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O nadal sempre serás ti, “abueli”
Las vidas de Muhammad Ali y Mike Tyson se entrelazan como dos cadenas de ADN para conformar la genética del boxeo. Puede que ambos se equivocaran en sus finales, pero sus formas de abandonar los laureles del éxito los definen.
Tras anunciar su retirada recuperado el cinturón con un aluvión de jabs contra Leon Spinks en 1978, Ali sintió la necesidad de volver. Se dice que esa urgencia partía de sus bolsillos, pues tras dilapidar parte de su fortuna ingresaría ocho millones de dólares por la pelea. El rival era un viejo conocido. Larry Holmes, campeón del mundo de la AMB, había sido su sparring. Los exámenes médicos que se le practicaron a un Ali de casi 39 años indicaron que no era capaz ni de tocarse la punta de la nariz con su dedo. Holmes lo barrió del cuadrilátero y su propio equipo decidió no sacarlo en el décimo asalto. Un Mike Tyson de 14 años vio aquella pelea en el Caesar Palace de Las Vegas y la imagen de su ídolo mermada, vituperada y humillada se le clavó en la pupila hasta el punto de prometerle al mismísimo “campeón del pueblo” que lo vengaría.
La oportunidad le llegó en 1988, de nuevo, con el dinero de por medio. Larry Holmes había anunciado su retirada pero Don King lo sedujo con una buena suma y la oportunidad de coronarse contra Tyson. Iron Mike cumplió su palabra e hizo trizas al penúltimo verdugo de Ali, que estaba en el estadio para verlo. Dos años antes y con tan solo 20 años, Tyson se había convertido en el campeón mundial más joven de la historia al vencer a Trevor Berbick, precisamente el último que derrotó a Ali.
Todas estas epopeyas almacenadas en la biblioteca pugilística del siglo XX se declaran en peligro de extinción ante lo ocurrido ayer en el AT&T Stadium de Texas. Atrás queda la saga de combates inmortales en los que Foreman, Frazier y Alí podían partirse la cara en medio de la selva o disputarse 14 rounds a 40 grados de temperatura. Es el propio Tyson quien no debería haber permitido que un advenedizo como Jake Paul se siente a cenar en la mesa de los más grandes. El youtuber de 27 años saltó a la fama con vídeos en los que comía espaguetis con un tenedor acoplado a un taladro eléctrico y se subió a un ring por primera vez en 2018. No digo que no lo puedan hacer. Digo que esa pantomima sea considerada como profesional y que compute para el récord es bochornoso. Fue un Ali, en este caso el nieto de Muhammad, quien definió la situación con precisión al asegurar que Jake Paul era una vergüenza para el boxeo y que “si mi abuelo todavía estuviera vivo, lo habría retado”. Mientras tanto muchos niños desconocen a Usyk, Valuev o Fury, probablemente, por vivir alejados de tales festines.
Puede que todo sea una cuestión de dinero. Tyson, con 58 años, se embolsó 20 millones de dólares por subirse a un ring en una noche. Son unas cifras astronómicas para muchos. Con tres mundiales y cuatro europeos, pero también con tan solo 30 años, Joana Pastrana, abandonó el boxeo por frustración. Su canto desesperado revela el problema: “Sentía que estaba haciendo todo de manera correcta, pero no lograba conseguir el beneficio económico que quería a través del boxeo profesional”.
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