El dolor más grande

VÍA DE SERVICIO

Publicado: 19 oct 2025 - 01:10

Opinión en La Región
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No hay dolor más grande ni pena más honda para unos padres que sufrir la muerte de un hijo. Si el fallecimiento se debe a una enfermedad incurable o a un accidente en el que la mala fortuna tiene un papel predominante apenas hay consuelo, pero cuando la muerte se produce por suicidio el dolor se eleva a cuotas inaprensibles en el que apenas se encuentra alivio al conocer las causas que lo han provocado, porque siempre queda la duda de si se habrá prestado la suficiente atención a los mensajes que enviaba, o por qué han fallado los mecanismos de prevención para evitar un desenlace fatal.

Los padres de Sandra, la menor de 14 años que se suicidó el martes en Sevilla, habían actuado como debieron, al denunciar la situación de acoso que padecía su hija a los responsables del centro concertado Irlandesas Loreto, que no habrían atendido de forma adecuada los avisos que recibieron en dos ocasiones acompañados de los informes psicológicos de la niña que era perseguida y vilipendiada por parte de al menos de otras tres niñas, lo que obligó a que fuera cambiada de clase en el curso siguiente, aunque el acoso siguió en las instalaciones del centro, porque es ahí donde se producen los ataque físicos o psicológicos con mayor frecuencia, o en las clases que comunes que compartían, por no hablar de que el acoso se prolonga en las redes sociales con el altavoz que suponen.

Lo que deriva el siguiente problema en el que se encuentra el eslabón último del acoso, la falta de conciencia y sensibilidad de los alumnos sobre las consecuencias del acoso, lo que se incrementa si desde el colegió no existe una voluntad decidida de atajar esos comportamientos

La familia de Sandra está dispuesta a llegar hasta el final en sede judicial, y la fiscalía sevillana también, para conocer los motivos por los que no se aplicaron los protocolos antiacoso en este caso, aunque tienen las sospechas de que en el centro no se habían aplicado en otras ocasiones. Encontrará, si cabe, un cierto consuelo si después de la tragedia que padecen tras la pérdida de su hija se evita que sucesos similares vuelvan a producirse, pero la responsabilidad de los directores del centro es evidente porque los niños quedan bajo su custodia en las horas lectivas, y porque al centro educativo, se encuentre legislado o solo sugerido, le corresponde la sensibilización de la comunidad educativa contra el acoso escolar, la detección y la actuación cuando se observan situaciones que requieren una intervención y la elaboración de planes individuales o colectivos para evitarlos.

Cuando los sistemas educativos se encuentran faltos de recursos, esa situación sirve para justificar la ausencia de acciones contundente para prevenir el acoso escolar. En este caso, como en todos los relacionados con la educación el diagnóstico de la enfermedad está claro, la falta de recursos o los problemas burocráticos, pero no es menor el problema de la falta de formación del profesorado en estos asuntos, de lo que deriva el siguiente problema en el que se encuentra el eslabón último del acoso, la falta de conciencia y sensibilidad de los alumnos sobre las consecuencias del acoso, lo que se incrementa si desde el colegió no existe una voluntad decidida de atajar esos comportamientos.

El suicidio es la mayor causa de muerte no natural entre los jóvenes y según distintos estudios de los alumnos sometidos a acoso escolar, cuatro de cada diez lo experimentan durante meses en forma de insultos, burlas, amenazas, aislamiento, rumores o golpes.

Los padres de Sandra van a sufrir un dolor inconsolable el resto de su vida. Pero no van a ser los únicos.

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