Luis Carlos de la Peña
CAMPO DO DESAFÍO
Premios de arquitectura en Ourense
Decir hoy que el mundo está cambiando parece una obviedad. Pero intuyo que bajo esa afirmación manida a veces pasa desapercibido hasta que punto los equilibrios de los últimos siglos se están transformando a enorme velocidad.
¿Cómo están los mapas del presente? África, que no es sólo guerra, va a ser el baricentro demográfico del mundo en el presente siglo. El territorio con el que compartimos la frontera más desigual del planeta, es también un continente con culturas, economías y metrópolis emergentes (Lagos, Luanda, Johannesburg o Addis Abeba) y que está destinado a ser el epicentro de las materias primas imprescindibles para la economía del siglo XXI. La potencia industrial, tecnológica o diplomática de China es hoy indiscutible hasta el punto de ser ya quien consigue acuerdos de paz en Oriente Medio. Irán y Arabia Saudí, las dos grandes potencias regionales del mundo árabe sellaron la reactivación de sus relaciones diplomáticas (para alivio de un Oriente Medio incendiado urbi et orbi) bajo el manto de la diplomacia de Xi Jinping. Y en el ámbito de la economía verde, además de dominar entre otros el mercado de los coches eléctricos, China es ya la mayor potencia global en energías renovables. Por su parte India, además de potencia nuclear, es hoy el país más poblado del planeta y un gigante tecnológico de primer orden: aunque no seamos conscientes en nuestro introspectivo universo occidental, India ha hecho historia al convertirse en el primer país en aterrizar una nave no tripulada en el polo sur de la Luna. México y Brasil, dos países-continente, relevantes motores de la potencia de America Latina, ocupan ya el puesto 13 y 15 (España ocupa el 14) en el listado de PIB país mundial. Y Turquía, cabe recordar siempre el carácter bicontinental de ese gran país, extiende su cooperación e influencia sobre todos los países que estuvieron bajo poder Otomano. De Bosnia y los Balcanes, a las Repúblicas postsoviéticas de Asia Central, de Azerbaiyán y el Cáucaso, hasta el conjunto de países de la península arábiga y del norte de África.
¿Y qué sucede mientras tanto en Europa? Gira il mondo gira. Mario Draghi, otrora profeta de la ortodoxia económica y la austeridad, sorprendió en su informe a la Comisión Europea con su sentencia: salvaguardar el futuro de la UE como potencia geoeconómica y geopolítica pasa por más inversión y endeudamiento público. Curiosamente, en el lejano y crítico 2011, Yanis Varoufakis, en aquel momento ministro de Finanzas griego, propuso que el Banco Europeo de Inversiones asumiera implementar un New Deal para Europa a través de eurobonos. Draghi propone hoy financiar 800.000 millones de euros de inversión comunitaria con eurobonos, con deuda común. Y es que parece obvio que los dilemas de Europa no se van a solventar positivamente, ni en lo económico ni en lo político, con más fronteras. Ni internas ni externas.
El mundo vive formidables cambios y transformaciones. Y vivir con nostalgia y miedo no nos hará una sociedad mejor. Pero sorprendentemente hay quien, en este contexto, trata de enturbiar el fin del verano azuzando de forma imprecisa y atolondrada (por no decir maniquea y perversa) la cuestión migratoria. Dato no mata relato, pero van tres datos a modo de perspectiva histórica, demográfica y económica.
Entre 1846 y 1924 más de 48 millones de europeos, el 12% de la población, abandonaron hacia América el “continente blanco”. Sumado a los millones de europeos que colonizaron territorios africanos y asiáticos en ambos siglos, Hein de Hass (director del International Migration Institute de Oxford) afirma que el colonialismo europeo constituye la mayor emigración ilegal de la historia humana.
Según un informe que Von Der Leyen presentó la pasada semana, la población activa de la UE disminuirá en dos millones de trabajadores cada año hasta 2040. Este descenso reduciría la proporción entre trabajadores y jubilados de 3:1 a 2:1 (si no lo remediamos). Por su parte el Banco de España afirmó que “España necesitará 24 millones de inmigrantes para mantener la relación entre trabajadores y pensionistas”.
Finalmente, por situar el foco en una zona claramente receptora de población migrante, en la comunidad de Murcia por cada euro recibido en prestaciones los nacidos en el extranjero ingresan 1,72 euros al erario, cifra que supera en un 30% a lo que aportan los nacidos en España.
Parece pues cuanto menos improductivo, a tenor de la mirada histórica, la realidad demográfica y el cuidado de la economía y del futuro del estado del bienestar, que algunos traten de enrarecer la conversación pública con un tema, los flujos migratorios, que cuando menos habría que abordar con perspectiva y rigor.
@AntonGomezReino
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