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Viaje a la aldea de Faramontaos, en Xinzo de Limia, para visitar a Celsa y Constanza. Estas nonagenarias son consuegras y dos de los 2.200 pacientes inmovilizados que hay en el rural de la provincia de Ourense y que, en muchos casos, llevan más de seis meses sin ir a su centro de salud. Ataviadas con sus chalecos naranjas, Vanesa Pereira y Leticia Salgado forman uno de los siete nuevos equipos de enfermería a domicilio que atienden a los pacientes más vulnerables del área sanitaria: algunos sufren minusvalías, otros viven en casas con escaleras y la mayoría tienen entre 80 y 106 años.
El coche de esta unidad de enfermería rural motorizada atraviesa el cálido valle de Faramontaos, en Ournese, a mediodía y estaciona delante de una casa de piedra de dos pisos. En el portalón, las recibe la cuidadora principal, María Dolores, que es hija de Constanza y nuera de Celsa. “Tengo que cuidarlas 24 horas al día, pero estas enfermeras me lo hacen más llevadero; son una ayuda muy importante, vienen a casa y estamos más atendidas”, asegura esta mujer, que reconoce que es difícil llevar a las ancianas al centro de salud porque hay que bajarlas por las escaleras.
En el segundo piso de la vivienda, en un salón soleado, están sentadas, Celsa, de 93 años y Constanza, de 95. La primera tiene sordera, la movilidad bastante reducida por la edad y un lunar en la cara que le duele y le van a quitar el próximo día 16. La segunda sufre deterioro cognitivo y usa una silla de ruedas, tras romperse las dos caderas. “Nos envían ayuda a domicilio tres horas diarias para mover a mi madre, bañarla y darle de comer”, dice María Dolores, que ahora ha solicitado también ayuda para cuidar a su suegra.
“Siempre llamamos antes para avisar de que venimos al domicilio, les explicamos quiénes somos y la acogida es buena porque ya nos esperan”, explican estas dos enfermeras, que trabajan en turno de mañana y de tarde, y se incorporaron el pasado 19 de diciembre a este nuevo servicio del Sergas. “Empezamos con los pacientes que llevan más de seis meses sin ir al centro de salud y sin ser vistos por su médico o enfermera”, asegura Leticia Salgado, que calcula que ya han valorado a unos 50 enfermos y han captado a unos 400 inmovilizados en aldeas de Xinzo y de Bande, que son sus áreas de trabajo. “Son los pacientes más vulnerables. Los valoramos integralmente y luego informamos a su médico y enfermera sobre las necesidades que detectamos del paciente o del cuidador. También hablamos con el trabajador social, si es necesario”, dice Vanesa Pereira, que cifra entre dos y cuatro pacientes los que visitan cada día, en función de las distancias a recorrer.
“Hay algún paciente joven por una parálisis o un accidente, pero la mayoría en la zona de A Limia tienen más de 80 años, 90 o incluso son centenarios”, añade Pereira, que dice que también se encargan de vacunar contra el covid a los mayores de las residencias. “Vemos situaciones complicadas, como cuidadores principales con mucha carga de trabajo que lloran de impotencia”, reconoce Salgado.
La cuidadora, María Dolores, cumple hoy 63 años y está totalmente entregada al cuidado de las dos nonagenarias. “Mi suegra, Celsa, estuvo emigrada en Alemania y, cuando volvió, crió a mis hijas, y mi madre, Constanza, cocinaba empanadillas y canelones para todos”, recuerda esta mujer, que dice que se perdió el Domingo Oleiro del Entroido de Xinzo para cuidarlas, pero vale la pena.
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