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El trabajo de repartidor se incrementó en Ourense desde la pandemia, que dio un impulso tanto a las principales plataformas digitales que ejercen de intermediarias (Glovo, Just Eat, Uber Eats, etc.) como terminó de convencer a varios negocios de la ciudad sobre la importancia de disponer de servicio a domicilio. Siendo el reparto de comida su principal recurso, abarcan a día de hoy también servicios como la compra diaria, pedidos a farmacias y otro tipo de transportes.
Y al mismo tiempo, los repartidores, autónomos en su mayoría, no pueden desplazarse en sus motos (principal vehículo de transporte en este sector, junto a las bicicletas o el patinete eléctrico) por el Casco Histórico de Ourense, que a pesar de la eliminación del sistema de bolardos sigue limitando los vehículos que pueden acceder. Una situación que se ha agravado desde que se instalaron las cámaras lectoras de matrículas, lo que hace que se puedan enfrentar a sanciones si entran en sus motos para recoger o entregar un pedido. Una medida que perjudica tanto a los repartidores como a los restaurantes del centro de Ourense.
Dada la condición de autónomos de muchos de estos trabajadores, algunos se han asociado en pequeños grupos que se reparten los pedidos y horarios laborales. Lucía González coordina uno de esos grupos en la ciudad, y explica que “no podemos acceder al casco histórico porque el Concello no considera que trabajemos con bienes de primera necesidad. Eso significa que, aunque le lleve la compra a una persona mayor que viva en esa zona, no puedo entrar con la moto”, ilustra González.
La limitación recogida en la normativa impide que entren vehículos a motor fuera de los horarios de carga y descarga, lo que significa que “si yo llevo al centro un pedido desde A Valenzá, tendría que cambiar de vehículo al llegar al Casco Vello o seguir a pie”, ejemplifica Lucía González. Para hacer frente al particular, ella y sus socios se han dirigido al Concello para solicitar que se les den pegatinas de acceso. “Sin ellas, los pedidos que van al casco viejo no se pueden entregar”, explica Lucía González. “En mayo mandamos la documentación de las motos, los permisos de circulación y los seguros. Desde entonces, hemos tenido silencio administrativo”, relata la repartidora.
El grupo que coordina Lucía González tenía firmado un contrato para llevar el reparto de pedidos de uno de los restaurantes del Casco Vello, pero no han podido empezar a trabajar por la ausencia de los permisos para sus motos. Desde la Unión de Hosteleros de Ourense, Javier Outomuro comenta que “los problemas estaban ahí desde antes de que se instalasen las cámaras. Como no se podía acceder con ningún tipo de vehículo, los repartidores dejan las motos junto a los bolardos, y vienen a recoger las bolsas a pie”. Una condición que retrasa las entregas y penaliza a los trabajadores, pues las aplicaciones con las que trabajan miden los tiempos de entrega, y penalizan a quienes tardan más en hacer las entregas limitándoles los mejores horarios de trabajo, o el acceso a las tiendas que más emplean el sistema de pedidos.
“Yo estoy cerca de los bolardos”, cuenta Javier Outomuro, “y el repartidor tarda poco andando en llegar. Pero si no fuera el caso, tendría problemas con los pedidos a domicilio; aparte del tiempo para recoger”, explica el presidente de la Unión de Hosteleros.
Los retrasos son la principal preocupación de los profesionales, pues “ahora mismo estamos trabajando tres horas por la mañana y tres por la noche”, explica la repartidora Lucía González, “y cuanto más tardes en hacer un pedido, menos puedes hacer en tu turno”.
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