Pilar Cernuda
LAS CLAVES
Sánchez, cuestionado por los suyos pero inamovible
El pasado 27 de enero se cumplió el 80 aniversario del descubrimiento y liberación de los judíos supervivientes a la Shoah por parte del Ejercito Rojo. Los supervivientes nos dejaron testimonios aterradores de lo que fue la inmensa factoría de muerte conocida con el nombre de Auschwitz, en ese escenario fueron asesinados más de un millón de judíos entre la primavera de 1942 y finales de 1944. Por eso, las Naciones Unidas decidieron declarar ese día como “jornada internacional dedicada a la memoria de las víctimas del Holocausto”. El Holocausto forma parte de los episodios de terror más negros y crueles de la historia de la humanidad sobre la tierra. Es la encarnación del mal en la historia y tiene que ser trasmitida de la manera más real y concreta a todas las generaciones, debe estar presente, sin vendajes blanqueadores flotando por encima del recuerdo. De todos los recuerdos. Ahí están las raíces de la internacional del mal que sopla con fuerza tóxica sobre la humanidad actual. Son crímenes tan monstruosos, que después de 80 años todavía somos incapaces de comprender lo sucedido en la plaza central de Auschwitz dentro de las coordenadas de la llamada solución final, puesta en marcha de una manera metódicamente lógica por el gobierno nazi. No se trataba de un campo de concentración, era claramente un cambio de exterminio. Todas las decisiones estaban encaminadas a eliminar a una raza.
Hace años que visité por primera vez Auschwitz. Fue a mediados de los 60. En España entonces había muchos negacionismos y en aquella época predominaban las tesis de los filonazis, habían sido los aliados del franquismo en los escenarios bélicos de la guerra civil. Yo tuve un profesor en la Escuela Oficial de Periodismo que lucía con enorme orgullo la cruz de hierro con la que le había condecorado Hitler. Recorriendo el siniestro campo que todavía desprendía un perfume de muerte, se me acercó una señora argentina llamada Raquel, me contó como habían matado a su hermana gemela delante de sus ojos porque había rechazado con violencia a un vigilante de la Gestapo cuando le intentaba estrujar los pechos. No era una guía del campo, acudía todos los días a contar las barbaries que había visto y padecido para que nunca se olvidaran. En España, finalizada la guerra civil, los apoyos oficiales al nazismo impedían que conociéramos muy poco de lo que había ocurrido en los campos de exterminio nazis. Reinaban entre nosotros los silencios de conveniencia, no queríamos admitir que nuestros grandes aliados en los combates de la guerra civil habían aceptado convivir con la barbarie más absoluta, gestionada como una mecánica industrial.
Hasta ahora las falsificaciones revisionistas eran rebatidas por los contundentes testimonios de los supervivientes, cuando desaparezcan los testigos de todas las atrocidades que allí se cometieron solo nos quedara el rigor de la memoria elaborado por los historiadores y en un tema como este veremos con las noticias falsas crecerán como hongos. En realidad, ya han comenzado a sembrarse.
Perpetuar la memoria de lo que fue y significó el Holocausto, cuando hayan muerto todos los supervivientes es una imperiosa necesidad y un desafío ineludible. Hace más de medio siglo, la frase más frecuente que oíamos al hablar de Auschwitz era “nunca más”, que no hubiera espacio en el futuro donde hechos así pudieran tener lugar y repetirse. Una monstruosidad de tales dimensiones no puede ser protagonizada por personas de la condición humana. La ideología de los torturadores y de las reflexiones que conduzcan a ella deben ser desterradas de ráiz, pero en realidad no es así. Lo estamos viendo en los gestos y opiniones de sobresalientes protagonistas que auparon y celebran la victoria de Donald Trump en los Estados Unidos. Al lado del gran mandatario vemos como el considerado como su brazo derecho Elon Musk, el hombre más rico del mundo dibuja los mas estridentes gestos de la época nazi y lo que es peor, les dice a los alemanes que deben olvidar lo que pudieron hacer sus antepasados. Y ahora apoya de una manera militante a través de sus redes y las de sus amigos a la formación AFl, heredera de quienes ensangrentaron una época con los bárbaros colores del nazismo. Ese señor está protagonizando una esquizofrenia de imbécil feliz. Un espectáculo demasiado insolente para quienes sueñan con los caminos de la libertad, lejos de las fabulaciones de la mentira.
Estas últimas semanas hemos visto y oído hablar de la liberación de los campos de exterminio, son fue así. La liberación de los campos de exterminio no figuró nunca en la táctica, ni en la estrategia de los ejércitos aliados. El objetivo básico y último de los aliados era el de vencer al III Reich, pero en su avance liberador cayeron sobre los campos de exterminio. Con la llegada de los ejércitos aliados también llegaron los fotógrafos que nos dejaron el testimonio gráfico de los residuos del terror y la infamia que vemos en esos esqueletos de pieles ajadas dibujando la envoltura de esqueletos vivientes. En ese paisaje vemos a los que lograron sobrevivir a los asesinatos de masa. No vemos el horror que fue el proceso industrial de las matanzas. Ese proceso por los túneles del infierno que desembocaban en la muerte, nunca los veremos porque no fueron fotografiados.
A la vista de las opiniones de un tipo como Elon Mukk sobre el nazismo y sabiendo lo que fue el Holocausto en los campos de exterminio. Las opiniones y los gestos de este señor asustan porque la historia tiene muchas formas y modos de repetirse. La repetición no siempre se hace con la exactitud de un espejo. La repetición puede tener muchas variantes.
Una vez Trump y los suyos instalados en la Casa Blanca estoy seguro que entramos en una competición geoestratégica muy dura, pero creo y espero que el viento de las extremas derechas que se extiende por el mundo, no lo haga a semejanza de los pasados nazis.
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