El enviado

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José Luis Rodríguez Zapatero ha viajado a Suiza para reunirse con Carles Puigdemont, a ver si logra llegar al corazón del dirigente independentista y conseguir su apoyo para Pedro Sánchez se mantenga en el Gobierno.

El arma más frecuente en las negociaciones de PSOE con sus scios de investidura han sido siempre la mismas: con vuesta ayuda, libraremos a España de los males del infierno, porque si se acaba el sanchismo en España habrá un gobierno de ultraderecha.

Ese argumento no le va a servir a ZP ante Puigdemont, porque el ex presidente de la Generalitat es un hombre de derechas, independentista pero de derechas, y sus votantes mayoritariamente son independentistas y de derechas también.

Zapatero por tanto no lo va a tener fácil, y además ante la opinión pública española está haciendo un papelón.

La preocupación de Puigdemont es que en los últimos tiempos hay descontentos en Junts, ha perdido a algunos de sus más importantes colaboradores, y los sondeos indican que sus seguidores están hartos de que asuma iniciativas de Sánchez que les parecen inaceptables. Están satisfechos por lo que ha conseguido Puigdemont para Cataluña en su deseada desconexión con el resto de España, pero sienten un rechazo creciente hacia Pedro Sánchez y su equipo. La corrupción, el puterío, la mediocridad de gran parte de su gente política y profesionalmente hablando, no les parece de recibo. Zapatero por tanto no lo va a tener fácil, y además ante la opinión pública española está haciendo un papelón.

No es la primera vez que se reúne con Puigdemont, pero en esta ocasión es el enviado de Sánchez porque el negociador “oficial”, Santos Cerdán, se encuentra en prisión provisional por presunta corrupción, y no hay día en que no se publiquen nuevas informaciones sobre sus presuntos delitos. Algunos de ellos de una cutrería que abochornan al votante catalán conservador, que siempre se ha considerado intelectual y culturalmente muy por encima de la media de los españoles.

Tampoco le van las cosas a ZP tan bien como hace apenas un año. Se ha confirmado que Maduro es un dirigente profundamente inmoral en todos los sentidos, y según Trump también es líder de un cártel del narcotráfico. El peor amigo y socio del que puede presumir un expresidente. A Zapatero se le cierran puertas de negocio en Venezuela, aunque tiene abiertas de par en par las de China. Una de las tres figuras internacionales más poderosas, pero tenerle de amigo, como es el caso de ZP, y tener también de amigo a Maduro, ya no complementa la imagen del expresidente español, no le suma más, sino que resta. Demasiadas inmoralidades, demasiados choques con el mundo occidental.

Que un expresidente acepte el trabajo que hacía hasta ahora un hombre como Cerdán, presunto delincuente con una biografía en la que apenas hay nada destacable, aparte de sustituir a Ábalos como secretario de organización socialista, no es para presumir.

Los exjefes de gobierno suelen marcarse objetivos más edificantes, de mayor nivel. No “deme sus 7 votos, señor fugado de la Justicia acusado de malversación, y dígame de una vez cuánto me cobra, cuánto cuesta el apoyo a Pedro Sánchez”. Lo dicho: papelón.

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