¿Quién dice que ha muerto? ¿Alfonso Ussía?
OBITUARIO
He sentido un latigazo en el bienestar diario. Cuando se es tan frágil estás, siempre, expuesto a lo peor: la muerte. ¿Es eso tan horrible?
Lo esperaba, pero es una espera que, como siempre te acompaña, no la extrañas, aunque a veces sea cruel certeza que el tiempo se acaba definitivamente.
Te lo anuncian, pero no lo asumes. Así, como algo natural, van y te sueltan: "Muere Alfonso Ussía".
Muere mi amigo; nos morimos a trozos. Este que hoy se me va es muy grande y vital: Alfonso Ussía. Ya todo es distinto. Dejo de ser una pieza entera. Quedo mutilado. No hay mucho más que decir en público. Seguiremos hablando entre nosotros en ese apartado de la literatura que une a los que no nos conformamos con el día a día.
Solo se me ocurre gritarle, como una orden que nadie obedece: -Espera, no corras tanto, querido Alfonso.
Vamos detrás. Pero ya lo hago partido.
Muere mi amigo; nos morimos a trozos. Este que hoy se me va es muy grande y vital: Alfonso Ussía. Ya todo es distinto. Dejo de ser una pieza entera. Quedo mutilado. No hay mucho más que decir en público
El lenguaje es fiel reflejo de las virtudes y defectos de un pueblo. Por eso no hay quien lo domine. Unos hablan como Agamenón y otros como su porquero; el término medio es insoportable. La palabra si queda es que lo era, si no es así, y vuela sin recuerdo, es que solo fue. Es por eso que muchos son los llamados y poco los elegidos. Cuando lo que uno dejó escrito pasa a la historia de la palabra, que nada tiene que ver con la historia, es que no te has muerto. Naciste para quedarte en huella. La auténtica del hombre no está en las academicas estancias, sino en el día a día de una sociedad que se refleja en las calles, en las carretras, en algunas, pocas, redacciones y, sobre todo, tras la puertas de cada casa con sus problemas, agobios y alegrias. Un mundo inexplicable y por tanto inenarrable. Él, Alfonso Ussía Muñoz-Seca, lo hacía palabra cada día.
Ese era y es Alfonso Ussía. No ha muerto. Decir eso es una boutade.
Uno al fin y al cabo queda en palabra. ¿Existió Homero? ¡Por Dios, que cosas dice! Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes del recuerdo; sólo quedan palabras. No ha muerto mi querido amigo Alfonso Ussía. Quisieron crear un despotismo sobre los hablantes, impuesto y uniforme, pero Alfonso dijo no a la imposición. Era libre y noble. Alfonso, como Homero, supo comprender los infinitos recursos de la palabra escrita. Es por eso que no fue. Es y será.
Cuando dejé las armas y pasé a la sintaxis le pedí consejo. Respuesta clara: -Tu no debes escribir; lo tuyo es arengar.
Vaya. Eso es muy difícil, contesté.
Su inquisitoria mirada me comprendió, y su respuesta debería figurar en las academias militares y universidades.
-Arengar tiene eso tan difícil como es acompañar a la palabra el ejemplo.
Muere Alfonso Ussía. ¿Quién dice eso? Nunca mueren la palabra y el ejemplo. Morir no es tan horrible como parece.
Un ejemplo de vida y muerte.
¡Espera Alfonso, no corras!
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