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Y de pronto perdí el paso. Imperceptiblemente. Ni cuenta me dí. Pero no el ritmo. Ni tampoco la calidad del tinto Ribeiro. Casi de un día para otro pasé de la cunca al vaso de cristal. Todo fue por el modernismo que algunos bares y tabernas de este mi pueblo tomaron con tan drástica resolución. Fue una moda o una tendencia unánime. Solo una pequeña tasca, de la que me hecho cliente habitual, aún la ofrece diariamente. También es cierto que le quedan tres telediarios escasos. Allí nos refugiamos los nostálgicos y aorísticos de otros tiempos. También es cierto que ayuda a la economía personal de cada quien, pero tampoco se le puede pedir mucho pedigrí o reserva. Se traga bien y eso basta. La tapa es abundante y se agradece a la hora del vermut. Vaya pues una cosa por la otra.
El caso es que lleva nueve días tomándose un vino gratis, pues, suele marcharse sin pagar, así por la cara, acostumbra que ya es vicio
Me cuenta mi compañero de taceo, que lleva unos días de gorreo en el bar conocido por el “Ja, ja, ja, jaaa” que es la risa torpe que tiene el dueño, ex panadero y yerno del fundador y ahora ya jubilado, pero que de cuando en vez le echa una mano, sobre todo los días de partido, con quien no se habla y que despotrica y refunfuña, pues le cambia las cosas de su sitio habitual cada dos por tres. Aquello me dice se parece más a un bochinche de fiesta parroquial que a un bar pulpería que dice así llamarse. El caso es que lleva nueve días tomándose un vino gratis, pues, suele marcharse sin pagar, así por la cara, acostumbra que ya es vicio, pues está más pendiente del partido que del mostrador o de la caja de apuestas de caballos y goles que del mostrador. El otro día puso enfrente de su copa los dos euros de la consumición, le sirvió al de la derecha y le cobró, le sirvió al de su izquierda y le cobró, y, viendo que se le hacía tarde decidió, en un acto de cara dura recoger los dos euros y marcharse tan campante.
Yo cada mañana que lo saludo le pregunto si lo han cogido en el regate y, además, ya no es la primera vez que le pregunta cuantas copas ha tomado; siempre una menos le contesta, me dice guiñándome un ojo.
José Rodriguez Gómez (Negreira)
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