Jenaro Castro
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UN CAFÉ SOLO
No les importa el delito, muchísimo menos la víctima. Solo husmean la nacionalidad, y si no es europea, arrojan el cebo con sangre para pescar nuevos adictos al odio y la irracionalidad. Disparan la consigna del peligro de perder la esencia de la patria. Sea lo que sea eso. En las incongruencias que conlleva estar lejos de la realidad, lo hacen bajo un lema en inglés. Sin duda lengua propia de este país. No como las reconocidas por la Constitución como oficiales.
La paliza del hombre de Torre Pacheco ha sido terrorífica y sus autores no se pueden quedar sin la pena que imponga la ley. No hay desacuerdo en este punto. La justicia debe estar al lado de la víctima. En todos los casos. Siempre.
El pasado año, un taxista de 71 años de Mallorca recibió una brutal paliza por parte de tres turistas alemanes, policías de profesión. Diez días más tarde volvieron a su trabajo en su país. No hubo llamadas a perseguir alemanes, a golpearlos, a expulsarlos de nuestro sol. No se escucharon consignas identificando delito con germanos. Como tiene que ser. Los delincuentes son delincuentes independientemente de origen o religión.
El dolor de las víctimas lo produce el delito, independientemente de quien lo cometa. No hace menos daño si es producto nacional. La justicia tiene que actuar con todo el peso de la ley sobre quien la infringe, proceda de donde proceda. Las jaurías descontroladas que arengan cacerías en las calles no tienen nada de justas ni de verdad.
Estas hogueras inquisitorias ya se prendieron en Alcalá de Henares este mes cuando una mujer fue víctima de una violación en las inmediaciones del Centro de Atención, Emergencia y Derivación, cometida presuntamente (no ha habido aún juicio) por un usuario del centro procedente de Mali, que cumple prisión preventiva. Esos mismos que gritan que quieren proteger a las mujeres, que no consentirán una violación más, estuvieron callados cuando varios de los siete empresarios condenados por prostituir a menores de edad no entraron en prisión. Las calles no fueron tomadas,
El dolor de las víctimas lo produce el delito, independientemente de quien lo cometa. No hace menos daño si es producto nacional. La justicia tiene que actuar con todo el peso de la ley sobre quien la infringe, proceda de donde proceda. Las jaurías descontroladas que arengan cacerías en las calles no tienen nada de justas ni de verdad. Cuando se incendian, al igual que ocurre con los pirómanos que arrasan montes y solo dejan tierra quemada, es culpable el que echa gasolina, el que lo ve y mira para otro lado, el que jalea y el que obvia el delito y desvía el foco hacia objetivos inocentes. En “La Jauría Humana”, de Arthur Penn, altamente recomendable, el shérif, interpretado por Marlon Brando, afirma: “La mitad de la población está chiflada, solo desean matar a alguien”. Así de terrorífico. Gora, de Senegal, me dijo hace poco: Yo miro a los ojos para saber si es buena persona o no. Ahí está parte del problema, nosotros no les miramos. Como muchos no nos miraban a nosotros cuando éramos emigrantes.
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