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CRÓNICAS DESDE LA RIBEIRA SACRA
Simplemente asombrado. Aunque el College Walk de Trinity College y sus edificios frontales tenían cierta semejanza con los de Yale, los claustros neogóticos de esta universidad, su Sterling Library a modo de gran catedral letrada, sus cubículos, salas, espacios para la lectura en solitario, y la gran fila de anaqueles con millones de fichas de libros, anonadaba. Las primera semanas andaba como perdido entre el asombro y la rabia. Ahí la Beineck Rear Book Library (manuscritos, incunables ), un cuadrado de mármol semitransparente de seis pisos que, a través de sus variadas vetas, moteadas, penetraba la luz creando mágicos haces de colores: un arco iris de letras hilvanadas. Y ya más familiarizado con el espacio, acomodado en alguno de sus rincones, en el piso de abajo, el rezo callado de sus incunables. Los imaginaba hablando unos con otros, protegidos, reverentes. Eco de murmullos silenciados llegados de lejanos monasterios medievales. Primeras ediciones pacíficamente ordenadas. Y los grandes textos de la literatura italiana: Dante, Petrarca, Boccaccio, Tasso, Bembo; de la eslava, y no digamos de la inglesa y americana. Incunables de gran valor (la Biblia políglota), papiros, antigüedad clásica.
Éramos estructuralistas avant la lettre; lectores de Mikhail Bahktin, y camino de las alucinantes propuestas de los nuevos adalides. La primera conferencia del seminario la dictó René Welleck, fundador y director del Departamento de Literatura Comparada, ya en el proceso de publicar, en seis volúmenes, su ingente Historia de la crítica literaria.
Los seminarios eran electivos; una excepción, el de teoría literaria. Los coordinaba el profesor de alemán Peter Demetz. Cada semana hacía una presentación de las lecturas asignadas. Una variedad de profesores se alternaba dictando una conferencia el último día de la clase semanal. Exponían una corriente crítica, una modalidad de lectura divergente, o nuevas publicaciones en boga. Eran los años del estructuralismo que, desde Ferdinand de Saussurre, Claude Lévi-Strauss, Rolan Barthes, Michel Rifaterre y Roman Jakobson, estaba siendo desplazado por la deconstrucción, un nuevo sistema crítico basado en las antinomias de Hegel y Nietzsche. Sofismas y aporías que deletreaba con gran habilidad Paul de Man y sus acólitos. En el trasfondo de recelos, se oponían las viejas glorias, los fundadores del New Criticism: René Wellek a la cabeza. Dicha contracorriente la destacó Wimsatt, el año previo a su muerte, en una colecta de ensayos incluidos en The Days of the Leopards, a modo de una vuelta de tornillo sobre las propuestas de sus alumnos. Valientes juicios críticos en ávida contrarréplica.
Éramos estructuralistas avant la lettre; lectores de Mikhail Bahktin, y camino de las alucinantes propuestas de los nuevos adalides. La primera conferencia del seminario la dictó René Welleck, fundador y director del Departamento de Literatura Comparada, ya en el proceso de publicar, en seis volúmenes, su ingente Historia de la crítica literaria. De andar pausado, amigo de Dámaso Alonso y Rafael Lapesa en sus años de visitantes en Yale, era una enciclopedia de conocimientos y erudición. Su manejo de la literatura inglesa, alemana, francesa, italiana y eslava, me asombró. Su conferencia, a medio camino entre ser leída y comentada, la iba hilvanando sobre unos apuntes escritos a manos. Fue deslumbrante. Me chocó su fuerte acento checo en inglés. A una legua se notaba que no era nativo en inglés. Arrastraba las consonantes guturales y hacía más explosivas las vocales fuertes. René alivio mis complejos. Ya me podía mover a mis anchas con mi leve acento de habla en español. Rene lo escribía a la perfección como pude notar en su monografía que usábamos como libro de cabecera, Concepts of Criticism, una colecta de ensayos que acababa de publicar la editorial universitaria (Yale University Press). Fue mi templo de entrada en el templo de las Humanidades.
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