La flor de la memoria

UN CAFÉ SOLO

Publicado: 14 abr 2025 - 07:15

Opinión en La Región.
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La flor parece frágil, pero asoma cada primavera mostrando sus cinco pétalos de color azulado. Nunca falta a la cita y nos permite admirarla. Dice la leyenda que un caballero, mientras el río lo arrastraba, se la tiró a su amada gritando “no me olvides”. Y ese es el nombre con el que ahora la conocemos. Es por eso “la flor de la memoria”. Aprovechando que este es uno de los meses elegidos para exhibir su esplendor, no es mala idea dejar que resuene fuerte el eco de su nombre. Tristemente son millones las voces suplicantes que buscan mantenerlo vivo. Lamentablemente también son millones los oídos que no escuchan. Resuena estremecedor el silencio. Mientras siga tan presente, no dejará de aumentar el número de los muertos que no podrán susurrar ese nomeolvides.

No oímos, pero tampoco vemos. Porque si mirásemos de frente los ojos aterrorizados de los niños palestinos, de la misma manera que miramos a los ojos de los que tenemos cerca, nos romperíamos en pedazos. No permitiríamos que nadie ni nada excusara esta barbarie.

Si ya no nos conmueven esas miradas vacías, ni los llantos desconsolados, ni nos enfurecen esos cuerpos destrozados, ¿en qué nos hemos convertido? Esto no es cuestión de ideologías, de credos o ideas, si no de humanidad, algo tan simple y tan complejo a la vez. Tampoco se trata ya de ser buenos, ese tiempo pasó, si no de ser justos, mucho más difícil de conseguir.

En el futuro nunca podremos alegar en nuestra defensa el atenuante de la ignorancia. Porque lo vemos, nos lo enseñan, nos lo gritan, nos lo suplican. Porque los verdugos lo cuentan sin tapujos, se burlan y no temen mostrar sus delirios.

Nos hemos envuelto tantas veces, sin pudor alguno, en la superioridad moral para juzgar generaciones anteriores por haber permitido atrocidades históricas, que creímos estar a a salvo de repetirlas. Pero no está siendo así. En el futuro nunca podremos alegar en nuestra defensa el atenuante de la ignorancia. Porque lo vemos, nos lo enseñan, nos lo gritan, nos lo suplican. Porque los verdugos lo cuentan sin tapujos, se burlan y no temen mostrar sus delirios. Saben que, al menos de momento, tienen el poder y la impunidad de su parte. Y se les oye mucho más que a los millones que salen a las calles para pedir que el terror acabe.

Nunca hay justificación para aniquilar. A estas alturas, no podemos permitirnos caer en la trampa de aceptar alguna, porque si lo hacemos, desaparecerán todos los derechos que nos mantienen a salvo. De momento ya hemos asistido a las embestidas para derrumbar protecciones acordadas y blindadas en otro siglo: la sanitaria, la alimenticia, la del refugio y la de testigos que les son incómodos, entre otras. Y creímos que no podía pasar.

Hagamos como en la leyenda, sujetemos fuertemente los “nomeolvides” que desesperadamente nos lanzan. Sembremos para que las flores vuelvan a crecer y se mantengan. También en Palestina, a pesar de la tierra quemada.

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