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Presidiendo la misa, monseñor Lemos Montanet ya dejaba entrever la particularidad del Corpus Christi de este año: “Hoy, si deja el tiempo, saldremos de procesion”. Su comentario cayó como un jarro de agua fría entre los 200 fieles congregados en la catedral, pero se podría decir que al final Dios proveyó.
En la ceremonia de la eucaristía el obispo quiso dedicar la homilía a “los amigos de lo ajeno” que en los últimos meses han profanado templos y los sagrarios, que, precisamente, guardan las hostias sagradas, centrales en el rito. Con todo, Lemos pidió a los fieles que concediesen su perdón a los ladrones. “No se entiende que en corazon de cristiano se dé violencia y rencor”, predicó.
A las 11,00 horas, concluida la aucaristía, por la megafonía se anunció la temida nueva: la procesión tendría que moverse dentro del templo por la incesante lluvia.
La parada, contó con la música de los jóvenes integrantes del grupo “Preparatorio” de la Real Banda de Gaitas de la Diputación, seguidos de los instrumentos de viento de la Brigada de la Brilat, la “Galicia” VII, engalanada para la ocasión.
Al conlcuir la vuelta alrededor de la nave central, llegó el turno de las pandereteras y bailarinas de Queixumes dos Pinos. Durante la adoración del Santísimo Sacarmento, las mujeres, ataviadas con el traje tradicional, ofrecieron baile y música, siendo el centro de atención la danza de las más jóvenes, en plena infancia.
Tras la actuación, los fieles congregados rompieron el reverente silencio para felicitar a las niñas de Queixumes, quienes añadieron, a mayores, flores a su ofrenda.
A punto de terminar la ceremonia del Corpus, el obispo quiso ser optimista, recordando “los pueblos de España afectados por los incendios”, que precisan del “agua generosa” para “apagar estos signos del Mal”.
Finalmente, cuando escampó, la banda de gaitas desfiló hasta la Praza Maior. Allí terminaron, junto a las intérpretes de Queixumes, por refugiarse y darse un merecido descanso en las terrazas, a cubierto del sirimiri, que ayer no respetó nada.
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