Francisco Lorenzo Amil
TRIBUNA
Lotería y Navidad... como antaño
HISTORIAS DE UN SENTIMENTAL
Uno de los privilegios de la edad, y de vivir parte de mi juventud en Ourense, es que tuve la suerte de tener trato frecuente y cotidiano con personajes irrepetibles y de haber tenido la ocasión de pasar muchas tardes en la casa de don Ramón Otero Pedrayo en la calle de la Paz, donde le grabé horas de conversaciones, hoy depositadas en el Arquivo Sonoro de Galicia, incluidas entrevistas para radio y prensa y mensajes que anualmente dirigía a la comunidad gallega en América. Todo este material está a disposición de quien quiera usarlo en algún trabajo o investigación. Pero creo que nunca les conté la divertida historia que hoy abordo.
He vuelto a escuchar su voz vibrante y documentada, cosa que hago con frecuencia para seguir aprendiendo. ¡Formidable, don Ramón!
Una de las últimas veces que lo visite me dijo: “Ando amolado dos “divertículos”, que non sei exactamente qué son. Deben de ser uns pequenos trasgos que me bailan ó redor do intestino. Deben de ser unha especie de trasgos burleiros”. A don Ramón le quedó una cosa por hacer: una gran novela épica sobre Pedro Madruga. Todavía lúcido y vigoroso, era, como siempre fue, un petrucio generoso que abría las puertas de su casa en la calle de la Paz en Ourense o las del Pazo de Trasalba con sencilla cortesía. En uno y otro hogar pasé muchas tardes, armado del mí magnetofón, mientras el verbo torrencial de don Ramón se desbordaba. Luego, como haciendo una broma al interlocutor decía: “e perdoe que no lle fale máis do que me pregunta, porque a miña erudición é pouca”. Entre las cosas más precisas que recuerdo de aquellas largas conversas-monólogos con don Ramón Otero Pedrayo era su costumbre de definirse como una fantasma del siglo XIX. Rara vez hablaba de política. Nos recibía su esposa y en seguida, don Ramón: “Meu querido amigo, ¿cómo lle vai, qué me conta?” Andaba el patriarca ya fastidiado de sus dolencias y tenía una inseparable cachava por compañera con la que jugaba sentado en el autobús de Trasalba, señalando el paisaje como un niño.
En una de aquellas ocasiones, la conversación derivó hacia la invasión francesa a España y el hecho de que el Regimiento Provincial de Ourense estuviera destacado en la guarnición de Vigo. Comentando que la urbe de las Burgas cayera rápidamente, don Ramón comentaba con sorna: “O meu avó presumía de que Ourense fora a única cidade de Galicia na que os franceses non poideron entrar de fronte”. Y seguidamente, callaba y esperaba que el interlocutor le preguntara la razón de este hecho, porque Ourense nunca tuvo murallas, y seguía: “O que o meu avó non dicía é que había no chan tanta lama que os franceses se lles entouraban os cañóns, e por uso tivero que da-la volta a procurarse outra vía”. Y seguidamente añadía: Claro que se non hai murallas está o peito dos homes”. Parece que la cosa fue así. Don Ramón seguía preguntándose de que, si pese a que la ciudad no tuviera murallas, no estaba la sucesión de casa en el centro y la propia catedral-fortaleza.
Otro día me contó que consideraba que a Santiago de Compostela le hubiera venido tener “Opera” como Barcelona, lo que hubiera elevado el rango de la ciudad. Esto era muy curioso: ¿Sabe cal foi unha das desgracias de Santiago de Compostela? –preguntaba y respondía sin dar tiempo a pensar la respuesta-- “A desgracia de Santiago é non ter tido Ópera. ¡O que houbera sido Santiago con Ópera! Velaí cidades italianas máis pequenas que Santiago, e entroque teñen Ópera. Con Ópera, Santiago houbera sido unha das grandes capitales de Europa. Mesmo que así tamén o foi, máis quedouse demasiado pequena, demasiado rural....Pedro Madruga era un tipo duro, un condottiero, un tipo como do Renacimento italiano. Era pequecho e forte, e era especialista das defensas das plazas, o que é sempre unha honra para os militares. Pedro Madruga defendeu Pontevedra e Salvaterra contra poderosos enimigos. Para mín que era, esencialmente, un optimista. Foi morrer a un solar que hoxe en día é propiedade dun ourensán, un solar en Alba de Tormes”.
Don Ramón se ponía triste: “A min o que me mata non é a enfermidade -decía en 1970-, a min o que me mata é a decadencia do campo galego. Porque en Galicia xa hai moitas empresas industriais, hai universidade, hai grandes obras de mellora, pero no fondo Galicia more porque a aldea esmorece. O paisano xa non quere traballar a terra. Quizais sexa falar esaxeradamente, pero o paisano xa non respeta o adro parroquial que era o noso santuario. Si esto segue así, Galicia morre, porque Galicia é unha grande sociedade rural, unha grande democracia de paisanos, e cunhas cantas cidades que non convén que sexan excesivamente grandes”.
He vuelto a escuchar su voz vibrante y documentada, cosa que hago con frecuencia para seguir aprendiendo. ¡Formidable, don Ramón!
Contenido patrocinado
También te puede interesar
Francisco Lorenzo Amil
TRIBUNA
Lotería y Navidad... como antaño
Iván González Decabo
DIARIO LEGAL
El Supremo pone en la diana al préstamo familiar
Xabier Limia de Gardón
ARTE ET ALIA
Locus amoenus, narrativa local trufada de literatura para una muestra de historia personal
Miguel Abad Vila
TRIBUNA
El experimento de Minnesota
Lo último
LOTERÍA DE NAVIDAD
El Gordo permite acceder al 75% de las viviendas en venta de Ourense
ACOSO LABORAL
El PP reitera que sigue en la oposición en Barbadás
Lotería de Navidad
Turistas e Internet tiran de las últimas ventas de décimos en Ourense