La Región
JARDÍN ABIERTO
Simbología de la flor de amarilis en Navidad
A pedales por este veranillo de San Miguel, que otro por los comienzos de noviembre, el de San Martín, casi infalibles, me encuentro de paso por esa rampa que va a Farixa, precioso, nombre, además por exótico, dejando a diestra la casa chalet de Odilo, ese industrial del congelado formado en su juventud en una plantación en la aventura guineana, con ánimo de libar de un racimo que esplendoroso en sus parrales luce, pero a verja cerrada no osé interrumpir su retiro, aunque hombre de mucha actividad caminera ahora en su jubilación; a media rampa, la urbanización El Castillo, acaso un castillo, porque no sé de qué le viene el nombre; después, una serie de chalets de tal magnitud que se imagina uno con moradores a docenas cuando a veces solo dos; más adelante un horno panero que cocinaba con restos de obra madereros barnizados o pintados, y más adelante, el restaurante A Farixa, con Juan como último regente, que ignoro si lo ha traspasado a otro del ramo, y más adelante aún, la casa de los Ventura, panaderos y concejal el padre del afamado rallysta, Antonio Freire “Ventura”; paso por en medio de San Cibrao, que en dominicales de cierta actividad su placeta antaño, hogaño tan desértica donde ya ni bar para social juntanza, salvo uno en el moderno fondo del pueblo.
Al paso por encima de autovía, espantado por la velocidad a la que viajan los autos, que si observador desde arriba, imaginas, que si accidentados, deberían quedar atomizados. Dejo atrás el chalet y pista de tenis de polvo de ladrillo de Tabi Tabarés donde más juega su hijo que él, cuando enfilo hacia Outeiro Calvo donde un par de amigos moran cuando rachas de buen tiempo. Ya en Vilanova, la de Rante, que no Rande que eso para el puente sobre la Ría de Vigo, escenario que fue de batalla naval con el inglés.
Y en esta soledad soleada donde solamente se oye el canto del omnipresente arrendajo, me deslizo hacia Ponte Fechas, que puente sobre el Arnoia
Por O Penedo no oigo el batido de palillos del baterista Tomás cuando con otros colegas ensayaba; sucede el pedalear por térrea pista con restos de asfáltico conglomerado cuando, por encima de la autovía a Celanova, muchísimos menos coches rugen que por la antes pasada A-52. A Telleira, aunque no se aviste fabril tejera alguna, se asoma como parte de aldehuelas en torno a Mezquita (con Outeiro, Campos, Compostela, O Val, Nogueira) donde hoy más raro ver a Julio, primo hermano de mi padre, o a Amadeo R. Piñeiro al que recordé por una periodística crónica sobre un transformador de la antes Fenosa que afeaba ese eximio ejemplar del románico rural, su iglesia de San Pedro. Pasando entre los castros de San Marco y el altonazo de O Castrelo veo las resecas fuentes del río de Pontón, Barbadás, Vilaesusa o Muíños, que tantos nombres lleva, que creer cuesta produjese la tragedia del 45, allí mismo, en Compostela, con dos ahogadas. Por Froxas, das Viñas, que poco honor a las tales hoy hace, sólo el ladrido de canes me saluda; acaso en fin de semana alguna humana voz.
Indeciso de si bajar a través de ese dédalo de térreas pistas de la concentración Parcelaria, hasta Rubillós, sin, posibilidad de recorrer el canal do Ruca, paralelo al Arnoia, desisto y a través de las de tierra o más bien herbáceas pistas paso por Proente y as Ferrerías de Cima e de Abaixo en cuya proximidad se explotaron yacimientos de wolframio y que con lo demandado que está me temo vuelvan a resurgir. Faramontaos todavía conserva vecindario a cuentagotas. Escribiendo, en esto me llama un amigo a propósito de mi artículo anterior que me hace la observación de que Homero tal vez no fuese ciego por la descripción que hace de Troya y sus alrededores. Continuo el artículo para este mi espíritu tan alejado de cualquiera epopeya homérica; pocos vecinos en las hoy baleiras aldeas donde difícil se pone parar la pedalada y ponerse de conversa con cualquier encontradizo, porque nunca lo hallarás.
Y en esta soledad soleada donde solamente se oye el canto del omnipresente arrendajo, me deslizo hacia Ponte Fechas, que puente sobre el Arnoia. Dejando a Virxe da Armada a cuya falda algún conocido mora, combinando más tierra que asfalto, con más bajadas que subidas, sin más que contar, me planto donde partido.
Contenido patrocinado
También te puede interesar
La Región
JARDÍN ABIERTO
Simbología de la flor de amarilis en Navidad
Jaime Noguerol
EL ÁNGULO INVERSO
La mirada sabia del barman
Miguel Anxo Bastos
Extremadura: la clave está a la izquierda
Sergio Otamendi
CRÓNICA INTERNACIONAL
Dos éxitos o dos fracasos
Lo último