Basta de paternalismo estatal

Publicado: 01 ago 2025 - 02:05

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Hace unas semanas se presentó simultáneamente en Bruselas y en varias capitales europeas la sexta edición del Índice del Estado Niñera (Nanny State Index), que ofrece una completa radiografía de la creciente tendencia al intervencionismo regulatorio más exacerbado en el conjunto de la Unión Europea y en muchos de los Estados miembros. Esta tendencia tan deplorable es transversal a todos los colores del arco político continental. Elaborado por la española Fundación para el Avance de la Libertad, el European Policy Information Center (Epicenter) de Bruselas y el Institute of Economic Affairs (IEA) de Londres, el informe dirigido por Christopher Snowdon analiza las políticas estatales de casi treinta países europeos, y lo hace mediante cuatro categorías clave: alcohol, tabaco, productos de nicotina alternativos (vapeo) y alimentos y bebidas no alcohólicas. El informe advierte de una preocupante deriva hacia el paternalismo regulatorio, que constituye una insidiosa invasión del espacio de decisión individual de cada consumidor europeo. Gobiernos de todo el continente incrementan restricciones con el objetivo, desvergonzadamente declarado, de “mejorar la salud” de los ciudadanos… quieran o no. El índice cuestiona la efectividad real de estas políticas y denuncia los costes sociales y económicos que conllevan.

Turquía encabeza el ranking como el país más intervencionista, seguida por Lituania y Finlandia. En el extremo opuesto, Alemania, Luxemburgo e Italia defienden todavía sus márgenes de libertad individual, un poco mejores que la media pero también en rápido retroceso. España ocupa el puesto 25 de 29, lo que la sitúa entre los países teóricamente menos restrictivos, pero el informe alerta sobre un posible cambio de tendencia, a raíz de los nuevos impuestos sobre el vapeo y de las propuestas para prohibir las bolsitas de nicotina y los sabores en los cigarrillos electrónicos. En este sentido, España mantiene una regulación moderada, con puntuaciones bajas en todas las categorías del índice. Destaca nuestra posición, algo más liberal que la media, respecto a alimentos y refrescos (solo 1 punto sobre 33,3), y también en cuanto al alcohol (4 sobre 33,3). En cuanto a los productos de nicotina más seguros que el tabaco convencional, sin embargo, la introducción de un nuevo impuesto y las propuestas restrictivas amenazan con revertir esa posición general de España. El informe urge a no caer en un intervencionismo que podría situar al país más cerca del grupo de países altamente restrictivos.

La cazuela se sigue calentando con la rana dentro. La rana somos los ciudadanos, y el agua ya está demasiado caliente

Uno de los hallazgos más controvertidos del informe es la ausencia de evidencia sólida que demuestre que políticas duramente restrictivas de la libertad individual en materia de consumos “dañinos” generen mejores resultados en materia de salud pública. No se han encontrado correlaciones significativas entre las restricciones y la esperanza de vida, ni tampoco entre la severidad de las políticas antitabaco o contra el alcohol y la reducción en el consumo de esas sustancias. Por el contrario, se observa una clara relación entre la prosperidad económica y la longevidad, lo que sugiere que promover el crecimiento económico podría ser infinitamente más eficaz para mejorar la salud que seguir inventando nuevas prohibiciones o impuestos mediante los cuales modelar caprichosamente las sociedades europeas. La ingeniería social y los llamados “impuestos pigouvianos” no resuelven nada, sólo nos hacen menos libres a todos. Así, el informe también subraya los efectos colaterales del intervencionismo. Estos “impuestos al pecado” afectan sobre todo, y de forma desproporcionada, a las rentas bajas, fomentando mercados ilegales y erosionando gravemente a sectores como la hostelería. Además, las restricciones publicitarias y regulatorias entorpecen la competencia y frenan la innovación.

La proliferación de normativas también multiplica todavía más la burocracia, ya de por sí desmedida en toda Europa, y desvía recursos públicos detrayéndolos de otras prioridades más sensatas y acuciantes. En definitiva, esta nueva edición del Índice del Estado Niñera no sólo expone los excesos del intervencionismo, sino que también hace un llamamiento a repensar el papel del Estado en las vidas de los ciudadanos, papel que debería tender a desaparecer. En lugar de imponer normas que reducen la autonomía individual, los gobiernos deberían respetar la soberana libertad de los ciudadanos, que deben entenderse como dueños del Estado y nos como súbditos del mismo ni como menores tutelados. El informe concluye con una advertencia clara: sin evidencias sólidas que respalden los beneficios del paternalismo, la pérdida de libertad es un precio demasiado alto a pagar. Y sin embargo, la cazuela se sigue calentando con la rana dentro. La rana somos los ciudadanos, y el agua ya está demasiado caliente. Basta de niñeras, basta de paternalismo, basta de controles sobre decisiones que no afectan a terceros sino a uno mismo. Que se autoinfantilice quien se sienta incapaz de ser libre, y se someta alegremente a papá Estado, pero a los demás… que nos dejen en paz.

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