Opinión

La infamia de un alcalde

Es nauseabundo escuchar la grabación en la que el entorno de Jácome ofrece un puesto de eventual en la Diputación a María Dibuja a cambio de su renuncia en el Concello y así poder incluir en su minigobierno a un concejal afín. Supone otro golpe al ya magulladísimo prestigio de la vida municipal ourensana atender a los detalles de este patético mercadeo: el primo y asesor del alcalde Félix Álvarez ofrece por orden del regidor -dice en la grabación- a la edil rebelde, o a cualquier otro de los díscolos, un paso al lado a cambio de un sueldo de personal de confianza en la institución de enfrente. El audio, que podrá escucharse íntegro en la web de La Región, es el perfecto ejemplo de cómo concibe Jácome lo público. Cuánto queda dicho en ese “qué te puedo decir yo que tú no sepas” que pronuncia su directo colaborador. Una obscena patrimonialización de la política que serpentea por los límites legales -la duda es si ya los ha traspasado- siempre encaramado a ese rol híbrido de alcalde/empresario con un único beneficiado: él.

En el sórdido Camelot de Jácome, traficar con puestos es la lógica evolución a financiar sus negocios con los sueldos de ediles y asesores de Democracia Ourensana, un artefacto construido a su imagen y semejanza. Es decir, oscuro, sin reglas y que en el fondo tiene tanto de partido político como él de servidor público. Nunca ha cambiado su orden de prioridades ni aclarado el borrón entre lo común y lo privado: aumentar los eventuales fue lo primero que solicitó al debutar de edil en 2011 y fue uno de sus primeros acuerdos como alcalde en 2019, e igual inició el sabotaje a la Banda de Música Municipal después de que dejasen de comprarle los instrumentos como ahora manda sus propias notas con el membrete del Concello, tiene dos coches iguales para Alcaldía y Auria TV y usa el pase de empresa para aparcar de regidor donde le apetece o saltarse confinamientos. Esta falta de ética encuentra caja de resonancia en un diario de Alcaldía solo comprensible a través de sus intereses, obsesiones y venganzas. No por casualidad puso tanto énfasis en peatonalizar su calle, retiró los mupis sin atender a los técnicos, desprecia la cultura, suprime la prensa de los centros cívicos o veta a las bicicletas en el paseo del Miño tras chocar contra una. Jácome piensa que el Concello funcionaría mejor como una empresa y por tanto actúa como él se imagina que se comporta un gran CEO: a impulsos, lanzando ideas grandilocuentes, sin consultar a los expertos, desconfiando de lo público y pensando siempre en sus intereses.

Esta distorsión hace que ni se plantee entender qué supone ser el alcalde de 100.000 personas. Por ello la gestión de Jácome es un oxímoron que sufren todos los ourensanos dentro de una ciudad que no funciona ni al nivel más básico y en la que apenas se puede salvar algún servicio externalizado como el de la limpieza, pequeñas herencias y ciertos automatismos. En el resto, reina el caos en el que él ha ido instalando al Concello desde el primer día que lo pisó. Ahí llegó encabalgado a esa bruma tóxica con la que protagonizó la oposición más zafia que se recuerda y ahí sigue convertido en el peor alcalde de la historia democrática de Ourense. Ese hilo venenoso ha emponzoñado la vida municipal a todos los niveles, y los vecinos, en lugar de soluciones, reciben atónitos de su alcalde una sucesión de bochornosos sobresaltos. Esta semana, en plena pandemia y ante una desescalada vital para la recuperación, lo que emitió el Concello fueron sus torpes intentos para sumar un nuevo fichaje a su equipo de asesores de un millón de euros y culpar a algún funcionario de la investigación de la Fiscalía por los bolardos. También que el concurso de las zonas verdes está en riesgo de caer por segunda vez o que renovar la concesión y la flota de autobuses no se culminará, al menos, hasta siete años después de caer en precario. Y de postre, esos vergonzosos insultos en la junta de portavoces. 

Es tarea de la Justicia dictaminar si los derrapes del regidor de Ourense se ajustan o no a la ley. El propio asesor de Jácome etiqueta en el audio el ofrecimiento a Dibuja como “un asunto un poco escabroso”. No lo podríamos definir mejor. Jueces y fiscales deben ahora aportar luz a todos los opacos recovecos que conforman su perfil, examinando este intento de intercambio de cromos, si cometió malversación y prevaricación en el borrado de los bolardos y también decidir la resolución del recurso por la gestión económica de DO. Urge rapidez, implicación y, como ya señalamos en su momento, rectificar el camino dibujado con el archivo provisional de la causa iniciada por la denuncia de un joven arrinconado por su exjefe. Esta fue resuelta en enero sin entrar al fondo de los alarmantes mangoneos expuestos, con una distancia y laxitud muy alejadas al trato recibido en su día por políticos a los que Jácome persiguió con saña en Fiscalía. Nadie quiere revivir esas cacerías, pero, por el bien de la ciudad, evitar viejos errores no puede suponer balancearse hacia el otro extremo y acabar permitiendo por inacción inadmisibles patentes de corso. En esa tercera vía estará la senda para aclarar las sombras judiciales cernidas sobre Jácome y espantar la desconfianza hacia una Justicia que no puede tener dos rostros. 

En el plano político, Jácome ya es un alcalde infame: está desacreditado por sus bajezas, incapacitado por su gestión y deslegitimado por su minoría plenaria. La solución a estas anomalías lleva medio año en las mesas de PSOE y PP. ¿Qué tiene que pasar para que ambos se sienten a hablar? ¿Hasta cuándo creen que Ourense puede soportar esto? ¿Consideran que la ciudad puede seguir dirigida hasta 2023 por una persona que concibe así el poder? Cada vez es más difícil leer el papel de ambos en este drama: los socialistas están obligados a buscar soluciones pero parecen preferir el chapoteo en polémicas estériles, y los populares volvieron a la junta de gobierno en un quiebro tan borroso como su actual postura. El viernes, el veto de ambos a aumentar esa delirante administración paralela recordó su potencial capacidad para voltear la situación. Basta ya de frases hechas y de rasgarse en público la camisa hablando de responsabilidad con la ciudad mientras todo sigue igual, pero peor. “Pues esto es lo que hay”, resume el asesor a Dibuja al final de ese audio tan triste. No. Lo que sí hay es urgencia por abrir las ventanas del Concello y que la política regrese a Ourense.

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