Plácido Blanco Bembibre
HISTORIAS INCREÍBLES
Navidad o la fragilidad de Dios
CUENTA DE RESULTADOS
Durante buena parte de 2025, Christine Lagarde ha repetido una idea que resume bien el estado de ánimo en Fráncfort: la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) se mueve sobre un terreno incierto. Aranceles anunciados o simplemente amenazados, tensiones comerciales persistentes y un entorno geopolítico volátil han obligado al BCE a practicar una prudencia extrema. No era una pose retórica. Los riesgos eran reales y de signo contradictorio: menor crecimiento, pero presiones inflacionistas potenciales. En ese contexto, la estrategia de esperar y ver no solo fue comprensible, sino probablemente la única viable.
Hoy el panorama es distinto. No necesariamente mejor, pero sí más estable. El BCE ha congelado los tipos en el 2% por cuarta vez consecutiva y ha revisado al alza sus previsiones de crecimiento hasta 2027. Los mercados descuentan que, salvo sobresalto mayúsculo, 2026 será un año de estabilidad monetaria. Hace apenas unos meses, esa expectativa habría parecido ciencia ficción. Ahora encaja con una realidad europea marcada por la moderación: crecimiento tibio, inflación contenida y una economía que avanza, pero sin brío.
Las nuevas previsiones dibujan un escenario relativamente benigno. La inversión empresarial empieza a reaccionar tras meses de parálisis y las exportaciones muestran una resistencia mayor de la esperada. Para una economía que ha vivido buena parte del año bajo la amenaza de una guerra comercial abierta, no es un mal punto de partida.
El BCE gana tiempo con la estabilidad monetaria, pero la verdadera prueba para la Unión Europea no está en Fráncfort, sino en Bruselas
Sin embargo, los claroscuros siguen ahí. En el corto plazo, la incertidumbre no ha desaparecido: persisten las tensiones comerciales, el conflicto en Ucrania continúa condicionando la seguridad europea y la posibilidad de nuevas sacudidas externas sigue latente. A ello se suma un factor monetario clave: una Europa con tipos estables frente a una Reserva Federal presionada para bajarlos puede empujar al dólar a la baja. Ese movimiento, lejos de ser neutro, amenaza con debilitar aún más a un sector exterior europeo que, especialmente en Centroeuropa, todavía acusa el golpe energético y comercial de los últimos años.
En el largo plazo, los problemas son estructurales y conocidos. Se necesita autonomía estratégica, músculo industrial, financiación a gran escala, innovación y un mercado único que funcione de verdad. Nada de esto es nuevo, por lo que los tipos estables y cierta previsibilidad económica deberían permitir a los Estados miembros acometer reformas de calado. La duda, como tantas veces, es si lo harán por convicción o si volverán a esperar a que los acontecimientos externos les obliguen a reaccionar a la defensiva.
En este debate ha vuelto a alzarse la voz de Nadia Calviño, presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI). Su defensa de un mensaje claro por parte de los líderes europeos conecta con una idea central: Europa dispone de instrumentos, pero necesita voluntad política. Su paso por el Gobierno español, marcado –según ella misma– por la responsabilidad fiscal, las reformas estructurales y la justicia social, y su papel en la gestación de la deuda mancomunada de los fondos Next Generation EU ilustran una lección clave: cuando Europa actúa unida, amplía de forma decisiva su capacidad de respuesta. La emisión conjunta de deuda durante la pandemia no solo sostuvo a las economías nacionales, sino que reforzó el proyecto común.
La Unión Europea no solo afronta la presión militar y híbrida de Rusia o la competencia económica de China, con prácticas de dumping y restricciones sobre materias primas estratégicas. A ese cuadro se ha añadido un elemento cualitativamente nuevo: la ofensiva política y cultural de Estados Unidos contra la Europa liberal. Por primera vez, Washington señala al bloque comunitario como adversario, cuestiona sus valores y respalda abiertamente a fuerzas políticas iliberales en su interior.
A la fragilidad externa se suma una parálisis interna preocupante. Las grandes iniciativas prometidas para reforzar la competitividad y la defensa común avanzan lentamente o están bloqueadas. No es casual que desde el mundo financiero o desde instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) se reclame una sacudida profunda, incluso figuras específicas capaces de desbloquear el mercado único y de acelerar las reformas. El diagnóstico se repite: Europa reforma poco y tarde.
@J_L_Gomez
Contenido patrocinado
También te puede interesar
Plácido Blanco Bembibre
HISTORIAS INCREÍBLES
Navidad o la fragilidad de Dios
Jesús Prieto Guijo
LA OPINIÓN
Parricidio en El Palmar
Mariluz Villar
MUJERES
Hablar con Sophia
Fernando Lusson
VÍA DE SERVICIO
Contumacia en el error
Lo último
HORARIOS ELIMINADOS
Deputados do PP esixen recuperar paradas do AVE na Gudiña este xaneiro
Tercer premio del Ministerio de Educación
Premio Nacional de Lectura para el CEIP Manuel Sueiro
MÚSICA E BAILE POPULARES
O Festival Rebulir cumpre 20 anos como garante de cultura e tradición