Francisco Lorenzo Amil
TRIBUNA
Lotería y Navidad... como antaño
Conste que no comparto eso de que Pedro Sánchez sea un delincuente así, sin más. Sí creo que es un tramposo. Y conste que no me parece que Begoña Gómez haya cometido delitos que puedan llevarla a la cárcel. Pero sí pienso que su conducta de “negociante en Moncloa” merece un serio reproche moral, que seguramente ha de extenderse a su marido, aunque de ninguna manera comparto ese dictamen del juez instructor denunciando los “vínculos” necesarios entre el presidente y su mujer para que haya constancia de delitos a determinar por un juzgado popular.
Este asunto está llegando demasiado lejos, en mi opinión, y nos aparta de lo verdaderamente sustancial, del terreno en el que sí es probable que Pedro Sánchez esté cometiendo una seria irregularidad política que aún no me atrevo, pero estoy a punto, de llamar delito.
Me refiero al flagrante incumplimiento de la Constitución por parte del presidente. Flagrante y reiterado. Y conste que no hablo solamente de la no presentación en el tiempo reglado de los Presupuestos Generales del Estado.
Me refiero al flagrante incumplimiento de la Constitución por parte del presidente. Flagrante y reiterado. Y conste que no hablo solamente de la no presentación en el tiempo reglado de los Presupuestos Generales del Estado. Ya la convocatoria electoral de 2023 incumplía los requisitos constitucionales marcados en el artículo 115. Y tengo la sospecha de que un análisis demorado de otras medidas, incluyendo “esta” amnistía, que va mucho más allá del prohibido indulto, también nos lleva a conclusiones francamente preocupantes.
Nunca figuraré entre quienes dicen que Pedro Sánchez y/o su Gobierno lo hacen todo mal porque no es cierto: hay aspectos positivos en su haber. Pero sí digo que, desde varios planteamientos, decisiones y actitudes, se está rebajando la calidad de la democracia española. Una democracia es más imperfecta cuando no se respetan la verdad oficial, la separación de poderes, la seguridad jurídica y una mínima ética y estética en la actividad del gobernante. Y no digo ya nada en lo tocante al respeto a la Constitución; si esta no puede cumplirse por no adaptarse ya a algunas exigencias de los tiempos, obligación del gobernante es buscar los consensos necesarios para proceder a su reforma, que a mí, al menos, me parece necesaria. Lo que en ningún caso se puede hacer es incumplirla palmariamente y menos en aras a mantenerse en el poder.
Lo he pensado una vez más al ver la imagen de los dos padres vivos de la Constitución, junto al Rey, hablando de concordia y moderación en el Foro de la Toja. Tanto Miguel Herrero de Miñón como Miquel Roca, que me parece que para nada comparten mi criterio de que hay que reformar varias partes (Títulos y artículos) de la ley fundamental que ellos contribuyeron a redactar, son merecedores de homenaje. No porque cualquier tiempo pasado haya sido mejor, sino porque constituyen un referente de las cosas buenas que se derivan de los consensos y, por el contrario, de las malas que nos llegan desde la bronca constante.
Sé que Pedro Sánchez vive obsesionado por cómo pasará a la Historia. No creo que la Historia se ensañe con él demasiado por las trapisondas, ya digo que por otra parte inaceptables, de sus familiares. Sus culpas, comenzando por la falta de respeto a la verdad y a la ley fundamental, tienen una calificación, me parece, más grave.
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