Chito Rivas
RECUNCHO HEBDOMADARIO
Os arquivos do terror
RECORTES
El verano es una época en la que todo parece o bien detenerse hasta una ocasión más favorable o, por lo menos, discurrir más despacio. Los responsables de las cuestiones políticas que han puesto rostro, cuerpo, pies y manos a lo más granado de la actualidad ya descansan en sus territorios favoritos, disfrutando de una pausa en sus quehaceres personales y profesionales, y hasta los ocupantes de la cúpula del poder se olvidan de lo poderosos que son y se entregan al descanso. Todos, menos el presidente Trump… un sujeto al que no hay quien pare. Sus ya conocidas costumbres no reconocen tregua y ese sistema paranoico que le caracteriza y que consiste en el método de prueba-error desde que se levanta cada mañana permanece vigente incluso cuando su país –un país de 340 millones de habitantes por si alguien se ha olvidado- depone sus diferencias que son muchas y se larga de vacaciones. Trump no sigue un patrón establecido ni se comporta con regularidad, sino que aplica lo primero que se le viene a la cabeza y si comprueba que la cosa no sale como pensaba, retira el plan y le echa la culpa del fracaso al primer rival que se le viene a la boca, habitualmente China o la Unión Europea o ambos a la vez. El caso es colgarle el mochuelo a alguien.
El caso es colgarle el mochuelo a alguien.
Hace un par de días, leí que un popular actor de televisión llamado Dean Caine, famoso por encarnar el personaje de Superman en un telefilm que tuvo mucho éxito en los años noventa, ha dejado todo y se ha alistado en el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas, un cuerpo policial de la administración estadounidense que persigue y detiene a los emigrantes ilegales. Como quiera que cuerpos de esta naturaleza están consolidando su presencia y asumiendo un notable cupo de dominio y presencia en la vida cotidiana del país desde que Trump volvió a la Casa Blanca, Caine es uno de los que ha optado por presentarse para el ingreso voluntario. Las razones que esgrime se inspiran en el doctrinario presidencial que se ha propuesto perseguir de oficio a todo lo que huela a influencia exterior y todo lo que inspire un cierto aroma latino. Es decir, lo que el huésped del Despacho Oval lleva cascando desde que resultó elegido para un segundo periodo. Y esa doctrina extrema, claro, no se para ni en verano.
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