Sonia Torre
UN CAFÉ SOLO
Las nostalgias
Según el Gran Timonel del mundo Donald Trump, los países de Europa están en decadencia.
¡Uau! Como siempre la inteligencia y agudeza de Donald Trump, un tipo que no ha leído un libro en su vida, nos deja estupefactos.
Por supuesto que Europa está en decadencia. Nadie sabe eso mejor que nosotros los europeos. Yo cada vez que abro un paquete de tabaco y veo la leyenda “fumar mata” me digo a mí mismo: ¡nos ha jodido, si lo sabré yo! Europa está en decadencia desde hace casi dos mil años. Desde los antiguos griegos y romanos. Desde Heráclito, Parménides, Sócrates, Aristóteles o Platón, hasta Marco Aurelio, Julio César o Cicerón. Y desde Erasmo de Rotterdam, Galileo Galilei, Leibniz, Rouseeau, Voltarie o Montesquieu, hasta Adam Smith, Karl Marx, Hannah Arendt u Ortega y Gasset. Somos un edificio que se derrumba, eso lo sabemos. Aun así, entre las ruinas humeantes de la catástrofe, como en un paisaje de una Gaza destruida sobrevivimos como ratas o cucarachas e inexplicablemente y contra todo pronóstico nos las arreglamos para pintar la Capilla Sixtina, levantar las catedrales de Reims, Santiago de Compostela o el Duomo de Milán. Y aun a punto de hundirnos sobrevivimos flotando nadie sabe cómo en Venecia, de fiesta en el Puente de Rialto o en la Piazza de San Marcos con el agua hasta la cintura.
Ahí Trump tiene razón. Nos hundimos entre las antiguas y gloriosas pinturas del Ermitage y del Prado, en las infinitas obras que atesoran el Louvre o el British, y en los textos de Shakespeare, Goethe, Cervantes, García Lorca…
Pero nos hundimos en nuestra inevitable decadencia de mármoles y bajorrelieves, es verdad. Ahí Trump tiene razón. Nos hundimos entre las antiguas y gloriosas pinturas del Ermitage y del Prado, en las infinitas obras que atesoran el Louvre o el British, y en los textos de Shakespeare, Goethe, Cervantes, García Lorca… Nos hundimos en el cine que inventaron dos franceses, y en el sueño del vuelo de Montgolfier. O en el otro sueño, este más moderno, el de un mundo libre, abierto, tolerante y sin guerras, que quizás estúpida o ingenuamente nos inventamos después de la segunda mundial. ¡Jo! Pero el mandatario americano, que por cierto lo es por casualidad y sin ningún mérito especial, no parece darse cuenta de eso. Quizá porque como señalé antes él no ha leído un libro en su vida.
Siempre me ha encantado una escena maravillosa de la película “Good morning Babilonia” de los Taviani y que suelo citar a menudo. En ella dos hermanos italianos inmigrantes en California a principios del siglo veinte que buscan trabajo en Hollywood como albañiles, escultores, diseñadores, restauradores (es lo que son en realidad), son brutalmente insultados y despreciados por un contratador racista. Entonces el pequeño de los hermanos, al que interpreta Joaquim de Almeida, coge las manos del mayor por las muñecas, las vuelve, le muestra aquellas palmas llenas de callos y trabajo al americano y le replica indignado: “¿Ve estas manos? Han restaurado las catedrales de Siena, Pisa, Florencia… Nosotros somos hijos de Leonardo y Michelangelo. ¿De quién es hijo usted?”
Pero qué pena, Trump no es hijo de nadie que se sepa.
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