Arde el mar, humea el mundo

CRÓNICAS DESDE LA RIBEIRA SACRA

Publicado: 17 jul 2025 - 02:10

Opinión en La Región.
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Para Blanca Rodicio

Verso lapidario del gran poeta Luis de Góngora, que forma parte del soneto “Cuantas al Duero le he negado ausente”, escrito a principios del siglo XVII. La lírica de Góngora ha tenido múltiples resonancias. Y no menos imitadores. Dio voz a toda una generación (1927), que agrupó a un distinguido grupo de poetas y artistas: Pablo Picasso uno de ellos. Aunó los dos lados del Atlántico. Allende los mares, al mejicano Octavio Paz, al chileno Pablo Neruda y al argentino Jorge Luis Borges. Desde esta orilla, García Lorca asumió su poética (la función de la metáfora), y es el más reconocido, leído y estudiado -con Cervantes (Don Qiujote)- por el hispanismo internacional. El poeta catalán Pere Gimferrer, a madiados del siglo pasado, le dio título a uno de sus libros más representativos: Arde el mar. Calcó la imagen paradójica y visual del verso inicial de Góngora.

España al inicio del siglo XVII -el soneto de Góngora data de 1603-, empieza a ser acorralada, como gran impero: despoblación rural, economía inflacionaria, escasa producción, endeudamiento, gobierno corrupto de validos: Duque de Lerma

Si bien el soneto de Góngora se cifra en la figura antropomórfica del rio Duero y del Betis, con lejanos antecedentes en los clásicos (Las metamorfosis de Ovidio), sorprende al lector la incidencia de la paradoja verbal “arde el rio, arde el mar”, y el rotundo final del verso endecasílabo: “humea el mundo”. España al inicio del siglo XVII -el soneto de Góngora data de 1603-, empieza a ser acorralada, como gran impero: despoblación rural, economía inflacionaria, escasa producción, endeudamiento, gobierno corrupto de validos: Duque de Lerma. Duque de Uceda, Conde-Duque de Olivares et alii. . Los banqueros de Génova asumen las grandes deudas del Imperio español, y decrecen las remesas de plata y oro procedente del Nuevo Mundo. Nuevo ricos banqueros (los Fuggers de Almagro) contrastan con la gran pobreza rural. Origina un nuevo género narrativo (la novela picaresca) e inmortaliza a uno de sus héroes: Lazarillo de Tormes.

Los grandes poetas, como los profetas, se constituyen en visionarios de su tiempo. Lo fue Walt Whitman realzando la llegada del nuevo hombre americano, vestido de libertad, hombría y democracia. Y lo fue el chileno Pablo Neruda. Desde los altos de Machu Picchu, proclamó con voz profética, en su Canto general, un nuevo orden humano: “Yo estoy aquí para contar la Historia”.Y lo mismo el mejicano Octavio Paz en su majestuoso poema “Piedra de sol”. El pasado ancestral azteca encadena al pasado histórico y al mítico como reminiscencia y sueño dolorido. Memoria (clave en Paz), vida y muerte, estatismo y vitalidad, negación y epifanía, tejen la palabra como realidad onírica y como Historia. Y de ahí que la máscara -lo que se exhibe y lo que se esconde-, al igual que el espejo y el retrato, sean también signos recurrentes en la lírica de Octavio Paz.

Fácilmente el lector puede revertir los morfemas del soneto de Góngora, arde el rio, arde el mar,... humea el mundo, a la crónica política, económica y bélica reciente: un imperio abasallando, en acciones, palabras y gestos, al legítimo presidente de la desgarrada Ucrania. El acuerdo a firmar hace un par de meses entre Donald Trump y Volodymyr Zelenski fue, quieras o no (velis nolis) la imposición incuestionable de la arrogancia y del poder. Se rompen las normas establecidas por la diplomacia de altura. La furia del rio, fuera de sus mágenes, se acentúa en el soneto de Góngora, con el oxímoron arde el mar. La imagen se revierte en el plano político a una teatralización de la furia del poder. Se deshumaniza al convocado a firmar, mofánfose de su vestimenta al modo militar. Se realzan las deudas pendientes (miles de millones de dólares), el buen talante de la mano generosa y, como un buen organizado juego de póker (dos contra uno), se avisa al oponente de las ventajar de quien maneja las cartas, invocando viejas deudas, ingratidudes, nefastas ideologias e impotencia ante la Rusia imperial de Putin.

En aquella memorable y desafortunada reunión que tuvo lugar en la Casa Blanca, el líder norteamericano, ante la posibilidad de que no se firmase un acuerdo, mencionó la posiblidad de una Tercera Guerra Mundial. Nuevos tiempos de turbulencias. La hipérbole desborda los límites de la imaginación. La guerra de Rusia contra Ucrania se alivia con el eufemismo de “un conflicto armado”. En metáfora de Góngora, ahora también humea el mundo. Se impone la gritería, el insulto y las proclamas de los nuevos evangelistas, políticos, morales, éticos y hasta estéticos. La estética de nueva generación (wokismo) impone una nueva terminología. El enredo político, económico (perforar las tierras raras, cavar, y cavar y cavar (dig and dig and dig) y bélico con lejanas referencias históricas, son la sinuosa actualidad..

Lo abrevia magistralmente el gran Sancho, en el episodio ante la carreta de “Las Cortes de la Muerte” (Don Quijote, II, xi), alidiendo “a este mal mundo que tenemos, donde apenas se halla cosa que esté sin mezcla de maldad, embuste y bellaquería”.

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