercaderes de mentiras, de bulos para conquistar mayores cotas de popularidad para alcanzar el poder de gobernar. Gobernar abre las puertas de acceso a la corrupción lucrativa. La legalidad se enerva por la legitimidad electoral. Una legitimidad alcanzada por promesas incumplidas, cuando no de voluntarios y calculados engaños.

En esta penumbra que políticamente nos invade, las nubes se abren para que un rayo de luz irradie el recuerdo legendario de la vida y la obra de un sobrio y egregio político, que gobernó por y para su pueblo uruguayo. Que la tierra te sea leve, Pepe Mújica.

Abelardo Lorenzo (Ourense)