Los finales

UN CAFÉ SOLO

Publicado: 13 oct 2025 - 03:50

Opinión en La Región
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Ahí se acabó todo. Ese fue el final”. ¿Estás segura de que fue en ese momento? Desconoce si la pregunta se la hizo a sí misma o si alguien la formuló en voz alta. No hablaba de los finales que llegan como un tsunami que te deja sin aliento y te noquea. Tampoco de los que necesitan la perspectiva del tiempo para saber que sí, que aquel día, en aquel instante, sin que ni siquiera lo supieras, fue el punto y final. Pensaba en los finales que comienzan mucho antes de que sepas nombrarlos.

El final del edificio derrumbado no sucede cuando los escombros sepultan injustamente los cuerpos. Se inicia cuando alguien incumple las normas mínimas de seguridad, cuando por ahorrar costes se pasan por alto controles de calidad, cuando las grietas dejan de ser una imperceptible línea y se van transformando en pequeños abismos por los que se cuela el destrozo final.

El final de la convivencia, del tipo que sea, no llega con el conflicto o la violencia

Lo mismo sucede con el fin de las relaciones, sean sentimentales, de amistad o de familia. Empieza mucho antes de que nos digamos adiós, aunque ese día lo marquemos con un círculo rojo en nuestra memoria. Esa despedida arranca cuando decidimos no compartir la última tristeza o la penúltima alegría porque hemos comprendido que no tendremos una respuesta. Cuando hemos descubierto el libro, la canción o la serie que antes nos servía de conversación y de excusa para dar rienda suelta al intercambio de emociones y ya no queremos compartirlo porque intuimos que no nos aportará más que decepción. El final se instala cuando elegimos el silencio frente a las palabras, cuando anulamos la cita por pereza, cuando el encuentro que antes anhelábamos se convierte en una losa de la que no sabemos cómo liberarnos. Ahí es cuando sucede.

El final de la convivencia, del tipo que sea, no llega con el conflicto o la violencia. La destrucción empieza mucho antes, cuando nos creemos las palabras del maltratador que nos dice que no somos nada, cuando normalizamos palabras y hechos que desprecian las reglas democráticas que mantienen una sociedad más sana, cuando aceptamos proclamas incendiarias sin oponer resistencia. El momento en el que no somos capaces de distinguir la verdad de la mentira, la realidad de la invención, la ciencia de la ignorancia. Antes del golpe, de la bala final, cuando ponemos todo al mismo nivel sin pensamiento crítico, ahí está el instante que marca el no retorno. Aunque no lo queramos ver o ya no seamos capaces de hacerlo porque esperamos una traca final de fuegos artificiales eternos que, en realidad, solo nublará el cielo dejando humo y frustración.

Conviene mantenerse en alerta a las señales que presagian desenlaces no deseados. Eso sí, solo si de verdad queremos evitarlos.

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