Carlos Risco
LA CIUDAD QUE TODAVÍA ESTÁ
La puerta que fue bodega en la calle Hernán Cortés
Yo que suelo ir, solamente a contadas presentaciones, estoy en la de la última novela, "El Arte del Puzle", de ese prolífico, imaginativo y valorado escritor que es Chesi. Se hacía en la librería Tanco. A veces los espacios pequeños, por íntimos, son los más adecuados y si no pregúntenselo a los músicos de grandes festivales que se sienten más en casa, en los pequeños pubs. La dicha librería, hoy la más antigua de la ciudad, de tanto prestigio en la vanguardia ciudadana, en tiempos instalada en la rúa del Paseo, ya desde hace un tiempo adquirida por algunos empleados a los hermanos Vázquez, entrimeños, de Galez, que no reniegan de sus raíces, de tanto arraigo en la ciudad como Gloria, Luis Antonio, Santiago o Carlos al que casi tuve como profesor de matemáticas en el Instituto, y sin el casi, de francés. Pues en este espacio los libreros, Moncho y Letizia, de Tanco, distribuidor de la novela, con la colaboración de un histórico de la librería, Manolo Bugallo, sientan a casi medio centenar de asistentes entre los que el psiquiatra, escritor y pensador Santiago Lamas; el fotógrafo, del campo de Roma, Mani Moretón; la británica de nacimiento, profesora de inglés, Cristina, con el director del MOPU y otros cargos, J. Manuel Lezcano; el periodista, impulsor y coautor de O Noso Camiño, Moncho C. Corbal; Pura Veiga, de las tertulias literarias tovarianas; la novelista colombiana Stela Estrada de la que se recuerda, entre otras, el Doctor sin Letra; el ginecólogo José Liceras; Monxardín, docente que también está a punto de lanzamiento de un libro, y otras muchas, entre ellas unas cuantas poetisas, que prefiero porque más lírico suena, que el seco de poetas, como ahora incansablemente repetido por todos los medios y más ahora con la formidable corriente feminista.
Chesi, o más bien el presentador Manuel de Lorenzo, fue desgranando la novela, la literatura que se hace, los novelistas sudamericanos que fueron perdiendo sus raíces, un Borges de varias citas, un Vargas Llosa de solo una, en un fluido dialogo entre ambos, ameno, y en los que mucho oficio De Lorenzo, e intimista soltura del presentado Chesi; un diálogo que apenas dejó pocas entradas a las preguntas del respetable, que en este caso lo parecíamos los asistentes, o no. La verdad, que entre los dos disiparon todas las dudas.
La primavera
Y desde este espacio doy un salto a otro diferente porque esto permite el deambular inmerso en la naturaleza a punto de reventar en sus yemas para revestirse en flores o algunos ya lo están como los cerezos que a tenor de la altitud ahora floridos en las riberas del Miño y dentro de un mes por las alturas superiores a los 500 metros. Estamos en lo más grandioso de la estación cuando comienza el rey de los pájaros cantores a dejar oír sus trinos que no se prolongarán cuando abril avanzado. Las palomas torcaces o "pombos" por acá, como todos los colúmbiformes en celo, andarán torpes y serán presa fácil de algún félido, como esos gatos errabundos, cuasi selváticos, o de las mismas rapaces; los mismos mirlos, muy avisados, pero en tiempo de apareamiento, adormilados. Las nerviosas lavanderas de meneo continuo de su larga cola, dejarán ver su plumaje en parte amarillento, la de la cascadeña, y más la boyera, mientras la común entre blanco y argénteo, capaces de traer avío a su compañera de una sola pata, como vi, acarreando insectos cada dos por tres. La Naturaleza enseña, solo hay que observarla. Uno incluso se puede entretener con un hormiguero; los mamíferos se dejan ver menos y los reptiles también, huidizos cuando salen de su invernal letargo, de tan torpes, presa fácil serían para cualquier depredador alado, incluso para una diminuta musaraña, como ya se ha visto. Escasean los ofidios cuando en nuestra juventud no era difícil que te encontrarás con alguno, sobre todo la culebra más común, la de collar o escalera, raramente la bastarda o cobrón, que supera el metro, y la víbora, de vez en cuando. Por los márgenes de los ríos más que verlas las sentías, e incluso por sus facultades natatorias, por el cauce del Barbaña o el Pontón eran muy comunes.
Y cuando, antes de que Velle tuviese su embalse, por Oira andábamos jugando un mini-fútbol antes de echarnos rio abajo hasta el puente Nuevo. De jóvenes formábamos en aquel grupo de nadadores Pepe Borrajo, Boni, Chanta, Pichi, Álvaro Fonseca, Prego, Ñotis, alguna vez Manolo Pérez Delgado, el creador de Aceites Abril, nos esperaba en la Peña de Francia, o la pionera de aquel Miño, Elvira Cuevillas, la incomparable hija de Florentino o Don Floro, nos acompañaba hasta el puente Nuevo; o Félix, Fevigo, daba brazadas más que nadie, pero lo más singular era la destreza de Álvaro para coger culebras que asomaban entre los muros de las fincas limítrofes al río; Álvaro las cogía con suma destreza con su manos por la cabeza y la cola y nos las mostraba; después las depositaba allí donde las había cogido. Jamás vi a nadie con tanta habilidad manejando ofidios. Ríete de los encantadores de serpientes.
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