La Región
TRIBUNA
O nadal sempre serás ti, “abueli”
No tendría ningún sentido que el fuego de la antorcha paralímpica fuese alimentado por la llama de Olimpia. No tendría ningún sentido porque, en el culto a la perfección de la Antigua Grecia, las personas con discapacidad eran abandonadas a la suerte de los dioses. Plutarco escribió que los espartanos despeñaban desde el monte Tageito a los bebés con defectos visibles. A pesar de que la arqueología reduce esta opinión al mito, fue esgrimida por los nazis para justificar la eugenesia y el asesinato de personas con discapacidad. El líder del Tercer Reich usaba el ejemplo de Esparta para “evitar engendrar una raza de degenerados” pues eran “vidas indignas de ser vividas”. Comenzó con la esterilización forzosa, continuó con el asesinato de niños y terminó extendiéndolo a adultos. El programa Aktion T4 fue el prólogo de la solución final. Pero hasta en los pozos más tenebrosos, hay luces que despiertan la fe.
París son los primeros Juegos cuya antorcha paralímpica se enciende en Stoke Mandeville
Ludwig Guttmann nació en Polonia. Con la llegada del nazismo tuvo que dejar de ejercer, a pesar de ser el mejor neurocirujano de Alemania. Las muertes en su familia no frenaron su ímpetu profesional, rechazando ofertas para emigrar. En el Hospital de Breslau salvó a 64 judíos en la Noche de los Cristales Rotos y en ese momento, perseguido, sí salió de Alemania. En Gran Bretaña, presentó un estudio de rehabilitación de soldados con heridas en la médula espinal cuya mortalidad era del 80%. Las ideas de Guttmann eran diferentes que las de sus colegas arios que apoyaban el T4: “Nuestra labor es hacer que tengan un lugar en la sociedad, que no se queden fuera”. Comenzó a dirigir el hospital de Stoke Mandeville y allí utilizó el deporte como terapia: “Comenzamos con juegos simples como dardos, billar o una especie de boliche y los pacientes reaccionaban”. A estos juegos se le sumaron el polo, el baloncesto en silla y el tiro con arco, que fue el único deporte competitivo en los Primeros Juegos de Stoke Mandeville, en 1948, de forma paralela a los de Londres, con 14 hombres y dos mujeres.
Los de París han sido los primeros Juegos que han iniciado el encendido de la antorcha paralímpica en Stoke Mandeville, verdadero germen del movimiento paralímpico y legado de la primera persona que convenció al mundo de la valencia de la diversidad. Y es que la alegoría de la antorcha nos remite al mito de Prometeo, quién robó el fuego a los dioses para entregárselo a los humanos. Su misión era la distribución de las facultades y dones de todas las criaturas. Un encargo que sería impensable sin la vasta diversidad de esas facultades.
Otro neurólogo superviviente del Holocausto, Viktor Frankl, compuso en ‘El hombre en busca de sentido’ un alegato del existencialismo. Del horror de los campos nazis, el escritor rescata la voluntad como único recurso para mantenerse a flote: “Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias, para decidir su propio camino”. No es que las vidas de las personas con diversidad no sean dignas de ser vividas, sino que lo son dos veces. Su camino de superación propio y la lección que nos dejan a los demás.
Contenido patrocinado
También te puede interesar
La Región
TRIBUNA
O nadal sempre serás ti, “abueli”
La Región
Navidad con acento femenino: Ourense pelea en primera línea
Carlos Risco
LA CIUDAD QUE TODAVÍA ESTÁ
La puerta que fue bodega en la calle Hernán Cortés
TAL DÍA COMO HOY
Curiosidades de “Cuento de Navidad”
Lo último
ACCIDENTE DE TRÁFICO
Una colisión contra un garaje y una farola en Nochebuena deja un muerto en Rianxo