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Por esta sierra del Rábano, dentro del parque natural Trevinca- Sanabria discurrimos pausadamente lo que permitía un soleado día de primaveral temperatura Aquellas alturas de planicies recortadas, como esta sierra del nudo de las Trevincas, que antaño por mayo florida de genistas, brezos dominando este mosaico, con los juníperos, ahora por estos finales julianos agostadas y perdiendo ese colorido que convertía las redondeadas cimas allá por el Moncalvillo o el Moncalvo cuando las alturas sobrepasan como los 2.000 metros y los numerosos lagunalllos que aun permanecen de pasadas glaciaciones ya no contienen más que un lecho somero y herboso donde hay que pisar el terreno para ver algún hilillo de agua.
Viajar entre éstos más que lagunallos será más placentero muy entrada primavera, en estos altos sin arbolado, cuando en los valles se dan el tejo, el serval, los acebos, alisos, abedules, fresnos, olmos, castaños y hasta avellanos con esos endemismos vegetales
Un par de refugios de montaña en el trayecto donde unos cuantos hay, señalaron nuestro andar allá por donde el vacuno se expande sin escasez de pastos, mas no en tan multitudinarias manadas como en otras sierras de esta Segundera que converge en Pena Trevinca, a 2.127 metros, a la que osan desafiar la Surbia, el Picón o el mismo Moncalvo de esta limítrofe provincia de Zamora con la nuestra.
Ni un solo montañero avistado y menos cruzado ni caballista venido de San Martín de Castañeda, Porto o Barjacoba que antaño a grupas y hoy a las de sus vehículos todo terreno para vigilancia de vacuno, y, cuando las reses en sazón, irán acompañados de camionetas para apartar las que deban ser sacrificadas, rebaños no guardados por pastores, si acaso alguno portugués disperso, para el cuidado de una gran manada.
Y héteme aquí que tres de caminata para tributo rendir a uno, que de anuales vacaciones, no perdona altitud alguna para constancia dejar de que al menos subirá a un 2.000, que mayores cimas no es posible por estas montañas.
Arrancamos en Porto de Sanabria, que aun rezumaba la acampada Villalvil, a lomos de vehículo todoterreno por el que llevados de cierto traqueteo por esa pista que en menos de veintena de kilómetros te deposita en el mismo circo del Tera, dejando por el camino Valdesirgas, que es una presa de Endesa como todas las que sucediendo se van por el camino, que en Valdeinferno va captando las aguas de este hermoso valle; después, a diestra, el embalse de Porto y a continuación el de Playa y el de Cárdenas y Garandones que poco represamiento como embalses artificiales tienen, cuando antes de su contención fueron relictos de lagunas glaciares. Allí por el Cárdena un sendero precipitado te llevará al valle planicie donde se asienta la laguna de Sanabria que históricamente llamada de Castañeda, y más adelante otro más que sendero, sinuosa pista, te dejará, desde lo alto del Pico del Fraile a la misma desembocadura del rio Tera en la laguna, o mejor, cuando ésta se agranda y se convierte en el lago de agua dulce más grande del país
Pero nosotros, más adelante, nos apeamos antes de descender al valle donde dos presas contenían al rio, las de Vega de Conde y Vega de Tera; ésta se vino abajo y causó, en un invierno del 59, más de un centenar muertos, que flotarían en la gran laguna, en la aldea de Ribadelago, donde el Tera se hace Lago de Sanabria.
Apeados de un Mitsubisi, con más de medio millón de kilómetros a cuestas, comenzaríamos la caminata a sol pleno y no tanta temperatura, maltrechos de tanto traqueteo
Ciertamente que no en su esplendor ni la reseca laguna del Rábano, por estos calores, una gran pradería herbosa, semi encharcada, que atraviesan hilillos o modo de riachuelos de agua que la cruzan; un gran espectáculo desde las laderas, como las otras de Aguas Cernidas, y la vista desde el Moncalvo, en lo profundo, hacia oriente, la laguna de El Hacillo, que figura en muchos mapas como Lacillo. Viajar entre éstos más que lagunallos será más placentero muy entrada primavera, en estos altos sin arbolado, cuando en los valles se dan el tejo, el serval, los acebos, alisos, abedules, fresnos, olmos, castaños y hasta avellanos con esos endemismos vegetales: la genciana, la vinca per vinca o la drosera rotundifolia. Por allí, las turberas abundantes en estas tierras de la era ordovicica y precámbrica, modeladas posteriormente, por las glaciaciones del cuaternario.
No nos fue posible gozar de ese muestrario florístico, en su esplendor en mayanos o aún junianos días.
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