Luis Carlos de la Peña
CAMPO DO DESAFÍO
Europa y nosotros: 40 años
HISTORIAS DE UN SENTIMENTAL
Todos los años, por estas fechas, se me encienden mis propios recuerdos, como a todo el mundo, por la llegada de los Reyes Magos, pero con especial relevancia, porque aquí, en Vigo, donde vivo, he sido secretario del Rey Melchor a comienzos de los años ochenta, a quien yo acompañé varias veces y estaba tan identificado con él, que casi podría decir que es como si fuera yo mismo. Pero no es menos cierto que, como periodista, tuve siempre especial trato con los tres Reyes Magos cuando venían por Ourense, especialmente con el rey Gaspar, un simpático rey que, ¡o curiosidad!, en aquel tiempo tenía especial parecido con un ilustre ourensano llamado Adolfo Rego. Otros reyes se parecían mucho a otros notables vecinos, casualmente amigos de Manolo Rego, presidente de la Comisión de Fiestas, como el inolvidable Oriol. Estos ciudadanos que cito era natural que tuvieran simpatía con los monarcas, pues eran casi todos ellos, como el propio Manolo Rego, de devoción requeté.
Las cabalgatas de Reyes en Ourense eran modestas, pero nos parecían excelentes. Sus Majestades solían llegar en tren y eran recibidos con todo boato en la estación de Ourense empalme, desde donde se iniciaba el desfile hasta la calle del paseo para concluir en el Ayuntamiento, donde eran recibidos por el señor alcalde y se celebraba una recepción. Era entonces, cuando los periodistas, como yo, les hacíamos la entrevista. En aquel lejano Ourense de finales de los sesenta y primeros setenta, casi todos nos conocíamos. La Navidad era una fecha entrañable, pobremente iluminada y frío el ambiente, pero desbordada de calor en nuestras emociones. En estos días me horroriza que los niños elijan los regalos por catálogo y esa duplicidad de Papa Noël y Reyes, que desvirtúa el sentido tradicional del 6 de enero como día especial de cada año.
Yo, todos los años, les escribo la misma carta, y sobre todo les pido que mantengamos la ilusión. Eso es lo esencial.
La llegada de los Reyes a ciudades como Ourense, cuando todavía no se había producido la dualidad comercial de Papa Noël, tenía un sentido muy distinto. La primera cabalgata de la que se tiene noticia en España se celebró en 1886, organizada de manera oficial para conmemorar la llegada de los Reyes Magos en la localidad de Alcoy. Las cabalgatas como hoy las conocemos se extendieron por el Levante y luego Andalucía y más tarde el resto de España. En cuanto a la carta era un rito en la España de los años cuarenta y cincuenta. Se cree que los Reyes fueron tres por ser tres los regalos, cada uno con un sentido simbólico (oro, incienso y mirra). El oro es el símbolo del poder; el incienso de la santidad, pero se duda en qué se quiso significar con la mirra, una resina aromática que exuda un árbol que de forma natural crece al noreste de África, en Arabia y Turquía. Los antiguos la usaban en medicina y para fabricar perfumes. Se supone que, por su sabor amargo, se quiso significar la propia amargura que espera a Jesús en su paso por la tierra. En cuanto los nombres de los tres magos, originariamente en los primeros textos y evangelios apócrifos (no reconocidos por la Iglesia) aparecen en un caso como “Melichior, Gathaspa y Bithisarea”, por un lado, y “Balthazar, Melkon y Gaspard”.
La polémica, basada en este escrito, de que no venían de Asia, sino de Tartessos, una zona que se ubica entre Huelva, Cádiz y Sevilla. En este relato se habla también de “hombres sabios”, convertidos en “reyes”. Pero la tradición se quedó sólo con la última parte “Reyes Magos” y situó su origen en Asia, con preferencia; pero también en Europa y África, el mundo entonces conocido.
Yo, todos los años, les escribo la misma carta, y sobre todo les pido que mantengamos la ilusión. Eso es lo esencial. Pero estos días, cuando uno hace memoria recuerda aquellas sencillas cabalgatas de aquel lejano Ourense en que alguna vez llegaron a colaborar chavales de la Ciudad de los Muchachos del padre Silva. La calle del paseo era un hervidero de gentes felices por lo que su paso por esta rúa era siempre solemne y a paso lento, mientras los reyes y sus pajes arrojaban y repartían caramelos. Cuando entrevistaba a los reyes, estos daban siempre el mismo consejo: hay que ser buenos. Y eso no ha cambiado.
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