Amancio Ortega y Lord Wellington

Publicado: 04 abr 2025 - 01:30

JOSÉ PAZ.
JOSÉ PAZ.

El maestro José era el zapatero más afamado de la ciudad de Sevilla. Llegar a maestro es saltar por encima del oficio, alcanzar la dignidad del respeto, máxime cuando el título es un documento jurídico estampado por el pueblo llano.

Desde Portugal andaba lord Wellington, un maniático del calzado, con unas cómodas botas inglesas, ya viejas y desgastadas, hechas por Hobby, su zapatero de la calle St. James en Londres. Al llegar a Sevilla, después de la campaña portuguesa y tras su paso por Madrid, llamó a José y le encargó un par de botas como las que, ya envejecidas, él llevaba.

El Lord británico nunca nos entendió. El Emperador francés tampoco. Ambos sabían que éramos españoles; distintos a ellos. Claro que eso suele ocurrir incluso entre españoles.

-“No se las voy a hacer iguales, señor; las haré mejores”, contestó con cierto orgullo el maestro José.

Sorprendido Wellington del desparpajo, adivinando cierta fanfarronería, le replicó.

-“Pero, hombre, si no se trata de eso. No quiero botas de lujo, elegantes para vestir, sino botas que sean cómodas para andar. Hágamelas iguales”.

-“Iguales, no. Serán mejores”.

El general se impacientó ante la firmeza del maestro José y le soltó como si de un reproche se tratase:

-“Mire, hágamelas como usted quiera… ¡Estos españoles!”.

No pasó mucho tiempo, cuando recibía el lord las impecables botas que encantaban a la vista. Al verlas pensó que la belleza iría contra la comodidad:

-“Seguro que me harán daño”.

Se las puso lord Wellington y tuvo que admitir que eran más bonitas, nuevas y hasta más cómodas que sus viejas botas. Sin duda eran mejores.

-“Estas dos peluconas en pago a su trabajo espero que le bastarán. Pero ahora quisiera que me hiciese media docena de botas iguales a esta”.

-“¡Quia, señor! He trabajado durante dos semanas. Ahora con las dos peluconas tengo bastante para un mes o más. ¡Qué voy a trabajar mientras tanto!”.

“No son como nosotros ni como el resto de los europeos. Son buenos soldados, superan a todos. Orgullosos y fanfarrones, cuando se arrojan a la batalla valen por tres y como más de tres trabajan. Nadie les supera en lealtad. Pero no son como nosotros”. Pensaba lord Wellington, vizconde de Talavera de la Reina, sobre los humildes españoles.

El Lord británico nunca nos entendió. El Emperador francés tampoco. Ambos sabían que éramos españoles; distintos a ellos. Claro que eso suele ocurrir incluso entre españoles.

Amancio Ortega, el de Arteixo, es uno de los hombres más ricos del mundo; no es Lord. Poco le importa el título. Jamás se preocupó del dinero sino de los que no lo tenían. Y en esas está. En silencio honrado, con humilde inteligencia, con el favor de sus empleados, con el fervor de quien le conoce y también de los que no.

Un imperio de sueños impregnado de trabajo, primoroso trabajo. Soñar y seguir soñando hasta el final, aunque dos peluconas te hagan rico por un mes, por toda una vida, nunca dejar de soñar, ir más allá.

Él, que ha hecho grande a España, solo tiene un título: Amancio Ortega.

No es lord, ni duque. Nada que ver con conde, vizconde, barón o señorío. No es grande de España. ¿Ustedes lo entienden? Convendría repasar títulos y titulaciones. Quién corresponda.

Les aseguro que en estos momentos de incertidumbre en Europa, que nos hablan de guerras y de crear un ejército europeo, de la industria de Defensa y no sé cuantas cosas más, a quienes hay que preguntar lo que hay que hacer es a estos hombres sencillos que sin querer queriendo han puesto el servicio por encima del poder y del dinero. Su empresa consiste en servir a cuantos más mejor y hacerlo con dignidad y sencillez. Sin G5 ni G7. Bilderberg debería ser vestido por Zara.

“No son como nosotros ni como el resto de los europeos”, decía el titulado lord Wellington. Yo no lo sé, pero cuando veo a españoles como don Amancio Ortega, mire milord, me gusta como somos.

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