Luis Carlos de la Peña
CAMPO DO DESAFÍO
Frank Gehry
CAMPO DO DESAFÍO
De su casa particular en Santa Mónica, de 1977, al rascacielos neoyorkino de Spruce Street, del año 2011, la obra de Frank Gehry (Toronto, 1929 - Los Ángeles, 2025) proclama la creatividad y libertad de su autor, ahora fallecido. Entre decenas de obras memorables, el Museo Guggenheim de Bilbao (1997) ejemplifica, condensándolo, el fértil imaginario del arquitecto Gehry. Todo lo realizado hasta entonces parecen ensayos y aproximaciones; todo lo hecho después, no deja de emitir resonancias del gran paquebote de titanio junto a la ría del Nervión.
No es desdeñable, en este sentido, su convivencia con los artistas plásticos antes que con la comunidad de arquitectos. Por eso también, las obras de Oldenburg, Serra, Rauschenberg o Ruscha influyen y están presentes en las creaciones de Gehry.
Los arquitectos y expertos han coincido en señalar el modus operandi de Frank Gehry como el de un arquitecto que, antes que trabajar con planos y cálculos, lo hace con maquetas; añadiendo o modificando una cubierta inclinada, un lienzo quebrado o un paramento ondulado. Marquesinas y volúmenes que, al montarse con trozos de papel, madera o chapa, crean nuevas posibilidades en la unión y transición de los espacios interiores o en el surgimiento de estos mismos y sus inesperadas oportunidades como lugares para el encuentro o la observación. Formas orgánicas o cataclísmicas antes que geométricas que, en su aparición imprevisible, dan cumplimiento al programa previsto a la vez que transporta al cliente, y al usuario, a una nueva dimensión difícilmente previsible. Es un efecto tanto de la deconstrucción, que los críticos entrevén, como del cubismo al que el propio Gehry se remite.
No es desdeñable, en este sentido, su convivencia con los artistas plásticos antes que con la comunidad de arquitectos. Por eso también, las obras de Oldenburg, Serra, Rauschenberg o Ruscha influyen y están presentes en las creaciones de Gehry, como bien muestra la película documental de Sidney Pollack, Apuntes de Frank Gehry (2005). Lo cual nos lleva a destacar otro de los rasgos en las obras del arquitecto: la manera escultórica en que se presentan, tanto en sí mismas como en relación al entorno en que se asientan.
Se ha hablado de la apariencia efímera e inquieta de sus edificios, de dinamismo de las masas y la articulación entretejida de los espacios y la variedad ambiental de sus resultados, producto de la combinación de materiales, colores y los efectos sobre unos y otros de la luz cambiante. El arquitecto y profesor Rafael Moneo, años antes de cualquier atisbo del Guggenheim de Bilbao, ya señalaba en Gehry su compromiso con un mundo donde no tienen lugar la ficción del pasado ni la nostalgia. Frank Gehry, decía Moneo, actúa sobre el suelo sin prejuicio alguno, asumiendo la condición artística de la arquitectura; su deseo de no dejar de ser una obra de arte. La gente aprecia su lenguaje y energía: el pasado año, 1.301.340 personas visitaron la reluciente caja de sorpresas que dejó en Bilbao.
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