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El centro social de la parroquia de As Caldas está hecho por y para la gente del barrio. Cada miércoles y viernes, su coordinadora, Dora Quintas, entrega bolsas con comida a las cerca de 50 personas que acuden por necesidad.
Las donaciones solo provienen de la parroquia -piden la dirección para poder donar- y las entregas se realizan de la misma forma, porque “para la ciudad hay otras entidades, nosotros nos ocupamos de nuestro barrio”, dicen en el centro.
Los pedidos se realizan según necesidad, con alimentos básicos como pasta, arroz o leche y la tienda de Coren de enfrente les entrega la carne (fresca) que no vendieron. Además, en el bajo del centro hay un gran almacén con ropa para todas las temporadas.
Quintas explica que los usuarios que recogen alimentos son ya más del doble que hace un año. En el caso de As Caldas hay un 50% de ourensanos y un 50% de inmigrantes, en los que se repite una circunstancia: “Es gente que tenía un sueldo digno en su país de origen y al venirse para aquí tienen problemas para conseguir los papeles. Hasta que no los tienen, no pueden conseguir trabajo”, explica la coordinadora del reparto.
Además, la inflación también se reflejó en las familias, sobre todo en las más numerosas, que se ven incapaces de pagar las facturas y comprar alimentos. Los feligreses, sin embargo, continúan prestando ayuda: o bien con dinero, o bien comprando ellos mismos los alimentos para repartir.
Por otra parte, en la parroquia de As Caldas cuelga un cartel en el que se anuncia que “próximamente” se pedirá colaboración económica a los fieles para reponer todo el tejado, que tiene humedades de consideración.
Rosa llegó de Brasil hace ocho años. Tiene cuatro hijos y es madre soltera, “por eso me donan”, señaló. Ayer acudía al centro a buscar una bolsa con comida, un recurso que utiliza semanalmente para mantener a su familia, por la que lucha ella sola. Cuando entró en la casa parroquial, Dora la saludó de forma cercana: allí conocen a todos los receptores de ayudas, ya que la primera vez que van son entrevistados.
Rosa relata la dificultad de llegar a fin de mes: “Con mi sueldo tengo que pagar un alquiler, facturas y mantener a cuatro hijos. Es imposible”. “Vengo aquí desde hace un año y con la subida de precios ya no me queda otro remedio por ahora. La calefacción es un mundo y la gasolina otro”, añade.
Mejorar parece complicado y más cuando pese a tener trabajo, se pasa necesidad. Rosa reflexiona sobre ello y opina que “el Gobierno debería parar la subida de precios, sobre todo teniendo en cuenta todo lo que pasó con el covid y todos los trabajos que se perdieron”.
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